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“Tuve hasta dos meses que no abrazaba ni veía a mi familia”
- 06/07/2020 00:00
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El miedo y la angustia se apoderaron del mundo de manera inesperada este 2020. El responsable, un nuevo coronavirus designado bajo el nombre de SARS- CoV-2, causante de la enfermedad pulmonar llamada covid-19, que corría por la ciudad de Wuhan capital de la provincia de Hubei, China, en diciembre de 2019. El desconocido virus, declarado como pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS), es tan contagioso que se fue propagando rápidamente por el planeta, en los cuales ha dejado miles de muertos y millones de enfermos a su paso.
La incertidumbre y la zozobra seguían apoderándose de la población mundial y es que nadie estaba preparado para recibir una crisis de tal magnitud y de la que nadie sabe hasta hoy cómo recuperarse. Sin una preparación previa, los jefes de Estado de todas las naciones empezaron a tomar medidas drásticas, como cierre de fronteras, terrestres y marítimas, así como también suspensión de vuelos aéreos, medidas de cuarentena, a fin de evitar contagios y la mayor propagación de la enfermedad.
En Panamá, con un poco más de 4 millones de habitantes, es la nación de Centroamérica con más casos de covid-19 reportados, ya roza los 40 mil positivos y casi los 800 muertos, lo que se convierte en una carga para el sistema de salud pública. Y es que ante el aumento de los casos, el desafío más grande es para todo el profesional de Salud, puesto que, al estar en primera línea de combate del virus, están más expuestos y corren mayores riesgos de contagio y enfermar.
Ana Reyes de Serrano, presidenta de la Asociación Nacional de Enfermeras de Panamá (Anep), señala que la velocidad en el incremento del número de pacientes detonó medidas urgentes para equilibrar la capacidad de los servicios de salud. La insuficiencia de personal ha sido tangible. “De alguna manera esta pandemia ha ayudado a que se reconozca la labor diaria del personal de Salud, como somos todas las enfermeras, enfermeros, personal técnico, administrativo, farmacéuticos, laboratoristas... Ahora con esta crisis se ha agudizado e intensificado el trabajo, así como también el riesgo de la propia vida”, resaltó Reyes durante una entrevista con este medio.
La presidenta de Anep también explicó que la magnitud de la enfermedad está causando un desgaste en el personal, tanto físico como psicológico y emocional, pero también en las familias de las enfermeras y enfermeros que cada día están con el temor de contagiarse o transmitir el virus a su familia, sin embargo, “seguimos al frente pese a las muchas debilidades que hay en el sistema”.
“Queremos que la población sepa que las enfermeras y enfermeros de este país seguimos haciendo honor a nuestro compromiso de velar por la salud de esta población. También necesitamos que la comunidad nos ayude, comprenda y facilite un poco más el trabajo. Si no se cuidan o no siguen las normas de seguridad, lamentablemente serán una cifra más en las estadísticas”, mencionó Reyes.
A su vez, Reyes aplaudió el trabajo del personal médico porque está haciendo un excelente trabajo.
Carlos Gálvez, presidente de la Sociedad Panameña de Salud Pública, también reconoció que la atención médica a pacientes con covid-19 es extremadamente sacrificada. “El personal de Salud que atiende a estas personas ha dado la vida 'literalmente', ya que muchos se han enfermado con el virus”.
“Al personal sanitario que actualmente está trabajando en la atención del paciente con covid-19, primero nuestros sinceros respetos porque ha hecho una lucha heroica y la sigue haciendo. Pero igualmente nuestra confianza en que no decaiga su orgullo y atención, y sobre todo que no se descuiden y exijan en todo momento que la prevención y cuidado de todo el personal de Salud debe ser prioritario porque es un personal insustituible; debe haber toda la garantía de que su labor esté en todo momento protegida”, contempló el galeno.
En ese sentido, Reyes agregó “como ha pasado en otros países, hemos tenido compañeros y compañeras que han estado al borde de la muerte. No debemos esperar que el personal caiga en crisis”.
Desde la Anep “insistimos en que hay que actuar y prevenir. Que a todo el personal que está trabajando en primera línea para combatir la pandemia, hay que brindarle un seguimiento de apoyo emocional, porque hay compañeros que se quedan callados y no dicen si algo les está afectando, y se guardan esa angustia”.
Reyes recordó que recientemente un compañero enfermero se suicidó y nadie supo qué le pasó. Por eso creo que es primordial organizar y fortalecer el sistema en cuanto a prevención, para actuar de forma oportuna y no esperar que las personas caigan en una crisis.
La Estrella de Panamá contactó a tres enfermeras y dos médicos, quienes nos relataron sus vivencias. Muchas de ellas duras, tristes, otras con experiencias gratas, pero a la vez importantes y únicas.
De modo que es difícil quitar palabras a estos testimonios, y por eso escribimos cada historia tal cual nos las han contado.
Soy médico de urgencias en el hospital Nicolás Solano y entrenado en covid-19.
Esta enfermedad llegó y cambió nuestras vidas de manera abrupta. Desde que aparecieron los primeros casos recibí entrenamiento sobre la covid-19. Con las capacitaciones que recibimos, tanto el personal médico como de Salud aprendimos a vestirnos y desvestirnos, porque el mayor porcentaje de contaminación surge al momento de quitarse el equipo de protección. Enfrentar esta pandemia ha sido muy difícil. Panamá Oeste ocupa ahora mismo el segundo lugar con la mayor población de enfermos con la covid-19, y al haber poco personal es muy agotador. Las horas de trabajo aumentaron para nosotros debido a que enviaron a sus casas a los médicos mayores de 60 años y a aquellos con alguna comorbilidad o patología por el alto riesgo que corrían estando en el hospital.
Todos los días era una incertidumbre en el hospital, porque tratar la covid-19 es algo novedoso y más aún que no hay cura. Así que había que buscar información de lo nuevo que se había publicado e ir aprendiendo sobre la marcha. Cuando salía de trabajar, bien cansado (igualmente mis compañeros), no iba a descansar, sino a estudiar. Recibí talleres, de tres y hasta cuatro horas por la noche, de médicos del exterior. Realmente no tenía vida propia, tras que la vida del médico es agitada, con esta pandemia ha sido peor.
El gran protocolo surge al momento de colocarse el vestido de protección, ya que toma alrededor de 20 minutos. En cuanto al uso de guantes, no utilizo uno sino dos y hasta tres diariamente, y lo complicado de esto es que el látex aprieta mucho y al tenerlos por mucho tiempo, las manos se ponen pálidas y los dedos comienzan a doler. Ni hablar de las mascarillas que utilizamos; estas producen lesiones en la nariz y orejas. Hay colegas y enfermeras que han llegado a tener úlceras en la cara debido a esto.
Una vez dentro de las salas tengo que mentalizarme que no puedo comer, tomar agua o ir al baño, porque se corre el riesgo de contaminación, así que entre más horas uno demora en sala con el equipo puesto, más agotador es para uno.
¿Que, qué ha sido lo más difícil? El distanciamiento con la familia. El no poder abrazar a mis hijos (una niña de 13 años y un joven de 16) ni a mi esposa como antes, eso me parte el corazón y hay que hacerlo para no ponerlos en riesgo. Cuando llego a mi hogar, el protocolo de desinfección es profundo y aun así no puedo compartir con mis hijos como quisiera, aunque ellos están más grandes y comprenden la situación; pero qué pasa en el caso de los colegas que tienen niños más pequeños, ellos quizá van a sentir que los padres los rechazan, cuando no es así. Reconozco que algunos colegas incluso han tenido que dormir en los estacionamientos, porque al principio los casos que llegaban eran todos críticos y la magnitud de infección era mucho mayor.
Considero que tanto el Ministerio de Salud como el hospital han tratado de suplir las necesidades. Pero al tratarse una enfermedad como esta, los insumos se acaban. Al principio lo que más nos hizo falta fue camas, y eso hizo que el hospital tuviera que abrir servicios extra porque es el único en el área oeste habilitado para la atención de pacientes con coronavirus.
Destaco la labor de cada miembro del sistema de Salud nacional. Una anécdota que resalto de todo esto es que soy el médico que estuvo a cargo de una señora de 99 años que venció la covid-19; de hecho, el presidente Laurentino Cortizo posteó esa imagen en su red de Instagram. Haber salvado la vida a esta señora fue muy gratificante para mí, porque vi muchas noticias de Italia donde dejaban morir a los ancianitos, y yo decía que esto en Panamá no podía pasar. Trabajar en una situación de crisis o pandemia de esta magnitud es una experiencia que ha cambiado el contexto en cuanto a la atención que se brindaba en los hospitales, así como nuestra vida personal. Lo más impactante de esta enfermedad es ver morir a varios miembros de una misma familia. Hemos atendido a núcleos familiares completos, sobre todo aborígenes. Una embarazada llegó al hospital a tener a su bebé, cuando le realizaron la prueba resultó positiva y le practicaron cesárea. Resulta que ese mismo día del parto hubo que trasladar al papá grave a cuidados intensivos por la covid-19. El padre falleció. Es difícil para nosotros explicar a los familiares cuadros como estos. La gente no es consciente de lo que está pasando y el riesgo que corre al exponerse al virus. Yo, por ejemplo, me siento más seguro dentro de una sala de hospital que en la calle, porque aquí dentro sé quién lo tiene, pero afuera no lo sé.
“Soy miembro de la junta directiva de la Asociación Nacional de Enfermeras de Panamá y laboro en el área crítica del cuarto de urgencias”
Aunque no estoy trabajando directamente con pacientes con coronavirus, la enfermedad ha tenido un gran impacto en el área de enfermería y en otras que no tienen que ver con la covid-19. Debido al aumento de pacientes con este virus en el área de unidad de cuidados intensivos (UCI), las enfermeras que antes veían la sala de hospitalización, hoy convertidas en UCI, han tenido que pasar a otras.
A la institución llegan muchos casos y hay que seguir las medidas de seguridad y todos los protocolos que establece el Ministerio de Salud. Como a todos los que trabajamos aquí, la covid-19 nos ha transformado nuestras vidas. En la sala donde estoy ya no miro a mis pacientes según el tipo de enfermedad que padece, sino que los veo como si fuesen un positivo más, y es porque los protocolos son bien exigentes, tanto es así que he tenido que estudiar acerca de la enfermedad.
A nivel emocional y familiar todas las enfermeras estamos afectadas. Muchas han tenido que dejar sus hijos al cuidado de sus familiares que viven en el interior. Las que son madres solteras, por ejemplo, llegan a sus casas a llorar porque no han podido ver a sus seres queridos.
Yo no he podido visitar a mi abuelo que tiene 92 años. Eso es difícil porque son personas que necesitan atención o visitas por su edad. Lo otro es que cuando llegas a casa, tus hijos corren a darte un beso o un abrazo, y los tienes que rechazar.
Conozco casos de colegas que han enfermado tanto de la covid-19 como de otras patologías, pero gracias a Dios no ha sido de gravedad. Es triste ver a tus compañeros de trabajo enfermos, porque uno teme que fallezcan. Eso también merma la atención de los pacientes, porque quedamos con poco personal, la cantidad de trabajo aumenta al igual que la hora laboral, y eso también afecta todo el entorno familiar.
La hora de almuerzo cambió. Ya no podemos almorzar o cenar en compañerismo. Entran uno por uno a la cocina, mientras los demás esperan su turno. Tampoco se puede demorar comiendo, porque los pacientes no pueden esperar. Para las enfermeras y enfermeros de UCI la situación es mucho más complicada, ya que al tener colocado el traje de protección se van hasta 12 horas trabajando sin poder tener un bocado, tomar agua, ni siquiera ir al baño, porque el riesgo de contaminación es alto, no es nada fácil lo que se vive dentro de los hospitales.
Aunque atiendo solamente a pacientes que han tenido infarto de miocardio, accidente cerebral hemorrágico, también críticos, igualmente se afectan porque no pueden recibir visitas de su familiar. Una anécdota que siempre guardo es la de un paciente de cardiología que falleció. Un buen día pasaba por esa sala y un señor me llama: “miss, ¿me puede hacer el favor de llamar a mi esposa”? Aunque está prohibido hacerlo por medidas de seguridad, sin embargo, le marqué a la señora y se la puse en el altavoz para que la escuchara. Conversaron por un largo rato y todo normal. Transcurrieron varios días, y estando en mi casa, la señora me envía un mensaje agradeciendo el gesto que tuve de llamarla para que conversara con su esposo... luego colocó en el WhatsApp una carita con lágrimas y no me dijo más nada. Cuando volví al hospital, me encuentro con la noticia de que el paciente –que yo había dejado bien– (el esposo de la señora) había fallecido. Me impacté... aunque sabemos que las personas que ingresan al área crítica pueden morir en cualquier momento, porque el corazón no avisa. Así que la última vez que esta señora vio a su esposo con vida, fue el día que yo los contacté. Me regocija mucho saber que a veces, cuando se pide un favor, este puede cambiar la vida de las personas y más en momentos difíciles como el que estamos viviendo a causa de la covid-19, que están prohibidas las visitas.
Panamá no está enferma solamente de coronavirus, hay pacientes con otras comorbilidades críticas y también requieren de nuestra atención
Como miembro de la junta directiva de la Asociación Nacional de Enfermeras de Panamá (Anep), hemos estado viendo las diferentes problemáticas que hay en este nosocomio. Por ahora no hay carencias de equipos de protección en el área donde laboro. Pero en todo el país hay escasez y deficiencia en el equipo de protección, porque algunos no cumplen con los estándares de salud y eso no nos favorece.
El entorno familiar y social ha cambiado drásticamente para las enfermeras. Nos hemos enfrentado a una pandemia que no esperábamos. Las enfermeras y el personal médico que brinda atención directa a estos pacientes son los que están en la primera línea de batalla contra esta guerra. Nos ha afectado a todos los profesionales de la Salud.
Lo primero que aprendimos fue a planificar el uso de insumos, equipos y accesorios desechables (mascarillas, guantes) para el manejo de pacientes infectados con este enemigo mortal que pone en riesgo la vida de todos los que estamos al frente, así como también a las familias y la comunidad en general.
Luego nos entrenaron para la colocación y retiro de todo el equipo de protección personal (EPP). Con esta vestimenta es difícil que el personal que atiende UCI se hidrate con agua o pueda comer, porque son 12 horas seguidas que causan fatiga, calor, deshidratación, desespero y miedo a la muerte, porque estamos hablando de un virus letal. En el caso de las enfermeras que están en el área crítica o de intensivos, hemos adoptado medidas como el uso de pampers para poder rendir. Si uno se está orinando en un momento dado y no da tiempo de quitarse el EPP, hay que hacerlo en el pamper, aunque resulte desagradable para nosotras. Es desesperante, aún más cuando tienes al paciente frente a ti, pero hay que hacerlo porque no puedes quitarte el EPP aprisa ya que hay que seguir un protocolo para no infectarnos.
Literalmente, al usar esta vestimenta de protección somos víctimas de maltrato, no podemos hacer nuestras necesidades como deseamos. Tenemos que tener a un compañero que te indique 'no lo toques aquí', 'quítalo así', ya que es un riesgo para la vida si uno se contamina.
En este sentido, la enfermera ha ido adaptándose y adquiriendo mucho conocimiento, aunque siempre seguimos reforzando.
Al principio, la atención de pacientes era escasa en Chiriquí y pudimos llevar la situación bien controlada. Sin embargo, en estos momentos es más difícil tanto en Chiriquí como en otros hospitales, ya que se han agotado los insumos. Día con día tenemos que estar planificando y exigiendo la compra, porque en realidad se necesita para proteger la vida de las enfermeras, técnicos, y médicos que atienden a pacientes con la covid-19. Tenemos que garantizar que todos los insumos que se usan sean de bioseguridad y que protejan sus vidas. Por ejemplo, los pacientes que se encuentran en ventilación mecánica, tienen que ser aspirados con una sonda de succión segura y se le brinde la protección debida a la enfermera, al terapista, al médico, es decir a todo profesional de la Salud. Es nuestra responsabilidad exigir la compra de todos los insumos necesarios y hacer de ellos un uso adecuado. Por ejemplo, es importante usar la mascarilla o cubreboca desechable N95, que son las que filtran partículas contaminantes y cumplen con el estándar del Instituto Nacional para la Seguridad y Salud Ocupacional de Estados Unidos (NIOSH, por sus siglas en inglés). En lo personal pienso que el bloque 2 hacia la nueva normalidad no debió abrir dos semanas después de la apertura del bloque 1, porque a raíz de eso los casos se han disparado, muy a pesar de que el Ministerio de Salud y la CSS han brindado las medidas de salud necesarias a la población en general. Pese a ello, hay gente que por sus necesidades ha tenido que salir y se ha contagiado aumentando los casos.
En el caso de conglomerados en Boquerón y Alanje, en Chiriquí, existen comunidades con determinantes sociales como falta de letrinas, agua potable y comida, con desnutrición, lo que impacta fuertemente la condición de salud de la gente y eso acelera el aumento de contagios por la covid-19. Espero que el gobierno alargue la apertura del bloque 3, porque es más importante la vida humana que muchas cosas de tipo económico.
Igualmente, nosotros, al aumentar la cantidad de pacientes necesitamos más recurso humano. Aunque han nombrado a algunos colegas, se necesita que nombren más enfermeras y personal especializado para atender a estos pacientes graves. A medida que aumentan los casos, así mismo aumentan las horas laborales y el personal se agota.
Médico y coordinador de hisopados (test rápido) nasofaríngeo y orofaríngeo para detectar coronavirus.
Desde el 10 de marzo empecé a laborar en el Nicolás Solano. Aprender a tomar muestras de hisopado y colocarme el equipo de protección de manera rápida fue bastante retador. Ahora mismo estoy trabajando con el equipo de respuesta rápida, es decir, salgo a la calle todos los días (igualmente otros compañeros) a realizarles estas muestras a las personas sospechosas o pacientes que han salido positivos. Sin embargo, cuando hago el turno de la madrugada, coordino a los médicos que deben atender en la sala de los enfermos con la covid-19, a los que tienen enfermedades comunes, y a los que deben ir a hisopar. Mi jornada diaria es casi siempre fuera del hospital.
Hasta el día de hoy he realizado más de 800 muestras en casa de pacientes sospechosos y positivos con la covid-19. Varios compañeros, incluidas las enfermeras y yo, hemos recorrido desde Arraiján cabecera hasta San Carlos haciendo estas pruebas a personas que el Ministerio de Salud de la región reporta como sospechosas. Primero llamamos a la gente reportada para que nos den la dirección de sus residencias y luego nos distribuirnos el trabajo (los del equipo de respuesta rápida); esta labor la hacemos sin importar cómo esté el clima (bajo el sol o la lluvia), ahí estamos. Muchas veces se nos pasa la hora de comer, la verdad es bastante difícil lo que pasamos, y la gente no tiene idea lo que es eso. Es muy importante que sepan que para poder ingresar a esas casas, primero efectuamos un protocolo de descontaminación, ya que somos un peligro para la persona cercana a nosotros. Así que nos colocamos nuestro equipo protector fuera de la casa, y después de tomar la muestra, nos desvestimos con mucho cuidado, porque si lo haces mal podemos contraer el virus. Así que tenemos que cuidarnos y cuidar a la persona que visitamos. Muchas veces he tenido que caminar por más de 30 minutos con el vestido de protección, maleta y cooler encima y lo peor es que a veces las direcciones no son las correctas y esos percances atrasan todo, y más difícil aún cuando es bajo las inclemencias del tiempo. Pese a que somos pocos los del equipo de respuesta rápida, se ha realizado un trabajo grande y aún así las personas a veces no ven el sacrificio que hacemos. Gracias al equipo de respuesta rápida y a todo el equipo de salud de Panamá Oeste, gran parte de la población ha librado la batalla contra el coronavirus.
El reto con estos test es asegurarse que quede bien sellado una vez realizado, porque si hay una incongruencia, el Instituto Gorgas la rechaza y hay que volverla a efectuar. Solamente Panamá Oeste tiene más de medio millón de habitantes y no puede ser que para esta área exista un solo hospital para atención a la covid-19, nos hace falta un nosocomio de tercer nivel. Con el aumento de casos, en los últimos días, el sistema se va a saturar porque no nos damos abasto. Si fuéramos un país planificado y no improvisado, esto quizá no pasaría.
Al tratar de vencer esta enfermedad, hemos dejado familia y todo. Al principio tuve que mudar a mis hijos y esposa a casa de mi suegra, por dos meses. Hoy están en casa, pero no puedo darles el cariño que merecen, más al bebé que tengo de dos años, a pesar de que en el hospital y en casa haga todos los protocolos necesarios. Lo más desgarrador es no poder ver a mis hermanos y principalmente a mi madre durante estos meses, eso crea un profundo dolor en mi corazón. De los más de 101 días que llevo trabajando, hasta principios de este mes fue que empecé a tomar día libre. Todos trabajamos de domingo a domingo desde las 8:00 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde.
Deseo resaltar que cuando trabajé en Darién, como médico durante cuatro años, no había tanta pobreza en mi país. Recorriendo Arraiján, La Chorrera, Capira, San Carlos, me he dado cuenta de que hay lugares sumidos en la pobreza extrema y que uno jamás pensaría que existen, sobre todo porque no están alejados de la ciudad. Lo más triste es que la gente se jacta de que somos el país más rico de Latinoamérica, pero la desigualdad es impactante.
En 25 años de servicio nunca había visto una situación como la que vivimos hoy. Estoy aterrorizada y con miedo, porque las personas no creen en la covid-19, una enfermedad que está destruyendo a la gente. Da mucha tristeza ver la cantidad de personas que llega a este hospital porque simplemente no puede respirar.
La unidad de cuidados intensivos que cubro es muy nueva. El hospital Irma de Lourdes Tzanetatos abrió esta unidad solamente con ocho enfermeras haciendo turnos de hasta 12 horas, siendo una jornada de mucho trabajo para nosotras. Antes de la pandemia contábamos con un censo de tres o cuatro pacientes, sin embargo, con la llegada de la covid-19, los enfermos aumentaron, lo que saturó el área de UCI. Mucha gente que atender y solo ocho enfermeras trabajando con un equipo de protección incómodo hasta 12 horas, porque no contamos con personal suficiente para hacer turnos de seis horas. Es muy agotador. Lo que me entristece es que el sistema de salud de Panamá siempre ha tenido déficit de enfermeras.
A raíz de esta pandemia, las enfermeras, al igual que el personal médico, ha tenido que estudiar para conocer más de este letal virus. Hemos desarrollado nuestro propio protocolo de limpieza y de seguridad. Además nos tocó transformar un área que era de depósito en un vestidor, y se hizo en cuestión de horas.
Aunque somos un personal que está acostumbrado a trabajar duro, con este virus el trabajo es extenuante. Antes como en toda área laboral teníamos nuestro momento de relax y de paz. Pero de repente, hemos pasado de tener un trabajo “normal'' a tener que estar seis horas seguidas de pie. Lo otro es que antes a duras penas podíamos almorzar en media hora, y era mucho. Hoy, con esta pandemia, esa media hora de comedor se volvió cinco minutos solamente, para tomar agua, o sino evitarla completamente para no contaminarnos con el equipo. Hay compañeros que se han ido hasta las 12 horas sin comer e ir al baño, mientras que otras han tenido que usar pampers.
Como la vida nos cambió totalmente, muchos nos hemos enfermado porque le exigimos demasiado al cuerpo todos los días. Atender a un paciente de covid-19 es altamente complicado, porque con todas las complicaciones que tiene hay que colocarlo boca abajo, una posición muy incómoda para manejar al paciente. En la UCI donde atiendo solo somos enfermeras, no contamos con técnicos, así que entre nosotras y los médicos nos toca voltear a ese paciente que generalmente es obeso.
No hay que andar creyendo todo lo que se dice sobre tratamientos para la covid-19, porque desde el primer paciente que atendí y los siguientes se han intervenido con toda clase de medicamentos, por lo que en el hospital de la 24 de Diciembre no se les ha negado a las personas los tratamientos especializados; se ha utilizado de todo para salvarles la vida.
La baja mortalidad de coronavirus se debe a los profesionales, tanto los médicos como las enfermeras, porque nos hemos volcado a dejar nuestro pellejo en eso. El paciente con la covid-19 es muy complicado. Tuve un mes y 15 días trabajando en el turno de 12 horas atendiendo a estos pacientes, muy a pesar de que tengo una hernia de disco cervical. A raíz de eso me tuve que incapacitar.
Así como yo hay compañeros que aunque no enferman de la covid-19, sí de otra patología. Por ejemplo, dos tuvieron neumonía atípica asociada con el tiempo de tener mascarilla. El cansancio físico, mental, espiritual, y el estrés nos está afectando a todos. Mis compañeras y yo somos bien unidas. El hecho de saber que alguna salga positiva es desalentador. Ver que la gente desestima este virus como una enfermedad es una puñalada, porque sentimos que no les importa el sacrificio que hacemos. Esta enfermedad ha afectado a todos por igual, desde los más pequeños hasta el más anciano, así que no se confíen que solo afecta a los más viejitos. Cuando nos llegó el primer paciente positivo, el pánico se apoderó de nosotras, todo nos temblaba. Ahora lo que tenemos es cansancio.
Yo cuando llego a casa mando a todo el mundo para su cuarto. Me desvisto afuera y entro por la parte de atrás. Al principio cuando entraba a ducharme, lloraba, y no solamente yo, muchas de mis compañeras también, y es que el nivel de estrés que vivimos es muy duro. Todos estos años de servicio profesional he atendido a pacientes graves, pero con diferentes condiciones. Hoy, ver caer a pacientes uno tras otro con la covid-19, es como un ataque terrorista. Es una marca que nos va a quedar para toda la vida.
Ahora que vuelvo a laborar (luego de la incapacidad) lo que me espera es un tsunami porque los casos han aumentado de manera exorbitante. La gente tiene que mantener la disciplina y entender que esto no es igual que antes. No se sigan exponiendo, porque la carga es fuerte para nosotros y no queremos caer en el colapso total. Si nosotros nos enfermamos, quién atenderá a los enfermos.