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- 18/07/2018 02:00
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Con el mismo hermetismo con que negoció el establecimiento de relaciones diplomáticas, el gobierno nacional mantiene en secreto lo relacionado con la ubicación de la sede de la embajada de la República Popular China en Panamá.
Versiones de prensa, que el Ministerio de Relaciones Exteriores se ha rehusado a confirmar, indican que la sede diplomática, que también albergará la residencia del embajador y funcionarios chinos, ocupará una superficie de cuatro hectáreas en los alrededores del Museo de la Biodiversidad en Amador.
En una entrevista publicada el mes pasado en The New Yorker , el exembajador de Estados Unidos en Panamá, John Feeley, aseguró que el presidente Juan Carlos Varela alquiló a los chinos ‘una enorme parcela' para la construcción de su embajada en la franja de tierra que se adentra en el océano en la desembocadura del Canal.
‘Los marinos de todos los barcos que transitan el Canal verán la prueba del aumento del poder de China al cruzar la vía acuática que una vez simbolizó la influencia global de Estados Unidos', comentó The New Yorker .
Feeley, en la referida entrevista, reveló que desde finales del 2016 tuvo informes de que Varela estaba negociando con China para retirar el reconocimiento diplomático a Taiwán. En febrero del 2017 le preguntó directamente a Varela, pero éste le mintió y negó tales negociaciones.
Sin embargo, el 13 de junio del año pasado, una hora antes de que Varela anunciara el establecimiento de relaciones con China y la ruptura con Taiwán, Feeley habló circunstancialmente con el gobernante panameñista y éste ‘dejó escapar' la realidad de la decisión diplomática.
En el camino quedó una telaraña de engaños y traiciones. Mientras Varela negociaba con los chinos, suscribió a mediados del 2016 asistencia económica de Taipéi por $72 millones; viajaba por el mundo en el avión regalado por los taiwaneses.
Cuando parecían agotadas las sorpresas, la cancillería panameña ensayó un nuevo relato. Panamá supuestamente rompió con Taiwán, porque su presidenta Tsai Ing-wen ignoró el llamado Consenso de 1992, alcanzado entre Pekín y Taipéi bajo el principio de una sola China, para garantizar el desarrollo pacífico y estable de los nexos entre ambas orillas del estrecho de Formosa.
‘Al no reconocer (Tsai) el consenso de una sola China, se resquebrajaba la relación entre ambos y en ese momento Panamá y China toman la decisión de acercarse. Mientras se respetó el statu quo, nos mantuvimos con Taiwán. Es con el cambio que se da el paso', dijo el vicecanciller Luis Hincapié al diario madrileño ABC .
Tsai asumió la presidencia de Taiwán en marzo del 2016. Tres meses después fue recibida con honores por Varela durante su visita oficial a Panamá. En ese momento nada tenía que ver si ignoraba o no el llamado Consenso de 1992.
Lo que no contó Hincapié fue que en enero del 2015 había viajado a Pekín al frente de la delegación panameña que asistió al foro sobre el plan de cooperación entre los estados de América Latina, el Caribe y China. Y que fue portador de un mensaje de Varela al gobierno chino.
El contenido –según reveló la canciller Isabel de Saint Malo en marzo pasado a La Prensa — era: ‘Panamá quiere establecer relaciones con China'.
Ese mismo mensaje fue reiterado a altos representantes del gobierno chino en diciembre del 2015 en París en ocasión de la Cumbre sobre Cambio Climático a la que también asistió Varela. Para entonces no se vislumbraba que Tsai llegara a la presidencia de Taiwán.
A inicios del 2016, en la víspera de la visita de Tsai a Panamá, Pekín precipitó el proceso, según declaró Saint Malo, a través de un mensaje entregado a Varela por ‘un distinguido miembro de la comunidad china en Panamá'.
En ese marasmo de contradicciones, Varela justificó la decisión afirmando que no podía seguir perpetuando la ausencia de relaciones diplomáticas, porque China representa el 20% de la población mundial. Además, es la segunda economía global, el segundo usuario del Canal y el primer proveedor de la Zona Libre de Colón. Una postura inconsistente, pues el país había vivido por décadas con esa realidad.
De acuerdo al ABC , China tiene ahora la oportunidad de consolidar su posición en un país que, desde la construcción del Canal en 1914, ha estado siempre bajo la órbita de Estados Unidos. El rol que Pekín aspira jugar en uno de los lugares más estratégicos del planeta alienta el temor a que Panamá se convierta en el futuro en una zona de colisión entre Estados Unidos y China.
Panamá, por otro lado, es solo una ficha dentro del tablero de juego de la invasión silenciosa de China. Como a Pekín lo que le sobra es dinero, está seduciendo a las élites locales para crear un clima favorable a sus intereses.
Corporaciones chinas han abierto oficinas en Panamá y se acelera el goteo de empresarios chinos que semanalmente visitan el país alucinando a los panameños con el supuesto espejismo de las oportunidades que el desembarco económico chino puede ofrecerle al país. China Development Bank y Exim Bank China, los dos principales bancos de desarrollo chino, ya están en Panamá.
Empresas estatales chinas están construyendo puertos de cruceros, de contenedores y de aguas profundas en ambas orillas del Canal y acaban de ganarse la licitación del Cuarto Puente sobre la vía interoceánica, que será la plataforma para la Línea Tres del Metro.
No es un secreto que los chinos pretenden tener una participación clave en el desarrollo industrial y logístico de la zona especial que promueve la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) en 1,200 hectáreas de la ribera Pacífica.
Para reforzar su posición estratégica en Panamá, China tiene también presupuestado participar en la nueva ampliación del Canal, por lo que ha ofrecido gratis un estudio de factibilidad para estar mejor colocado en las futuras licitaciones. ‘China va a atacar por todos lados', dijo a ABC una fuente de la Autoridad del Canal de Panamá, refiriéndose al propósito de Pekín y de las empresas estatales chinas por jugar un rol protagonista en el desarrollo, gestión y construcción de lo que sería el cuarto juego de esclusas.
No cabe duda de que Pekín plantea un reto a la seguridad de Estados Unidos por su presencia en la vía interoceánica. Recientemente el almirante Kurt W. Tidd, el jefe del Comando Sur, dijo ante el Senado estadounidense que ‘el mayor alcance a puntos de acceso global cruciales como Panamá crea vulnerabilidades comerciales y de seguridad para Estados Unidos'.
Las operaciones de China en la ruta estratégica de Panamá convierten al país en parte del ‘collar de perlas' chino, según The Wall Street Journal. ABC mostró preocupación porque ‘Panamá acabe convirtiéndose en una franquicia de China'.
El Departamento de Estado fijó a inicios de año su posición sobre China. Declaró que el imperio comunista se está afianzando en América Latina, usando su poder económico para llevar la región a su órbita, a un costo muy alto. Con beneficios aparentes a corto plazo, pero dependencia a largo plazo.
Los nuevos halcones anidados en la Casa Blanca, por otro lado —con el secretario de Estado Mike Pompeo y el Consejo de Seguridad John Bolton a la cabeza—, están alimentando la animosidad contra Pekín y exacerbándola hasta el infinito, con guerras comerciales y enfrentamientos estratégicos de por medio.
Los administradores del poder en Washington han afirmado su determinación de contrarrestar la ascendente influencia de China y su invasión silenciosa en América Latina.
Al final de cuentas, los regímenes autoritarios son los que trazan planes que cristalizan a lo largo de décadas. Xi Jinping, el nuevo emperador chino, está coronando el programa que Teng Hsiao-ping diseñó hace casi medio siglo.
En su proyección al mundo, los chinos hablan de cooperación integral, de trato entre iguales, de oportunidades para todos, de paz, desarrollo y progreso de la humanidad. Una retórica que emboza sus verdaderas intenciones hegemónicas.
PANAMÁ