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- 01/10/2019 07:00
Hasta luego, profesora Ada Luz López de Gordón
La semana pasada abandonó nuestro mundo terrenal la maestra y profesora Ada López de Gordón. No soy la persona más idónea para hablar de sus virtudes, porque me vinculé a ella solo unos ocho meses de trabajo, cuando fue ministra de Educación. Andrés, Bertilo, Nelva, Gilberto y otros compañeros de luchas gremiales pueden dar mejores testimonios que yo. Sin embargo, no puedo dejar pasar la oportunidad de señalar que en este mundo actual de valores morales trastocados, es imperioso resaltar la figura de quien ejerció un apostolado en la educación.
En diciembre de 1989 asumió la maestra Ada el Ministerio de Educación, pasada la horrorosa invasión norteamericana a Panamá, que dejó incontables muertos, heridos, y una afrenta a la dignidad nacional. Como dirigente magisterial de los Maestros Independientes, se rodeó de conocidos líderes magisteriales para enfrentar la dura tarea de dirigir el sector educativo, cosa que no pudo culminar, porque su partido, el Demócrata Cristiano, fue excluido del Gobierno por el presidente de la República.
Durante el tiempo que Ada dirigió el Ministerio, lo hizo de una manera democrática; consultando a todos los sectores: padres de familia, educadores, funcionarios administrativos, empleadores y otros; no sin recibir a cambio muchas críticas, producto de las fuertes contradicciones e intereses de poder dentro del sector educativo.
En cierta ocasión un amigo sacerdote ya fallecido, dijo en su homilía que una ministra había nombrado a su hija como su secretaria. Yo no tuve la oportunidad de aclararle que su hija estaba dentro del sistema como profesora, y que fue trasladada precisamente para poder cubrirle las espaldas. ¿Cómo no hacerlo, si Ada transitaba sobre “arena movediza”, y requería gente de confianza que la estuviera protegiendo? Hasta algunos amigos y colegas le traicionaron en su misión al frente del Ministerio.
La profesora Ada, originaria del Darién, pudo superarse, de ser una maestra rural y llegar a ser dirigente nacional, diputada y ministra. Además, posteriormente incursionó en la docencia universitaria.
Lo que más me impresionó de Ada fue su humildad. Antes de asistir a su primer Consejo de Gabinete me confió que creía no tener la indumentaria para la ocasión. Mientras fue ministra y durante su vida continuó viviendo en su pequeño apartamentito en La Locería. Recuerdo que muy contenta me mostró el auto nuevo que había comprado: un pequeño sedán.
Siempre la admiré por esa virtud de humildad. Hoy en día, al conocer la vida del expresidente de Uruguay, José Mujica, comprendo que hay seres bondadosos que pueden llegar muy alto, pero que no se marean por el dinero.
En los últimos años, coincidí con Ada en la Iglesia San Pablo Apóstol de La Locería, donde ella fue una colaboradora inquebrantable del padre Popito, su párroco. Allí desempeñó una labor incansable y relevante.
La última vez que hablé con ella fue en un convivio en la iglesia, a principios de año. Allí estaba junto a sus hijos y nietos. Ella, siguiendo las enseñanzas del Evangelio, se convirtió en una servidora de sus semejantes. A no dudarlo, ya está en el seno de Dios.
Estoy seguro de que muchos la extrañaremos; y Ada fue una personalidad que nuestra juventud debería conocer como un digno ejemplo a seguir por sus altos valores profesionales, cívicos y morales.