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- 01/11/2023 00:00
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En días recientes, que podemos catalogar de históricos, hemos sido testigos de la forma en que la consciencia colectiva de la juventud panameña se ha despertado y levantado su voz al unísono para encabezar al pueblo soberano en las calles.
Los estallidos sociales liderados por la juventud en contra de los gobiernos se han convertido en un fenómeno global en los últimos años. Desde el movimiento de los “indignados” en España hasta las protestas en Hong Kong, Colombia, Chile, etc.
A corto plazo las protestas son contra la Ley 406 y la minería a cielo abierto, pero esta jornada puede tener un significado mucho más relevante para el futuro del país.
El estallido social en Panamá ha puesto de manifiesto al menos dos asuntos que amenazan la paz social de nuestro país:
El primero, que es el de mayor visibilidad, guarda relación con poner fin al extractivismo minero, la explotación intensiva de recursos naturales sin una gestión sostenible, y el peligro que esto plantea para el medio ambiente.
El segundo, que señala un momento de quiebre epocal, es el fin de la “vieja forma” de hacer política, que es parte de una ya marcada crisis de representatividad democrática.
La “vieja forma” de hacer política hace referencia a prácticas y enfoques tradicionales que han caracterizado la política a lo largo de nuestra historia, específicamente desde 1990 hasta nuestros días.
La “vieja forma” de hacer política está caracterizada por la opacidad en la toma de decisiones y la falta de acceso a la información, los pactos de pasillo, la búsqueda de beneficio personal por encima del bien común, los partidos políticos como únicos medios reales de participación social, y la nula fiscalización o rendición de cuentas de los gobernantes hacia los ciudadanos.
Actualmente vivimos en la era de la información, donde las tecnologías de la información y las comunicaciones nos permiten acceder, generar y distribuir información en maneras que eran impensables en la década de 1990 cuando se iniciaron las primeras concesiones de la minera en cuestión.
Influenciada en gran medida por la tecnología, la interconectividad en redes y la enorme cantidad de datos disponibles, surge una nueva generación de ciudadanos que se ha levantado contra la minería como tema visible, pero detrás de estas protestas se encuentra el desgaste de la “vieja forma” de hacer política y esto podría significar el inicio de un proceso cultural - institucional de cambio en la relación entre gobiernos y ciudadanos en Panamá.
En el corazón del asunto se encuentra la exigencia de cambio en la forma como se toman las decisiones en el país. La exigencia es que el gobierno central y los gobiernos locales sean abiertos, transparentes y responsables, no por arte de magia, sino debido al poder de la fiscalización ciudadana y la rendición de cuentas.
El verdadero significado de estas protestas, como punto de quiebre en la historia, lo veremos no en las siguientes elecciones sino en la conformación de un pensamiento colectivo que no acepta la “vieja forma” de hacer política y la génesis de una nueva cultura de transparencia y fiscalización en todas las acciones del gobierno, es decir, el fin de la chequera en blanco para los funcionarios elegidos.
La juventud está desempeñando un papel fundamental en la lucha por el cambio político y social, nos toca a todos seguir la lucha, de la protesta, hacia una propuesta de transformación de la política y de los gobiernos, que deben ser refundados bajo la orientación de una nueva filosofía sobre cómo gobernar en el nuevo milenio: El gobierno abierto.
Imagine que usted posee acciones en una empresa, pero no tiene acceso a reportes detallados de los gastos en que incurre el administrador de la misma, a usted solo le llaman para firmar los cheques, pero no le brindan reporte alguno sobre las actividades y decisiones internas relacionadas al manejo de la empresa sobre la cual usted posee dichas acciones. A simple vista tal proceder parece ilógico e inconcebible en la práctica privada, pero es lo común en la empresa llamada Estado.
Basado en tres principios orientadores: Transparencia, participación y rendición de cuentas, el gobierno abierto es una nueva forma de gobernar y tomar decisiones. en el nuevo milenio. Las reformas institucionales necesarias deben ser orientadas bajo estos principios.
En efecto, lo que podría surgir de esta jornada de protesta es la transformación del Estado, de sus métodos de gobierno, su forma de tomar decisiones y su relación con la ciudadanía, pues lo que está en cuestión es el ejercicio de una nueva ciudadanía que ejerza el control social de la gestión pública, y de esta forma poner fin a los cheques en blanco e iniciar una nueva era: “La democracia de confianza”, necesaria para garantizar la paz social a largo plazo.