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- 17/01/2018 01:03
¿Soluciones al alto costo de la vida?
La semana pasada tocamos un tema candente que nos aflige: la delincuencia y algunas de sus causas descartadas. Corresponde tratar el costo de la vida, otro problema álgido para el cual no existen varitas mágicas; es causado por diversos factores, algunos que escapan de nuestro control. Nuestro balboa cada día compra menos y nos resultan más caros los servicios y bienes que necesitamos para vivir; más de una vez debemos prescindir de aquellos que nos resultaban rutinarios. Es un problema, a pesar de aumentos de salarios y del crecimiento de la economía; o, quizás por eso mismo, los precios aumentan como lo vemos en nuestro diario peregrinaje a supermercados, a la tienda ‘del chinito', o a cualquier comercio por cualquier mercancía.
Para el desempleado o subempleado, el aumento de precios le significa sacrificar sus gastos esenciales, como sus alimentos, poniendo en peligro su propia salud. Para la clase media y profesional, podrá significar una reducción de ciertos lujos o gastos superfluos y la limitación de su capacidad de ahorro. El problema no afecta a los acaudalados que pueden pagar hasta más del doble para mantener su estilo de vida sin pestañear.
¿Cuáles son las causas? Muchas y conocidas.
Para algunos expertos es la inflación importada con el anterior precio del petróleo. Los productos terminados o insumos que llegan del extranjero se encarecen cada día. Pagamos mano de obra extranjera. El TLC con Estados Unidos debió crear empleo bien remunerado y abaratar el costo de vida, pero el agricultor no cesa de quejarse por no poder aprovecharse, hasta ahora, de oportunidades para producir buenos alimentos de la dieta básica del panameño, mientras que el consumidor no pudo aprovecharse de los menores costos al importador.
El costo de intermediación es otro factor. Productos del campo se ofrecen a precios irrisorios en tierras altas o provincias centrales, pero cuadruplican su precio con solo cruzar el puente del Canal. La Cadena de Frío y mercados periféricos será una solución posible para que el consumidor obtenga productos de calidad y baratos directamente del productor y este se beneficie como merece. La Regulación de Precios de la canasta básica pudo haber beneficiado en lo que respecta a alimentos controlados, pero no así al resto de artículos de limpieza personal, del hogar y otros de uso diario.
Ningún país escapa del problema, hasta los más desarrollados. Un estudio realizado en uno de ellos demostró una disminución importante en la confianza del consumidor: un alto porcentaje de encuestados no podía cubrir gastos de su presupuesto familiar; se quejaban de sus angustias, mientras que se anunciaba una supuesta recuperación económica que no veían.
¿Qué podemos hacer? Mucho depende de nosotros mismos: debemos prepararnos para ajustar el modo de vida acostumbrado hasta aquí. Este, y los próximos Gobiernos, pueden diseñar campañas de ahorro de dinero, agua, energía; pueden fortalecer la Acodeco para evitar especulaciones malsanas. También pueden limitar el exceso de gastos superfluos e inversiones innecesarias para no agravar una inflación con excesos de dineros vertidos a la calle, porque una de las causas reconocidas de la inflación es mucho dinero en los bolsillos de compradores y pocos productos para satisfacerlos, lo que naturalmente aumenta los precios. Es lo que sucede cuando nos llegan personas del extranjero —turistas, residentes, inversionistas— a competir por los escasos productos y servicios locales que producimos u ofrecemos. Debemos aumentar nuestra producción, mejorar nuestros servicios.
Finalmente, siempre recalamos en que debemos darle vuelta completa al sistema educativo para que responda a las nuevas necesidades nacionales y prepare ciudadanos productivos que aprovechen todas sus nuevas oportunidades.
EXDIPUTADA