• 05/12/2023 00:00

1968 y 2023, ¿algún parecido?

Vivimos situaciones similares a las de 1968. Existe desprecio a lo que la gente piense

La mayoría de la población desconoce lo sucedido en octubre de 1968. Hace 55 años un golpe de Estado echó al traste con el deteriorado orden político existente. Se acababa un periodo democrático, que de ello solo tenía el nombre, dando paso al régimen militar que duró 21 años. Las rivalidades por el poder eran desmedidas. Los fraudes electorales eran la norma, junto a compra de votos y cédulas y mucho alcohol. Intrigas y traiciones se apoderaron de lo político.

En 1964 se produjo el robo de las elecciones a favor del oficialista Marco Robles, en contra de Arnulfo Arias, apoyado por la oligarquía y la Guardia Nacional. Fue un gobierno de mucha convulsión, siendo la corrupción su principal característica. Se robaban los pocos fondos públicos existentes. La deuda pública de entonces no llegaba a $200 millones.

Arnulfo Arias se alió en 1968 con los poderosos propiciadores del fraude que impidieron su triunfo cuatro años antes, dividiéndose la oligarquía. Hicieron lo indecible para que el liberal David Samudio, ganara. Pero Arnulfo había sumado a su lado hasta al azucarero, Max Delvalle, primer vicepresidente de Robles El gobierno usó a la Guardia Nacional para amedrentar y recursos públicos se volcaron descaradamente en la campaña. Había que ganar a como diera lugar. Todo valía. Se robaron urnas hasta en sitios públicos como la Iglesia del Carmen, en Vía España. Finalmente, se logró reconocer el triunfo de Arnulfo. Contrario a lo que se pensaba - inclusive sus nuevos socios- este volvió a ser el mismo autoritario y déspota de siempre. Desconoció el triunfo de diputados opositores, y de su mismo partido, que habían ganado en buena lid, para poner a sus amigos. Hizo lo mismo con los concejales. Creó caos e incertidumbre antes de asumir la presidencia. Pactó con la Guardia Nacional los cambios que se harían en la institución armada y los violó, apenas le colocaron la banda presidencial.

Más que por cambiar el rumbo del país, el golpe militar se dio para no perder prebendas acumuladas. Fue muy escuálido el apoyo popular recibido por Arnulfo al ser derrocado. Por sus iniciales arbitrariedades la gente se desencantó. Los militares panameños vieron que, en Perú, una semana antes, el 3 de octubre, los generales, liderados por Juan Velasco Alvarado, depusieron al presidente constitucional, Fernando Belaunde Terry, por firmar contrato con una petrolera transnacional en condiciones leoninas para el país. Seguro que aquellos los envalentonó para dar el paso. Vivimos situaciones similares a las de 1968.

Existe desprecio a lo que la gente piense. La gula por los recursos públicos en detrimento de la salud, la educación, la seguridad y el bienestar de la población, trasciende barreras criminales.

El despilfarro y la trampa, en todo lo que tocan, carece de parangón. La deuda pública negociada por más de $20,000 millones, que han tratado de justificar con una pandemia terminada hace dos años, no se justifica con obras realizadas ni resisten una elemental auditoría. La aprobación en tres días de un contrato minero que por el apuro ni siquiera leyeron y la sanción de Cortizo minutos después, así demuestra su desparpajo. En el proceso hasta irrespetaron a obispos panameños Como nunca se vio en los 33 años que llevamos de democracia, los recursos públicos se vuelvan en favor del candidato, un vicepresidente en funciones, apoyado por el presidente de turno. Ni las apariencias guardan en los abusos que cometen. No hay fiscalización de los gastos públicos y, al igual que antes, la justicia podría convertirse en una caricatura. Los gobernantes han perdido por completo la vergüenza.

Hasta temores de manipulación del Tribunal Electoral están planteados Gracias a Ricardo Arias Calderón, el primer ministro de gobierno tras la invasión, tenemos una fuerza pública profesional que difícilmente propiciará un golpe de Estado contra el orden establecido, por más tóxico que este se presente. Pero, ¿ante tanta desvergüenza, estaremos pronto a un levantamiento social aupado por esos que lo que menos quieren es una nueva democracia para el país, y que pretenden decirnos que lo que vive Cuba, Nicaragua y Venezuela es la panacea a la que debemos aspirar los panameños?

En las próximas elecciones debemos unirnos en un haz de voluntades para sacar a los parásitos que se han enquistados en el poder y enrumbar a Panamá por caminos de solidaridad, justicia y transparencia. Esto solo dependerá de nosotros, guiados por políticos que, como Arias Calderón en 1989, tengan la entereza y el desprendimiento de echarse a un lado para lograr el triunfo sobre el mal que nos agobia.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus