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El Salvador, cuando la delincuencia teme al Estado
- 28/07/2022 00:00
- 28/07/2022 00:00
Al Gobierno salvadoreño lo asiste la causa Ius ad bellum, que en el derecho humanitario define las legítimas razones del Estado para entrar en una guerra justa en defensa de su población.
En ese contexto, el presidente Nayib Bukele está defendiendo a El Salvador del asedio de 70.000 miembros de Barrio 18 y la Mara Salvatrucha 13, que operan en las zonas populares y pobres de ese país centroamericano.
El Gobierno de El Salvador le declaró la guerra total a esas pandillas criminales luego de que asesinaran, a finales de marzo pasado, en solo 48 horas, a 90 ciudadanos inocentes.
Sin duda que el Estado y la sociedad salvadoreña se encontraban amenazados por la presencia de un enemigo interno que debía ser enfrentado.
Ante el desafío de las maras, Bukele invocó el artículo 29 de la Constitución Política para establecer el estado de excepción que puede ser declarado en “casos de guerra, invasión de territorio, rebelión, sedición, catástrofe, epidemia y otras calamidades generales, o graves perturbaciones del orden público”.
El estado de excepción impuesto desde finales de marzo pasado, además de permitir a las autoridades detenciones sin orden judicial, restringe también la libertad de asociación, el derecho a la defensa, amplía el plazo de las detenciones mientras se investiga y faculta intervenir las comunicaciones.
Una reforma al Código Penal estableció, en adición, que los miembros de las maras podrán ser sancionados con penas de 20 a 40 años de prisión, mientras los líderes de esos grupos recibirán entre 40 y 45 años de cárcel.
Por otro lado, el Plan de Control Territorial, creado por Bukele para reducir los asesinatos y otros crímenes de las pandillas, le permitió imponer un récord de 128 días sin homicidios. El éxito en el descenso de los homicidios en uno de los países más violentos del mundo, le generó réditos políticos y un enorme respaldo ciudadano.
Ese apoyo popular, de acuerdo con analistas, demuestra que en la cultura política salvadoreña sobrevive el anhelo por un líder fuerte dispuesto a hacer lo que tenga que hacer para gobernar el país.
Bukele ha sido la respuesta al descrédito de la clase política que no tuvo la capacidad de afrontar la alarmante inseguridad imperante en El Salvador. Los ciudadanos estaban hastiados de décadas de corrupción e inoperancia estatal ante el avance de la violencia y el estancamiento de la economía.
Bajo el régimen de excepción y tras cuatro meses de iniciada la megaofensiva contra las maras, se han detenido 50.000 personas, se decomisaron 1.500 armas de fuego e incautado 2.000 vehículos, además de la confiscación de más de $2 millones en efectivo. Esas cifras no tienen precedentes en la lucha contra las pandillas en El Salvador.
En la actualidad los salvadoreños están del lado de Bukele. Después de tres años de gobierno no se ha roto el encantamiento con que sedujo a los votantes, sobre todo los jóvenes que ven en el mandatario a uno de los suyos. Bukele cumplió 41 años el 24 de julio pasado, en una población en la que 48% tiene una media de 39 años.
Los salvadoreños confían en Bukele y su partido Nuevas Ideas. Creen en su campaña contra la corrupción. “El dinero alcanza cuando nadie roba”, fue el eslogan de las elecciones en las que triunfó en 2019.
Los votantes en El Salvador lo llevaron a la Presidencia confiados en un cambio que mejoraría sus vidas, en un país donde la mayoría de sus habitantes son pobres.
La guerra contra las maras le ha granjeado gran popularidad y el respaldo de una amplia mayoría de la población. Las más reconocidas encuestas de opinión le dan una nota de 8,5 en una escala de 0 a 10. La mayoría de la población respalda los métodos de Bukele porque repercuten en la base de la pirámide socioeconómica, que abarca al 60% de los salvadoreños.
En un análisis sobre el estilo de gobernar de Bukele, The Washington Post dijo recientemente que el mandatario salvadoreño pertenece a una nueva generación de políticos que, frente a las recientes lógicas de comunicación, ha adoptado la de los influencers.
Ha convertido a las redes sociales en sus principales vías de comunicación. Se proyecta atendiendo la cultura pop y es desde allí que, por ejemplo, se ha autodenominado “el presidente más 'cool' del mundo”.
Los comentarios y videos que reproducen las redes sociales acerca de su gestión, permiten establecer que Bukele ha construido una imagen de reconocimiento y admiración, dentro y fuera de su país.
“Los fans lo admiran y lo apoyan desde diferentes latitudes (“próximamente presidente de Latinoamérica”, “parce, usted por qué no nació colombiano, lo necesitamos aquí”, “sería un honor tenerlo como presidente de Perú”)”, dijo el Post, reproduciendo mensajes de seguidores de Bukele.
Precisamente a finales de mayo pasado, antes de dejar el cargo de ministro del Interior de Perú, Nicolás Senmache expresó admiración por el gobernante salvadoreño.
“Necesitamos cambiar las cosas si queremos cambiar los resultados. Sin entrar en un tema de análisis sobre la política de El Salvador, debemos rescatar lo que hizo ese país con las maras”, resaltó.
Afirmó que muchos gobiernos pasaron en El Salvador y no pudieron resolver el problema de las pandillas criminales. “Entró el presidente Bukele, pasaron tres años de su gestión, y el golpe es contundente en la solución del 80% del problema. Allí, el delincuente le tiene miedo al Estado, no el Estado al delincuente. Eso es lo que tenemos que hacer”, precisó. “Hay que aprender de las cosas buenas que otros países hacen”, concluyó Senmache.