El sarín, que habría sido utilizado Siria el 21 de agosto es un poderoso gas neurotóxico mortal, inodoro e invisible, descubierto en Alemania en 1938.
Aunque no sea inhalado, el simple contacto con la piel de este gas organofosforado bloquea la transmisión del influjo nervioso y conduce a la muerte por paro cardiorespiratorio. La dosis letal para un adulto es de medio miligramo. Violentos dolores de cabeza y la dilatación de las pupilas son los primeros efectos de este gas. Convulsiones y paros respiratorios preceden luego al coma y a la muerte. El sarín puede ser utilizado en aerosol, pero también puede servir para envenenar el agua y los alimentos, según el Center for Disease and Control Prevention (CDC) de la ciudad de Atlanta.