La exportación de la corrupción y la trampa

Actualizado
  • 25/03/2016 01:00
Creado
  • 25/03/2016 01:00
Así como el comercio se ha globalizado, las actividades ilícitas también. Penetran Estados, bancos

Como sacado de una historieta de acción, el juez brasileño Sergio Moro lleva más de cinco años encarcelando a los hombres más poderosos del Brasil. Empresarios exitosos que desde Petrobras y la trasnacional Odebrecht habían amasado millones de reales. Claro que esto no hubiese podido lograrse sin la anuencia del poder político representado por el UGT y su máximo líder histórico, el hoy imputado por delito de blanqueo de capitales Luíz Ignacio ‘Lula' da Silva, y la actual presidenta del país conquistado por Vasco Da Gama, Dilma Rousseff.

Pero esta historia no es nueva; solo han cambiado los protagonistas. Ya entre finales de los años 70 y mediados de los 80, en Palermo, Italia, nacía la leyenda de Giovanni Falcone y Paolo Borcellino, quienes llevaron a cabo el ‘macro juicio', el mayor proceso judicial a corruptos, mafiosos, políticos y empresarios. Se trata de una trama que ha generado libros, documentales y películas en las que se muestra cómo se amalgamaban las organizaciones criminales que usaban o creaban empresas para lograr contrataciones estatales, preferiblemente construcción de obras.

La operación permitía el engrosamiento de las cuentas bancarias de los partidos y las empresas llegando a un punto en el cual los mafiosos y los políticos se confundían entre sí, a veces dando la apariencia de uno solo.

Y así como el comercio y la tecnología se han globalizado, logrando cobertura mundial, de igual forma lo han hecho los grupos delincuenciales y organizaciones criminales, diversificando sus operaciones, logrando alianzas estratégicas con otros grupos, mimetizándose entre las empresas y penetrando en lo más profundo a los Estados, desde los partidos políticos. Poniendo a concejales, diputados, procuradores generales y hasta Presidentes.

La velocidad con la que evolucionan es mayor que la que tienen los Estados en adecuar su legislación, además de, en algunos casos, la evidente falta de voluntad por lograr detenerlos.

Los tentáculos de estas redes de corrupción van desde Asia hasta Europa, África, Norte, Sur y Centro América. Todas se encuentran dentro del esquema en operaciones donde intervienen empresas familiares de trayectoria, consorcios internacionales, bancos y siempre con un elemento común: figuras de alto perfil político.

Panamá aparece en el diagrama operativo desde que el juez parlemitano Falcone escribía ‘Cosas de la Cosa Nostra' y situaba al país centroamericano como la ruta por donde pasaba el dinero producto de operaciones que se iban desde Sicilia hasta la costa norte de Estados Unidos.

El mítico Pablo Escobar en su momento acarició la posibilidad de ser presidente de Colombia y ni hablar de las conexiones que mantenía alrededor del mundo, solo superadas por el otrora maestro del escapismo y hoy convicto de la cárcel del Altiplano, Joaquín ‘El Chapo' Guzmán, quien mantiene redes operativas a nivel mundial y ha demostrado su influencia al captar la atención de medios y de actores de Hollywood como Sean Penn.

Las Naciones Unidas, la OCDE y otros organismos internacionales, mediante la creación de legislaciones de protocolos que persiguen el blanqueo de capitales, la corrupción y la evasión, intentan imponen medidas severas que en ocasiones atentan contra las empresas que actúan para detener de alguna manera estas redes internacionales que han penetrado las organizaciones políticas de los Estados, las juntas directivas de bancos. Hasta el propio Vaticano se ha visto envuelto en situaciones vinculadas con actuaciones ilícitas.

Los delitos financieros y las estructuras económicas han superado la capacidad de reacción y formación de las autoridades, dado que no existe la cantidad de especialistas al servicio de los Estados, además de que estas operaciones sofisticadas no requieren de un patrullero de calle, sino de la aguda astucia de expertos en operaciones financieras que logren seguir desde el origen hasta su destinatario final las transacciones y operaciones cubiertas bajo el velo de la legalidad y contratos más elaborados que el laberinto del fauno.

Las consecuencias del poder que representa estas industrias criminales son palpables. Han inundado los mercados financieros, las bolsas de valores, y los sistemas bancarios del mundo con dinero producto de acciones criminales. Desde 2008 a la fecha hemos visto a bancos sucumbir, gobiernos enteros caer, altos dirigentes políticos y empresarios de renombre ser condenados por crímenes de diversas índole.

El colapso de estos sistemas ha propiciado el hastío generalizado de la población, provocando protestas multitudinarias y zozobra en muchos países.

El panorama actual dista de mejorar la situación tanto en América Latina como en Europa. Los escándalos de corrupción ocupan las primeras planas. Mafia, partidos políticos, gobierno y empresas hechos uno solo. El bugle sin fondo nos hace pensar que esto no acabara bien.

Los teóricos económicos como Varoufakis o Krugman intentan predecir el mejor de los peores escenarios, pero la realidad supera la ficción y las protestas en Brasilia, en Grecia, y las revoluciones sociales espontáneas nos obligan a ponderar cambios radicales para cortar las operaciones de estas redes de corrupción.

ABOGADO

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