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- 16/05/2017 02:01
La ‘Amenaza Amarilla'
Hace unos cinco años, que estuve de visita en la Ciudad de México, noté una actitud de alarma y perturbación en mis amistades a quienes iba a visitar en taxi y a la salida me advertían que ‘no tomara cualquier taxi en la calle', porque muchos taxistas estaban en contubernio con delincuentes para asaltar pasajeros. ‘Espérate Alfredo, que yo llamo un taxi de sitio, para que vayas más seguro'. Ya me había contado una hermosa amiga nicaragüense que un taxista le empezó a seducir, viniendo del aeropuerto, con perversas intenciones; a lo que ella, más astuta, fingió que le gustaba el taxista y le siguió el juego, para supuestamente ir a un hotel. Este se creyó las melosas y desesperados elogios de la pasajera en peligro y al llegar al hotel, ella se bajó gritando y pidiendo auxilio, ‘me quieren secuestrar', por lo que el taxista huyó con sus maletas y ella se quedó, a salvo, solo con su cartera.
En Panamá, cada vez más se están dando casos similares, en los que los taxistas se ven involucrados en robos a pasajeros, e incluso asesinatos. En las dos últimas semanas, taxis amarillos me han roto un espejo retrovisor y arrancado parte de mi carrocería delantera, en su desesperación e irrespeto por las leyes viales y se han dado a la fuga (en medio del caos y el tranque en que vivimos).
Acostumbro evitar etiquetar o generalizar; porque es injusto. Hay muchos taxistas decentes, considerados, con quienes uno incluso puede tener una amena conversación, para comprender lo duro de su oficio, de estar horas y horas lidiando con el tráfico pesado en que se ha convertido esta inhóspita Ciudad de Panamá. Sin embargo, al igual que otros estratos de nuestra población, URGE EDUCARLOS, en la Razón de Ser de su ocupación: dar servicio al ciudadano de a pie, que necesita y paga porque lo trasladen de un lugar a otro.
Las protestas contra la popularidad de Uber son una consecuencia del mal trato que recibimos de la Amenaza Amarilla (taxis) y Blanca (taxis de turismo); quienes castigan a los usuarios con su frecuente ‘NO VOY', una negativa que JAMÁS había visto en ninguna de las ciudades de América, Europa o Asia, donde he vivido y viajado. Muy rara vez un taxista se niega a llevarte, probablemente porque tienen un marcador ( taxímetro) que cobra tanto por distancia, como por tiempo que el carro toma en llegar, si el tráfico es pesado. Acá, lo que se percibe es un completo irrespeto, falta de cortesía y profesionalismo al conducir. Te atormentan con los pitazos por cualquier demora o alto que haga un carro delante de uno; sin embargo, ellos se detienen donde les dé la gana, a media calle, a recoger a un pasajero, en vez de arrimarse al borde de la acera. Suben a varios pasajeros, le cobran lo que se les antoje, son groseros, sin modales, con un pésimo servicio.
Me informan que en Japón Uber no pudo superar el excelente servicio de los taxistas y no pudo entrar al mercado. Uber no es su problema, ustedes, con su actitud e irrespeto a las normas viales, son la razón de que Uber crezca en preferencia. Urge que sus sindicatos y cooperativas les brinden cursos de autocontrol, manejo del estrés e internalizar su razón de existir en el mercado laboral.
Decídanse a competir con dignidad, buen servicio y sin atropellos a los demás conductores y peatones.
PSICÓLOGO, DOCENTE Y ESCRITOR.
‘Urge que (…) les brinden cursos de autocontrol, manejo del estrés e internalizar su razón de existir en el mercado laboral'