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- 05/08/2023 16:31
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Una entusiasta y colorida marea de 1,5 millones de fieles se reunieron el sábado en Lisboa para la vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), presidida por el papa Francisco.
La cantidad de personas presentes en la inmensa explanada dispuesta para el evento junto al Tajo fue comunicada por el Vaticano, citando una estimación de las autoridades portuguesas.
Jóvenes católicos de todo el mundo fueron llegando durante el día con sus mochilas y sacos de dormir, preparados para pasar la noche hasta la misa final del domingo.
Jorge Bergoglio, de 86 años, realizó su aparición poco después de las 19H00 en esta vigilia con ambiente de macrofestival, que arrancó con actuaciones de música pop-rock en el colosal escenario que domina este enorme recinto dispuesto en un antiguo vertedero.
Los organizadores habían proyectado que la vigilia y la misa del domingo por la mañana reunieran a un millón de personas, como punto álgido de la semana de encuentros culturales y espirituales que integran esta edición de la mayor reunión católica internacional.
En una amplia superficie llena de tiendas de campaña, banderas de numerosos países e instalaciones sanitarias temporales, los jóvenes aguardaron en un ambiente festivo, rodeados por un amplio dispositivo de seguridad.
"Nosotros hemos venido caminando desde Barcelona, hemos salido hace 40 días. Es una peregrinación para ver al papa", contó a la AFP Santi Salvador, un estudiante español de 19 años, que recorrió 1.300 kilómetros para llegar.
"Participar en esta vigilia es importante por la grandiosidad del evento, por lo que representa para los católicos", indicó de su lado Tiago Carlos, un portugués de 30 años.
- Discurso improvisado -
El sábado por la mañana, el pontífice argentino fue recibido por unos 200.000 fieles en el santuario de Fátima, unos 130 km al norte de Lisboa, donde rezó el rosario con jóvenes enfermos, discapacitados y seis prisioneros.
"La Iglesia no tiene puertas, para que todos puedan entrar", afirmó el pontífice argentino durante un breve discurso pronunciado en español, como casi todos desde que llegó el miércoles a Portugal.
"Esta es la casa de la madre y una madre siempre tiene el corazón abierto para todos sus hijos. Todos, todos, todos, sin exclusión", repitió entre aplausos, reiterando un mensaje que ya subrayó en otras ocasiones en esta JMJ.
Al contrario de lo que estaba previsto, el papa improvisó casi toda su intervención.
Francisco --quien se desplaza en silla de ruedas o apoyado en un bastón por una salud cada vez más frágil-- ya había variado el guión de uno de sus discursos el viernes, tras explicar espontáneamente que no le funcionaban "los reflectores" y no conseguía leer bien.
El portavoz del Vaticano indicó a la AFP que el cambio del viernes se había debido efectivamente a "un reflejo provocado por la iluminación", mientras que el de este sábado había sido "una elección" del pontífice.
"En silencio, el papa rezó extensamente con dolor por la paz ante la Virgen de Fátima", precisó después Matteo Bruni a los periodistas, excluyendo cualquier problema de visión.
- "Esperanza" -
A su llegada a Fátima en un helicóptero del ejército del aire portugués, Francisco fue aplaudido por unos 200.000 fieles que no llegaban a colmar el recinto, bajo un cielo oscurecido por el humo y la ceniza de un incendio forestal activo a un centenar de kilómetros.
Después recorrió en "papamóvil" la explanada que rodea la pequeña capilla que marca el lugar donde, según la tradición católica, la Virgen María se apareció a tres niños en 1917.
"Es une visita importante que nos va a ayudar en la fe", afirmó Juan Fiorani, un estudiante argentino de 17 años, llegado desde la vecina España, donde pasaba sus vacaciones.
Bergoglio ya visitó Fátima como papa en mayo de 2017 para la multitudinaria canonización de dos de los pastores, a la que acudieron unos 500.000 peregrinos.
Francisco está desde el miércoles en Portugal, donde cumple una cargada agenda dentro de la JMJ de Lisboa.
Desde el comienzo de su visita, abordó cuestiones como la ecología, la guerra en Ucrania o el dolor de las víctimas de abusos sexuales a menores por parte de miembros de la Iglesia.