José Alejandro Rodríguez: 'Un maestro cambia muchísimas más vidas que un ingeniero'

Actualizado
  • 28/07/2022 00:00
Creado
  • 28/07/2022 00:00
En esta edición del Panamá que queremos de 'La Estrella de Panamá', hablamos con un joven que promueve la educación y los valores entre adolescentes en conflicto con la ley
Líder joven emergente, escogido por el Departamento de Estado de Estado Unidos en 2018

José Alejandro Rodríguez es un joven de 25 años que nació en el popular barrio de Santa Ana, que lucha para hacer de Panamá una mejor nación. Así lo ha expresado.

Rodríguez impulsa la educación y los valores entre jóvenes en conflicto con la ley a través de proyectos como 'Dame un chance'.

Quiero conocer a José Alejandro Rodríguez.

Soy un chombito panameño como cualquier otro. Un joven que se apasiona por la educación y el estatus social de la nación. Para mí ha sido muy difícil estrellarme con la realidad de muchos niños y jóvenes que nacieron no muy lejos de donde yo lo hice, pero que encontraron caminos diferentes. Y mucho de esto tuvo que ver con el acceso a las oportunidades, con su círculo familiar y social, y con la educación.

Quisiera aportar mi granito de arena, como lo han hecho un montón de panameños como Sara Sotillo y Clara González, para hacer de Panamá una mejor nación.

¿Dónde nació y creció?

En Santa Ana. Allí estuve seis años. Después continúe ese crecimiento en Paraíso, Ancón, con mis abuelos. Mi papá es del archipiélago de las Perlas. Toda mi familia es afrocolonial. Por mi mamá, tengo familia afroantillana.

¿Existe alguna anécdota que le haya impulsado a trabajar por la educación

Es una historia larga y corta. Mi primera experiencia con las realidades del país fue en Río Indio centro, siendo misionero. ¡Eh...! Allí pude observar cómo los murciélagos le daban vuelta a la escuela y cómo los muchachos tienen que caminar hasta tres horas para asistir a las aulas. Hay, por ejemplo, siete hijos de una pareja y viene otro en camino. Y, como si fuera poco, viven en una casa que no es más grande que mi cuarto. Esa realidad me impactó. Pero la cohesión comunitaria y cómo se unían para ver que a los muchachos no les falten oportunidades, también me quedó marcado. Así fuera un partido de fútbol o un convivió en la iglesia.

Después empecé a dar mis primeros pasos en Ayudinga, un canal de YouTube panameño, que dictaba clases de matemáticas, física y química para los estudiantes hispanoamericanos. Allí estuve durante cuatro años.

Además, estuve en un rally científico, un programa de las infoplazas, en donde iba por todo el país realizando talleres científicos con los niños para incentivarlos en la educación y, al mismo tiempo, promoviendo la plataforma.

Hábleme del premio obtenido como líder joven emergente.

Lo otorga el Departamento de Estado de Estados Unidos. Fue muy chévere. Era el único latino en esa promoción. Me lo otorgaron por todo lo que había hecho en Ayudinga. Y en otro proyecto denominado Star, que permitía que los estudiantes universitarios dieran clases de ciencias en las escuelas públicas. Ese premio fue una experiencia muy bonita.

¿Cómo lo postulan al premio?

Las embajadas de todo el mundo postulaban a sus chicos o chicas con el perfil que consideraban requiere un líder emergente. Me postularon y me lo gané porque les gustó mi perfil. Era el único afroamericano. Había, además, dos afrodescendientes, una de áfrica y, por supuesto, yo.

Fue muy bonito descubrir la realidad de Turquía y de Pakistán y de todos los demás muchachos que obtuvieron el premio. Me percaté de que todos los países tienen su propio contexto, sus propios problemas. Lo que me asombró era que había muchos agentes sociales trabajando en esos problemas. Es decir, el hecho de tener jóvenes queriendo hacer cambios era la constante. Eso me inspiró bastante porque me veía muy chiquito.

¿Cómo hace el primer contacto con los jóvenes en conflicto con la ley?

En una de las taquillas, porque a esos eventos se les da muchas publicaciones e imágenes en el mundo, me reconoció Ramón Alemán, que era el director del Centro de Custodia de Arco Iris, para jóvenes en conflicto con la ley. Me explicó que necesita alguien como yo para motivar a los muchachos.

Dicté una charla, y cuando terminé los muchachos me pidieron que les enseñara a multiplicar y a restar. Me sorprendí porque tenían entre 16 y 17 años. Algo no me conectó. Pensé en cómo es que a esa edad no sabes multiplicar ni restar. Entonces me di cuenta de que no necesitaba irme al interior para encontrarme con estas historias, sino que las tenía justo en la ciudad.

Hablé con el director y me permitió dar clases todas las semanas en los centros. Daba tutorías de matemáticas y de física, de lo que necesitaban los muchachos.

¿Qué experiencia ha acumulado de esa convivencia?

Después hicimos talleres de expresión. Los muchachos nos contaron sus historias de vida. Había quienes a los seis años empezaron la escuela. Después a los nueve años comenzaron con el alcohol, a los 11 años estaban adentrándose a las actividades delictivas, a los 13 años tenían su primera actividad sexual, sin ningún tipo de guía. A los 14 años se salían de la escuela y a los 16 quedaban presos. A los 17 se enteraron de que a su mejor amigo lo habían asesinado. A los 18 se daban cuenta de que todo su clan o su marca está presa o muerta. A los 19 y 20, el muchacho sale al mundo que lo puso en el mismo sitio que al principio. A todo esto añade que las figuras maternas o paternas pueden estar muertas o en cárcel, es decir, que el muchacho nunca creció con un núcleo sólido y no tiene ninguna referencia de confianza, de amor ni de guía. Te das cuenta que esos muchachos son producto de la sociedad. No es que sean maleantes de la noche a la mañana. Ese menor fue un niño, ese maleante fue un niño, tuvo una historia, un proceso y nosotros los abandonamos en todas esas fases.

¿Qué promueve para cambiarlo?

Creemos en la formación integral, más que todo enfocada en la parte emocional. Nosotros en el proyecto desarrollamos una escuela de valores para jóvenes en conflicto con la ley. Íbamos a los centros y dábamos clases de agradecimiento, perdón, plan de vida, es decir, todas estas cosas que la escuela no te da, pero que sentimos que era necesario para formar emocionalmente a estos jóvenes, que eran sobrevivientes de los ciclos de pobreza. Entonces, empezamos con ese proyecto en 2019. Yo era mentor de 'Dame un chance'. Pero vino la pandemia y se tuvo que cancelar.

No obstante, seguimos, en el laboratorio ciudadano donde nació 'Dame un chance' y desarrollamos la escuela virtual de valores para jóvenes en conflicto con la ley. Ahora no solo para un centro, sino para cuatro en todo el país. Conectamos a Chiriquí, Colón, Herrera y Panamá.

¿Ha podido medir los resultados?

En la primera fase, que era presencial, logramos medir aspectos de la empatía, la claridad mental y la atención.

En la segunda fase, en el informe de conducta de los muchachos, se evidencia que bajaron los llamados de atención y los consejos de disciplina. Incluso, nos pasó en una ocasión que un muchacho recibió una agresión y decidió no responder porque si lo hacía se perdería la oportunidad de participar en 'Dame un chance', porque era uno de los requisitos. Tuvo un gran impacto en los muchachos.

¿Qué piensa hacer en el futuro?

Me acabo de graduar de ingeniero, que no tiene nada que ver con los temas sociales. Pero no creo que siga la ingeniería. Siento que un maestro cambia muchísimas más vidas que un ingeniero.

En estos momentos la educación pública está en pausa por las protestas, ¿qué opina de eso?

Comparto mucho la insatisfacción de los educadores. Pero la preocupación es la continuidad de los ciclos, especialmente en los más chicos. Es conocido que en edades muy tempranas, hay procesos sinápticos que no vuelven a ocurrir de la misma manera una vez que el muchacho crece. Es decir, que si no aprovechamos este tiempo para que los niños aprendan a leer y escribir y socializar, muy probablemente no podamos recuperar ese momento, lo que estaría condenando a una generación completa en sus capacidades de lectura, escritura, conducta y entornos emocionales.

¿Qué mensaje enviaría a las familias con jóvenes en conflicto con la ley?

Nunca es tarde para aprender a amar, nunca es tarde para buscar recursos y unirse para los demás. Es cierto que aunque no podamos aprender a multiplicar y dividir, siempre podemos compartir. Siempre las personas que se unen en el amor, ganan cuando se organizan.

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