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- 27/05/2023 00:00
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La mayoría que tenía el presidente José Remón en la Asamblea Nacional era aplastante. Se suponía que los pocos diputados de la oposición se mantendrían irreductibles en las líneas contrarias al oficialismo. De pronto surgió un debate sobre unas exoneraciones que patrocinaba el gobierno. Uno de los diputados opositores inesperadamente asumió posiciones de apoyo al régimen imperante. La mínima bancada antirremonista no salía de su asombro y el momento fue aprovechado por el diputado liberal Simeón Cecilio Conte para censurar al diputado que claudicaba.
–¿Cómo es posible que usted se ha atrevido a dar semejante brinco? –expresó Conte.
–Lo que me extraña, ripostó el diputado tránsfuga, ya desaparecido, –es por qué usted aún no ha hecho lo mismo.
El diputado Conte, con el rostro visiblemente alterado, dio una respuesta lapidaria en los siguientes o parecidos términos: “Nunca seré un tránsfuga porque, además de ser un hombre de principios, tengo memorias que venerar, las de mis padres”.
Este Hombre, así, con mayúscula, acaba de morir en el Penonomé de sus amores, ya en la orilla de sus 90 años.
Los que conocimos y tratamos por decenas de años a Simeón Cecilio Conte tenemos que convenir que su larga vida estuvo presidida por dos constantes: la fidelidad a sus convicciones y la inclaudicable veneración a la vida y obra de sus padres.
En la copiosa correspondencia que poseo de él, nunca faltó la referencia a la riqueza espiritual de su hogar y a los papeles y libros viejos que conservaba de su padre, Héctor Conte Bermúdez.
A pesar de la tradición conservadora familiar, Simeón Cecilio Conte era hombre de temperamento liberal. Pero más que político, era un gran protagonista de cuanta jornada se desarrollaba en su patria chica.
Sus virtudes cívicas hicieron posible el desarrollo de su personalidad tan solidaria y filantrópica. Su domicilio era paso obligado de los centenares de compadres, ahijados y amigos que cultivó en su vida. Los campesinos del norte coclesano tenían en este ilustre penonomeño un bálsamo a la hora de las necesidades. A pesar de la solvencia económica familiar, la humildad nunca dejó de ser la insignia superior de su comportamiento individual y social. Era un fino ejemplar de las buenas maneras. En materia de urbanidad pudo dar lecciones a Carreño y por sus modales que cautivaron y dieron señorío a su conducta, era un prócer de la decencia.
En su existencia solo tuvo dos domicilios, Penonomé y Liverpool. En esta última ciudad vivió durante la Segunda Guerra Mundial y fue testigo de los tremendos bombardeos nazis. Durante su estancia en Inglaterra, en Penonomé todos temíamos que una bomba podría caer sobre la residencia del paisano ausente, y caló tanto el temor, que recordar aquellos bombardeos es recordar a Monchi Conte en Liverpool. Así era de sencilla o candorosa la relación humana que se cultivó en una etapa de nuestras vidas.
Su última gestión histórica como diputado de la Asamblea Nacional fue haber estampado su firma en el salvamento de voto dictado en el juicio seguido al presidente José Ramón Guizado. Fuimos ocho los diputados que absolvimos a Guizado. Sus nombres: Simeón Cecilio Conte, Aquilino E. Boyd, Juan B. Arias, Antonio Delgado, Tomás Rodrigo Arias, Francisco José Linares, Plinio Varela y el autor de esta crónica. Al morir Simeón Cecilio quedo como el único sobreviviente, no para contar la historia, sino para recordarlos con especial respeto y afecto inmarchitable.
Mi amigo Rubén Darío Carles, quien me llamó a Boquete para darme noticias del fallecimiento, posteriormente me hizo un relato del sepelio y de las palabras de despedida, y del anhelo del obispo de Penonomé de convertir el domicilio de Simeón Cecilio en un centro de cultura.
En una de sus últimas cartas, entre párrafo y párrafo llenos de juiciosos comentarios y más que juiciosos angustiosas observaciones sobre el acontecer nacional, advertí que la tierra ya lo llamaba para iniciar el tránsito final. La amistad de nosotros y de nuestras familias, me decía, se inició en la cuna y continuará en el cielo. No tengo la mínima duda de que en el lugar en que se encuentre abogará por la buena vida de los amigos y familiares que hoy sienten una gran congoja por su partida hacia la única eternidad.
Definitivamente siento que hombres de la talla moral de Simeón Cecilio Conte constituyen una especie en peligro de extinción. ¡Quedan tan pocos con vida tan ejemplar! ¡Paz a su tumba y recuerdos imperecederos a su tránsito vital!
Publicado originalmente el 11 de julio de 2005