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- 09/02/2020 04:00
Prejuicio y desinformación
Los acontecimientos, tanto nacionales como internacionales, que nos afectan como ciudadanos de este país han hecho mucho ruido en los últimos días, especialmente por la repetición y a veces intoxicación de algunos a través de las redes sociales.
El coronavirus ha sido el foco de atención aquí y afuera, pero en nuestro país se dio una circunstancia lamentable, la protesta de los residentes de Pacora por la presencia en el área de un grupo de estudiantes que habían llegado de China en una escuela que, por estar ahora los estudiantes de vacaciones, no está en uso. Esa reacción, como escribió un columnista el viernes pasado, no fue consecuencia de intolerancia basada en la ignorancia, sino de la mala información. Yo agregaría que más que mala información se debe a la desinformación. Si los chicos estaban allí recluidos para una especie de cuarentena, no debió haber alarma en la población, sino todo lo contrario, solidaridad para con esas familias que estaban pasando por un momento incierto.
A través de las redes se divulgó que había casos de coronavirus en Panamá, lo que no es cierto, y algunos médicos se pronunciaron de manera contundente de que debe haber sanciones para los que divulguen noticias falsas. No se trata de coartar la libertad de expresión, sino de la irresponsabilidad de divulgar mentiras y alarmar innecesariamente a la población.
Después nos cayó la fuga del criminal de cinco jóvenes asiáticos hace unos años en La Chorrera. Este individuo, de altísima peligrosidad, estuvo definitivamente en posición de haber perpetuado su escape en complicidad con estamentos de la seguridad del penal, la mafia internacional y mucho dinero de por medio. No es la primera vez que se escapa y esa escaramuza hizo rodar las cabezas de dos ministros del gabinete. No entiendo por qué él tenía una cortina para que tuviera privacidad, lo que le permitió cortar los barrotes de su celda. Sus escapadas son dignas de una serie de Netflix.
Pero, tanto la masacre que ocurrió en La Joyita hace un mes como esta fuga deben abordarse con el uso de inteligencia tecnológica al más alto nivel, ahora con drones y con dispositivos de ubicación geográfica (GPS) no hay límites para controlar los más mínimos movimientos que se dan en cualquier lugar, con mucha más justificación en los centros penitenciarios, donde se puede monitorear a control remoto cualquier incidencia que se produzca. De igual forma, habría que revisar la ley penitenciaria y adecuarla a las tecnologías con que hoy se cuenta. Es cuestión de voluntad y de modernización.
Y llegamos a la designación a la ministra de Gobierno, bajo cuya responsabilidad está el Sistema Penitenciario. Conocí a la señora Grajales en su cargo de gobernadora y en todo momento me pareció una persona con decisión y voluntad de hacer su trabajo. Al recibir la noticia de su nombramiento, me pareció acertada. No habían pasado un par de horas cuando se hizo viral un video en el que se le mostraba gozando de los carnavales, como si fuera un pecado o algo inmoral que le gusten esas fiestas. Me pareció una crítica injusta e improcedente, pero, sobre todo, machista. Estoy segura de que a un hombre no le sacan los trapos como se lo están sacando a ella y con tanta saña.
Los prejuicios son ideas preconcebidas, generalmente negativas, hacia algo o alguien, pero se agudizan con las mujeres, a las que nos achacan toda clase de acciones negativas, amantes que no existen y descalifican nuestras capacidades profesionales y de liderazgo sin siquiera darnos la oportunidad de probarlas. Al tiempo que se dejan obnubilar por los prejuicios, tanto machistas como partidistas, los que se adelantan a divulgar estas escenas y noticias, más que desinformar, hacen un daño terrible al ya de por sí clima tenso en el que vivimos a diario. Un presidente fue electo hace diez años por una gran mayoría de incautos unos meses después de haberlo filmado saltando de colchón en colchón en carnavales, y nadie lo criticó (o muy pocos).
Con estas actitudes, donde es más fácil prejuzgar, divulgar por WhatsApp, Twitter o cualquier otra red social, sin siquiera averiguar si es cierto lo que se está propagando es una inmensa irresponsabilidad y con ello no contribuimos a elevar la cultura ciudadana que reclamamos a otros, pero que no practicamos. Basta de la desinformación, la saña, los prejuicios y el machismo. Construyamos un mejor país con las buenas acciones de todos.