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Guerra de atrición liberal y la nación cosaca
- 08/04/2022 00:00
- 08/04/2022 00:00
Esta semana columnas de tanques ucranianos retomaron el control de lrpin, Hostomel y Bucha, a las afueras de la capital ucraniana. Hanna Maliar, la viceministra de Defensa del país, hizo oficial la victoria en sus redes sociales: la región de Kiev fue liberada de las fuerzas invasores rusas. Pueblo tras pueblo, los soldados ucranianos fueron recibidos por civiles que brotaban de los escombros y entonaban el mismo coro: “Ucrania aún no ha muerto ni su gloria ni su libertad”. La escena surreal es una yuxtaposición de fe y nacionalismo con terror y genocidio, realizada con una sincronización desconcertante. Y es que el verso que rompió el silencio en Bucha, Irpin y Hosotmel es el primer verso del poema titulado 'Ucrania no ha perecido' escrito por Pavlo Chubisnki en 1839, el himno nacional de Ucrania.
A pesar del optimismo que produjo la efectiva resistencia ucraniana al repeler a los invasores de la capital, expertos militares temen que el nuevo zar del Kremlin transforme la “operación militar” en una guerra oficial de atrición contra Ucrania. La prolongación de la guerra en Europa, sin la participación directa de la OTAN, resultará en la derrota de la libertad en Ucrania por una fuerza militar simplemente más poderosa. Una capitulación por parte del gobierno de Kiev exportará la tragedia y la violencia autoritaria de Europa a todos los rincones del mundo, y en particular a las democracias.
El poema de Chubisnki fue adoptado como himno nacional de Ucrania en 1917 por la República Popular de Ucrania, tras el colapso del imperio ruso del último zar, Nicolás II. Sus versos parecieran estar escritos para el momento que atraviesan los ucranianos en 2022:
“La libertad de Ucrania no ha perecido, ni su gloria, aún a nosotros, hermanos ucranianos, nos sonreirá el destino... El alma y cuerpo sacrificaremos por nuestra libertad, y mostraremos que nosotros, hermanos, somos de la nación cosaca”.
Esa nación cosaca a la que hace referencia el poema de Chubisnki invoca el espíritu de los cosacos que retomaron control de las planicies a lo largo del río Dnipro y al norte del mar de Azov y repelieron a los mongoles en el siglo XII. Los mismos cosacos ucranianos (a diferencia de cosacos rusos) que mantuvieron autonomía política tras sus alianzas con la República de las Dos Naciones (Polonia-Lituania) y el imperio ruso. Una nación construida por ingobernables guerreros nómadas y aquellos afortunados y valientes que huían del sistema de servidumbre que desarrolló el imperio ruso que duró hasta la Revolución Bolchevique.
El ministro de asuntos exteriores del Gobierno ucraniano, Dmitro Kuleba, a pesar de vestir saco y corbata, y no un abrigo de piel y un rifle, personificó el espíritu de los cosacos ucranianos cuando se dirigió a los líderes de la OTAN en Bruselas este 7 de abril.
“Mi agenda es muy simple. Solo tiene tres elementos: armas, armas y armas... Creo que el trato que ofrecen los ucranianos es justo: nos dan armas, sacrificamos nuestras vidas y la guerra se contiene en Ucrania. Eso es todo”.
Para la resistencia ucraniana el próximo mes será el más decisivo del conflicto. Alrededor de 29 de los 125 grupos tácticos que desplegó el Kremlin en tres frentes para tomar el control de Ucrania o no están operativos o han sido destruidos.
La retirada de tropas rusas hacia Bielorrusia, al norte, y la reagrupación de fuerzas en la región del Donbás, al este, indica que la estrategia del Kremlin, cualquiera que sea, como mínimo, requerirá de un mes de reabastecimiento y descanso para las fuerzas de combate.
EE.UU. ha destinado $1,7 mil millones en apoyo militar a Ucrania, incluyendo drones y sistemas de misiles anti-tanque y anti-aéreos portátiles. La República Checa anunció esta semana el envío de un centenar de tanques de guerra T-72 (irónicamente tanques de la era soviética). Y Australia enviará vehículos blindados para el transporte de tropas. Los nuevos cosacos ucranianos tienen un mes para infligir el mayor daño posible a las fuerzas rusas y disuadir a Putin de continuar la operación militar.
A pesar de la fortaleza y el coraje de los cosacos ucranianos, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, se está preparando para las contingencias necesarias para una guerra de atrición, no de meses sino de años. Según Stoltenberg: “No hay indicios de que el presidente Putin haya cambiado su ambición de controlar toda Ucrania y también de reescribir el orden internacional”.
Vladimir Putin comanda una fuerza militar 10 veces más grande y poderosa que el total de todos los combatientes ucranianos. Si Putin convierte la “operación militar” en Ucrania en una guerra oficial y moviliza un mayor número de tropas, la guerra de atrición tendría un solo posible resultado: la destrucción de la nación de Ucrania.
Los comentarios del secretario general de la OTAN están informados por la historia, la realidad económica del sistema internacional, y una larga y triste tradición de cobardía y apaciguamiento por parte de occidente ante amenazas al orden mundial liberal.
La historia del último carnicero de Europa, Slobodan Milosevic, presagia más sufrimiento e impunidad. Milosevic, quien promovió a los combatientes serbios durante el genocidio de grupos étnicos que inicio en Bosnia en 1992 y luego en Kosovo en 1998, no solo permaneció en el poder casi una década desde el inicio de las masacres de civiles, sino que nunca fue sentenciado en vida por sus crímenes de guerra. Sin una intervención militar de la OTAN, como en Kosovo en 1999, la supremacía militar del régimen autoritario prevalecerá.
La cruda realidad de la guerra no solo se vive en las calles de Bucha. Desde el inicio de la invasión, la Unión Europea ha destinado al menos mil millones de dólares en asistencia militar a Ucrania. El mismo bloque de democracias ha realizado pagos por montos que sobrepasan los $35 mil millones en compras de petróleo y gas a Rusia. Más de un tercio de esos $35 mil millones que recibe el gobierno de Moscú están destinados a la maquinaria militar de Putin. En el mejor de los casos, Europa demoraría una década en lograr independencia energética de Rusia, más que suficiente tiempo para el Kremlin para encontrar nuevos compradores.
Sí es cierto que las fuerzas rusas fueron derrotadas en Kiev, pero para el maestro de ajedrez político Vladimir Putin los 15 mil muertos rusos son solo peones en un tablero verdaderamente internacional. Las fichas están aún a su favor.
El Partido Comunista de China mantiene su apoyo tácito al Kremlin. Xi Jinping personalmente se rehusó a descartar un futuro apoyo militar a Rusia durante su llamada con los líderes de la Unión Europea, el 1 de abril. India no ha condenado la invasión de Ucrania y aumentó su compra de petróleo proveniente de Rusia. El recién reelecto presidente de Serbia, Aleksandar Vucic, el único líder de Europa que no ha condenado la invasión, anunció este miércoles el inicio de negociaciones de un nuevo acuerdo energético con Moscú.
En Francia, Marie Le Pen, la líder ultraderecha anti-OTAN del antiguo Frente Nacional, está a una crisis más de desalojar a Macron del Palacio del Elíseo. La crisis energética producto de la agresión rusa ya desató un estallido social y estado de emergencia en Perú, tras el alza de los combustibles, y forzó a EE.UU. a negociar con el régimen venezolano de Nicolás Maduro y acelerar las discusiones para un nuevo acuerdo nuclear con Irán.
En fin, la guerra de atrición para la que se prepara el régimen de Putin, en combinación con las sanciones en contra de la economía rusa, producirá un ambiente de extrema inestabilidad económica mundial, el resurgimiento de nacionalismos a lo interno de las democracias, e inestabilidad política en sistemas con instituciones debilitadas. Un mundo propenso a la violencia de cara a la incertidumbre. Un mundo en el cual el líder del Kremlin puede desenvolverse mejor que muchos políticos en occidente, que se deben a principios democráticos y liberales.
“Aún no ha muerto la gloria ni la libertad de Ucrania, Aún a nosotros, hermanos compatriotas, nos sonreirá el destino. Se desvanecerán nuestros enemigos, como el rocío bajo el sol. Gobernaremos nosotros, hermanos, en nuestra propia tierra...” Este verdaderamente es el himno de la nación cosaca que hoy conocemos como Ucrania, el cántico que hoy llevan los soldados ucranianos de pueblo en pueblo para mantener vivo el espíritu de resistencia. La misma interconectividad que hace que la guerra en Ucrania provoque caos en Perú debe transmitir este espíritu de resistencia desde Bucha hasta el corazón de todos los que amamos la libertad. El espíritu de la nación cosaca es el espíritu de guerreros indomables que, ante los mongoles, los rusos y cualquier enemigo, encontraron la unidad suficiente en el fervor de su propia libertad para resistir y persistir. Una nación liberal... La guerra de atrición y resistencia por defender la naturaleza liberal del orden mundial comenzó y seremos medidos en todo el mundo.