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- 25/09/2022 00:00
Aiban Wagua, nos ha dejado sus valiosos escritos
Hace muchos años, impresionada por la certeza, bella y verdad de su hermosa poesía, escribo sobre el poeta Aiban Wagua, fallecido hace poco, miembro de a Academia de la Lengua y uno de los mejores escritores panameños. Históricamente, los más conscientes han comprendido la desventura y el dolor de nuestros pueblos indígenas, pero ahora en la voz de sus propios voceros, de allá para acá, de las profundidades del alma indígena, surgen voces denunciando la agresión, aquella de la cual nosotros quizás no nos percatábamos, la agresión a su conciencia, a su “yo”, a su intimidad.
En la voz del gran poeta Aiban Wagua, nos llega a través de sus poemas toda esa violenta realidad. En su poema “Véndame los ojos” está presente la necesidad de escapar del asedio mercantilista.
Si muero cruzando el mar. Véndame los ojos y déjame allí, dile a mi gente que he muerto negándome a vender mi rostro vegetal”. Y en un sentimiento de solidaridad se identifica cuando dice. “Yo soy marginado, cuando escapen y cubran de promesas a mi hermano indio, en todos los caminos de América”.
Y toda la mentira de una farsa la comenta cuando expresa:
”He amarrado aquí mi cayuco, y camino buscando un sitio donde colocar un manifiesto de gente pobre. En cada llanto nace un brazo magullado y ondea la báscula y me duele mi libertad. No. Yo soy un esclavo. No me confundas. Mira mi muñeca, mis pies, y tengo zapatos, llevo corbata y puedo darle mis veinticinco centavos a un limpiabotas, y soy un pobre esclavo jugando a hombre libre.
La comunidad indígena parte de nuestra nación ha estado marginada de nuestra vida económica, social y cultural. Como en toda América, los primeros habitantes de este continente han sido relegados a segundo plano. Nosotros hemos apreciado en todo su valor la riqueza cultural y expresiva que poseen. La poesía de Aibàn Wagua, poesía testimonial, escueta, desnuda, directa. Con voz de negros presagios dice: “Viene el turista hermoso indio. Viene desarmado, en pantalón corto, la guayabera y la Canon al costado”.
Imagen descriptiva del nuevo mundo de San Blas (de la realidad cotidiana de los indios kunas a quienes con una gran ligereza muchos califican de “mercantilistas” sin detenerse a profundizar sobre cuáles son sus verdaderas condiciones y hasta qué punto esa realidad es tan amarga y cruel.
Aibàn Wagua la ha recogido y les advierte a sus hermanos:
“Viene el turista hermano indio! Nada, nada va a pasar Tendremos plata y una chica “vaga”, y daremos la mano al chimpancé, a la mosca africana, a la pantera, a la guasasa… El turista comprará el maní y el banano y la carne de caballo para el tigrillo y la pantera y arrojará los centavos para nosotros. ¡Querrá que los atrapemos en el aire o en el fondo del mar.! Toma el maní, toma el centavo, ¡atrápenlos y mátense! ¡Flash! ¿Una foto de su niña dando de comer al indio”?
“… Volveré a arrojar palabras indias” una búsqueda de la identidad perdida, un volver a reconocerse como indio, porque la civilización actual no le ha dado nada, lo ha despojado de su verdadera identidad, entonces, expresa en los siguientes versos el poeta.
“Viene el turista, hermano indio. Yo voy a ponerme a la puerta de mi casa para que no entierre a mi abuelo. Esta es casa mía. ¡E iré con la niña luna y con la luna vieja volveré a arrojar palabras indias!
Y esa impotencia de salir de ese círculo la refleja cuando dice: “Cantaremos al turista, aunque nos puya el dolor”.
Y terminamos con los últimos versos de estos poemas publicados en su folleto “A la manera Kuna”.
“Viene el turista y ya llegó hermano indio. Trajo consigo la guadaña y nos han dicho que era la vela para los muertos. Ha partido nuestra tierra. El turista ha formado equipos de combate. Tal vez te mate yo cuando el turista prefiera tus playas. Y, dicen que es una flor oriental”.
Hoy nos duele su muerte, pero es hora de publicar y rescatar sus trascendentes escritos que llevan en si una verdad que debemos admitir y preservar a través de sus valiosos escritos.