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- 12/02/2022 00:00
'Affaire' diplomático entre México y Panamá
Una vez más, el actual presidente mexicano ocupa los titulares en Panamá y México. En esta oportunidad, aparte de que para vender uno de sus faraónicos proyectos, en su momento, le dio a entender a su pueblo, en un video oficial, el dislate de que el istmo de Tehuantepec es más angosto que la actual ruta del canal de Panamá, en esta oportunidad, en una demostración de que vive en la época del imperio de Iturbide, cuando México extendía sus límites en el sur, eventualmente hasta Costa Rica, demuestra que desconoce que Panamá no tiene historia común con Centroamérica y mucho menos con México y que las actuales repúblicas de Centroamérica no son protectorados de ese país, como para que le permitamos aplicar aquí la maloliente política de “áreas de influencia”, admitiéndole su imperial capricho de imponerle a Panamá improvisados y muy cuestionados “embajadores”.
Lo anterior se dibuja como una extensión de su peculiar interpretación de la Doctrina Estrada, que utiliza como instrumento de apoyo a los regímenes dictatoriales de América Latina, que emergen de amañados y, por tanto, espurios procesos electorales. Al parecer el actual presidente de México confunde el Gobierno panameño con uno de sus acólitos en la región, desconociendo que, al menos, aquí hay libertad para elegir y se respeta la voluntad popular, lo que hace que tengamos Gobiernos legítimos y, por tanto, con capacidad de obrar en consonancia con ello al momento de otorgar o negar el beneplácito a los embajadores que nos propongan. En razón de lo señalado, nuestro país, para evitar llegar a negar el beneplácito a la polémica figura que indebidamente ya se había anunciado como futuro embajador mexicano en Panamá, requirió no presentar la solicitud. Ahora, para sorpresa de todos y en la misma dirección que la acción anterior, el Gobierno mexicano, contraviniendo las reglas diplomáticas, que se exige para estos casos; nuevamente en un acto premeditado, dirigido a enconar las relaciones entre los dos países, antemano, sin la concesión previa del “placet”, como obligándonos a aceptar su propuesta; anuncia, con bombos y platillos, quien será su nueva “embajadora” en Panamá, acto este que acompaña de la insana intención de sembrar discordia dentro del Ejecutivo panameño, aseverando supuestas discrepancias entre el presidente y la ministra de Relaciones Exteriores, tratando con ello de arrinconar a nuestro Gobierno, para obligarlo a aceptar a una persona que, al igual que el anterior o más, no es digna de representar al noble pueblo mexicano, que históricamente, como muestra de respeto para nuestro país, se ha caracterizado por acreditar en Panamá a renombrados embajadores de carrera, con un alto perfil académico.
Habida cuenta de lo hasta aquí reseñado, considero que, en vez de aceptar la envenenada propuesta, es preferible no darle respuesta a la insolente sugerencia y tomar la decisión de que la relación con el actual Gobierno de México se mantendrá exclusivamente a nivel de Encargado de Negocios, “Ad Hoc”, ello es, en propiedad, por el lapso del presente Gobierno panameño. De tomarse tal decisión, se evitaría caer en el juego del Gobierno mexicano, en caso contrario, doblar la cerviz y admitir un ultraje diplomático.
En consecuencia, para evitar ello, nuestro Gobierno no debe otorgarle el beneplácito a la última persona propuesta, retirar a nuestro embajador y a renglón seguido, solicitar la acreditación de un Encargado de Negocios, “Ad Hoc”, a través de cartas de gabinete. Si en contrapartida, México insiste en prolongar la crisis diplomática y se niega a otorgarle el “placet” o beneplácito a la nueva figura presentada por Panamá para ocupar el cargo de Encargado de Negocios, “Ad Hoc”, entonces, simplemente, estaremos ante una presencia diplomática, tanto en México como en Panamá, al mínimo nivel, ello es, representada en la figura de un Encargado de Archivos que sería el representante diplomático panameño y también mexicano de más alto rango en la carrera diplomática presente en las respectivas embajadas. Total, como dice el dicho, más se perdió en el diluvio y agrego yo, al menos, con esta postura se evitó que se mancillara la dignidad nacional y, además, vendrán tiempos mejores.