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- 30/09/2024 00:00
1 de octubre de 1979: 45 años después
Mucho he insistido en los últimos años en la formulación de un proceso educativo con miras a colocar a nuestro país, dentro de un par de décadas, en el sitial en el cual su capital humano esté tan preparado como en los países más competitivos e innovadores del planeta. Es difícil, pero no imposible. Sin ahondar en las desventajas que la corrupción ha hecho de nuestro sistema educativo y, los terribles efectos en la población que se deberá estar preparando para asumir la responsabilidad de llevar el país hacia ese lugar, lo cierto es que pocas han sido las señales desde la perspectiva de planificación educativa que me llevan a pensar que ese es el objetivo.
De igual manera, durante los años que tengo opinando en este y otros espacios, he insistido en la importancia de la preservación de la memoria y el legado histórico, al igual que su constante divulgación. La razón es sencilla: no podemos mirar el futuro sin saber y entender de dónde venimos. No podemos dejar de transmitir a esas comunidades del futuro los retos que enfrentamos como grupo humano para salvar, ante todo, la dignidad y nuestro potencial como nación.
Hay quienes piensan y han logrado a lo largo de los años, eliminar o disminuir de los programas educativos, la enseñanza de los retos sociales y políticos, particularmente del pasado siglo XX, convencidos de que esos temas ya no son de importancia. A mi parecer, esas decisiones, sumadas a otras sobre lo que en realidad se requiere para avanzar las causas de desarrollo del país: técnicos, tecnócratas y mano de obra especializada, han disminuido considerablemente el sentimiento de identidad compartida que ha permeado los tejidos sociales y culturales de la sociedad, arrinconándolos en la esquina del facilismo, la superficialidad y, en muchos casos, un perverso y miserable desdén por el bien común.
En este tiempo en que se avanzan los esfuerzos por modernizar el sistema educativo con miras al futuro, hay lecciones en el pasado que sirven de ejemplo para enfocar la visión de los involucrados en los mismos objetivos.
Mañana 1 de octubre deberíamos estar celebrando con mucho entusiasmo en las escuelas, colegios, instituciones públicas, plazas, parques lugares públicos y hasta en los malls, una de las fechas más significativas que dio inicio al proceso de descolonización de la hasta entonces llamada Zona del Canal de Panamá. Ese día se inició la cuenta regresiva de 20 años que culminaría con la desaparición de la Zona del Canal y las bases militares de los Estados Unidos. Se lograría la unificación del territorio nacional, la entrega del Canal a manos panameñas y que ondeara una sola bandera en el cielo panameño, entre otros hechos significativos que perfeccionarían nuestra soberanía.
En un discurso del año 2013 titulado: “El Panamá de Panamá en la literatura istmeña”, el Dr. Arístides Royo Sánchez, (presidente que lideró ese día la entrada a la Zona del Canal), señaló que: “... ante el hecho cumplido, la juventud sabe y siente que el Canal es panameño y recorre como si siempre hubieran sido nuestros los sitios donde antes había escuelas, policías, bases militares, bomberos, jueces, hospitales, que pertenecían a una autoridad, la Compañía del Canal de Panamá y al Ejército de Estados Unidos. Actuaban como si fuesen soberanos en un territorio que semejaba un Estado insertado dentro de otro”.
Esa sensación de que el Canal pertenece a todos no es negativa sino todo lo contrario y por eso es positivo que el cambio haya sido asumido con naturalidad. Nos preocupa, sin embargo, que nuestros jóvenes desconozcan la historia y la literatura que ponen en evidencia cómo el aporte escalonado de distintas generaciones permitió que llegáramos hasta la culminación de casi un siglo de conflictos y diferencias”.
Tenemos retos magníficos con desprogramar a la población de que los actos de corrupción de las últimas décadas, no es lo normal. Más grande es el reto al tratar de enseñarles a las generaciones en formación de que este país fue capaz de hacerle la batalla al país más poderoso del mundo y vencer. Las dos tareas, las correcciones político-sociales y el rescate histórico, son esenciales para la construcción de un mejor futuro. En la búsqueda de una sociedad más justa y equitativa, 45 años después de tan importante inicio y, en lo que queda de esta primera mitad del siglo XXI, hay lecciones en la historia. Debemos subrayar cada esfuerzo correctivo con el resurgimiento de una nueva conducta tan viva y expansiva como la que se competió para la recuperación de la Zona del Canal y el Canal de Panamá.