“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
- 02/12/2011 01:00
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Al analizar la figura política y personalidad de Pablo Arosemena es importante señalar que no puede haber contraste más grande entre copartidarios liberales que entre Carlos Antonio Mendoza Soto y Pablo Arosemena Alba.
El primero era, como hemos dicho, negro, de origen santanero y extracción popular, hombre culto que sabía ponerse a nivel de pueblo cuando le hablaba, enemigo de Amador Guerrero y de Porras.
Considera a este último un caudillo que quería actuar por cuenta propia, por lo contrario Arosemena era un hombre de la más alta sociedad panameña que vivía, naturalmente ‘adentro’.
Se educó en los mejores colegios y esa educación incluyó una familiaridad con los clásicos de la antigüedad; tenía una gran capacidad para la retórica de salón por lo que le llamaban ‘Pico de Oro’ sin embargo, no era efectivo en la laza pública; no simpatizaba con Porras porque la visión de éste era la de un liberalismo un tanto crudo y batallador como el de Correoso y, en cambio, el suyo era clásico y como él mismo lo decía, un tanto manchesteriano.
Que Pablo haya resultado sucesor de Carlos Antonio Mendoza es una de las paradojas de la historia porque encontrar dos seres tan opuestos sucediéndose el uno al otro en el manejo del Estado no es lo que se espera, aunque suceda frecuentemente en política.
SEMBLANZA
Don Pablo José Merced de los Dolores Arosemena Alba 1 nació el 24 de septiembre de 1836 en la ciudad de Panamá.
Se trasladó a Bogotá en 1849 y con diecisiete años terminó sus estudios, obteniendo el título de doctor en jurisprudencia.
Regresó a Panamá en 1853 para trabajar en los estamentos del gobierno colombiano, llegando a ocupar cargos de importancia y responsabilidad tales como oficial mayor del Tribunal del Distrito del Istmo y secretario del Tribunal Superior.
Temprano se agitó en la política y el periodismo e hizo de la prensa un atalaya en contra de las tiranías, el caudillismo y las guerras civiles, participando desde joven en la redacción de los periódicos editados en el istmo, entre los que pueden mencionarse: El Pensamiento, el Centinela, El Federalista, La Crónica Mercantil, El Fénix, La Unión Liberal y El Istmeño; en todos su pluma destacó la versatilidad de su prosa y amplia cultura.
Tuvo una distinguida carrera política en el periodo colombiano de Panamá. Fue electo senador de la República y en dos oportunidades distintas, en los años de 1875 y 1885, ascendió a la jefatura del Estado Federal de Panamá por elección; ejerció como Procurador, Secretario de Hacienda y Tesoro del Interior, y de Relaciones Exteriores.
En el año 1860 asistió al Congreso en calidad de senador por Panamá y fue el proponente de la acusación contra el Presidente de la República Mariano Ospina Rodríguez, quien había cambiado la Constitución en 1858 y creado la Confederación Granadina. En 1867 le correspondió ser Fiscal de la Cámara de Representantes de Colombia, en la causa de la responsabilidad del General Tomás Cipriano de Mosquera y Arboleda por su decisión de asumir poderes dictatoriales al término de su periodo constitucional como presidente. Concluido el proceso publicó su Alegato de Conclusión, el cual fue considerado toda una gran pieza de oratoria y conocimiento jurídico de la época. En el año de 1880 fue elegido como Segundo Designado a la primera magistratura de Colombia. Fue nombrado secretario de la legación diplomática colombiana en Europa por lo que ejerció cargos en Inglaterra y Francia. Viajó a Ecuador y Bolivia como diplomático. También fungió como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Perú y Chile (1879 – 1880). Cuando en l878 el General Julián Trujillo Lagarcha asumió la Presidencia de la República le nombró Ministro del Tesoro y Crédito Nacional y a los meses lo asignaron como Ministro de la cartera de Interior y Relaciones Exteriores, sin embargo, el senado por presión de las masas de ‘radicales’ que asistían a los debates en que debía ratificarse el nombramiento de Pablo Arosemena no le confirmó en el cargo.
Se declaraba, como se ha dicho ya, un liberal manchesterian y federalista. Creía en la conveniencia de la autonomía de los poderes del Estado, sobre todo para la pureza de los procesos electorales, de cuya honestidad dependía la subsistencia de la democracia. Defendía la que entonces se llamaba ‘libertad de protestar que equivale a lo que llamamos hoy ‘libertad de opinión’. Criticaba a la prensa por desprestigiar a instituciones democráticas, especialmente al Star & Herald. Se oponía a todo caudillismo; adversó a Justo Arosemena, Belisario Porras y Buenaventura Correoso por diversas razones. No favorecía la toma del poder por militares y rechazaba las constantes guerras civiles que se daban en Colombia.
En la Compañía del Ferrocarril de Panamá ejerció como su abogado.
En el acto de independencia de Panamá de Colombia su participación no fue de la atura de la de los próceres debido a que no le incluyeron en la conspiración inicial, se enteró de ella unas cuantas horas antes y viéndola como hecho cumplido manifestó su total apoyo.
En el Panamá republicano también tuvo cargos eminentes: fue enviado por la Junta Provisional de Gobierno a Washington con Manuel Amador Guerrero y Federico Boyd, en un vano intento por supervisar la labor negociadora de Philippe Bunau Varilla como Ministro Plenipotenciario de Panamá con el Secretario de Estados Unidos John Hay a propósito del tratado del Canal.
Dirigió los debates y estudios de la Convención Nacional Constituyente de 1904 que elaboró nuestra primera Carta Magna, de la que podemos considerarle como principal colaborador en calidad de presidente y convencional por la provincia de Panamá y como tal escribió la respuesta inicial de dicha Asamblea al mensaje de Junta Provisional de Gobierno en los siguientes términos:
‘No han de ser pues, las luchas de sistemas políticos ni filosóficos, lo que caractericen las labores de esta Corporación. Congregados sus miembros por un acontecimiento inspirado en nobilísimos y grandes ideales, huiremos del peligro de la discordia, procurando, a todo trance, que la justicia regule nuestros actos, y que la libertad bien entienda garantice el ajeno derecho’.
Eusebio A. Morales en un banquete ofrecido a Don Pablo Arosemena, a raíz de su toma de posesión, destacó su eminencia como liberal al mismo tiempo le planteó las ingentes tareas por realizar:
‘La República de Panamá, señor, se ha engrandecido a los ojos de sus propios hijos en virtud de los acontecimientos que han culminado en el acto trascendental de daros posesión del alto puesto de Presidente, las instituciones republicanas por primera vez han dejado de ser vanas palabras para convertirse en hechos visibles y elocuentes que marcarán época en nuestra historia; nos hemos apartado de los antiguos caminos que conducen a abismos insalvables y vamos por nuevas vías a la realización de nobles concepciones y de hermosos ideales.
Esa misma circunstancia, señor, os impone excepcionales y extraordinarios deberes. Cansados los pueblos del Istmo de una vida turbulenta e inestable, ineficaz para su desarrollo y progreso, fundaron una nación independiente; pero fundar una nacionalidad, crear un Estado, o sea un nuevo organismo político con personería internacional, no es la solución completa del problema de sus necesidades y de sus aspiraciones. Era preciso fundar también la República, es decir, darles a los pueblos lo que es de ellos, su derecho a gobernarse. Vuestra elección, llevada a cabo en las únicas condiciones en que era posible teniendo en cuenta las prácticas imperantes, ha sido el paso más decisivo dado por el país de fundar instituciones verdaderamente libres. Os toca a vos, señor coronar esa obra que constituye la más ardiente aspiración de nuestros conciudadanos’.