“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
'El cartel de los Sapos' y el mercado mundial del poder
- 25/08/2023 00:00
- 25/08/2023 00:00
En la conocida novela y aún más famosa telenovela El cartel de los Sapos”, Martín González (personaje basado en Andrés López López, alias Florecita) nos narra desde la cárcel sus periplos como narcotraficante. El cartel de los Sapos muestra cómo en el mundo criminal se compite, no solo con otros grupos criminales, sino también con la policía, la DEA, élites políticas y élites económicas; todos se disputan por mayores cantidades de poder en un mismo mercado, un mercado único, en donde el consumidor es la divisa más valuada. En El cartel de los Sapos”, así como en la realidad, los carteles de poder están formados por miembros de varias facciones y no solo actores criminales. En cualquier caso, un cartel no es sino un grupo de actores independientes en un mercado, que conspira para acumular mayores riquezas y dominar el mercado.
Desde el 22 al 24 de agosto, el joven cartel de los BRICS sostuvo su décimo quinta cumbre, en Johannesburgo, Sudáfrica. Los jefes de Estado de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica se reunieron (Putin de manera virtual) en el país africano para discutir el futuro del cartel, de cara a los cambios en el mercado del poder mundial. Los regímenes de Rusia y China buscan construir un nuevo orden mundial, y lo hacen cada vez de manera más explicita. Países intermediarios, como Brasil e India, hacen posible la sostenibilidad de la competencia de grandes poderes y podrán lucrar de su estatus ambiguo, hasta que una confrontación sea inevitable. El mundo no alineado se está alineando, y llegará el momento en el que los carteles del G7 y los BRICS medirán sus fuerzas por el control mayoritario del mercado mundial del poder.
Vladimir Putin no pudo asistir a Johannesburgo por temor a ser detenido, ya que cuenta con una orden de arresto emitida por la Corte Penal Internacional (peculiarmente es por el secuestro de niños ucranianos y no por invadir un país sin razón, ¿o será que EE.UU. no quiere que le apliquen la misma?). En su participación virtual, Putin, como siempre, fue muy claro con sus intenciones: “Quiero destacar que el BRICS no compite con nadie, no se opone a nadie, pero también está claro que este proceso objetivo, el proceso de la formación de un nuevo orden mundial, no obstante, tiene opositores irreconciliables que buscan ralentizar este proceso, contener la creación de nuevos centros independientes de desarrollo y de influencia en el mundo”. Según Putin, el orden mundial supuestamente liberal, liderado por las economías del G7, es un mundo “basado en reglas que nadie ve, reglas que se usan, debo decir, sin ambages, con fines egoístas y que se cambian en aras de la coyuntura política actual... es colonialismo en un nuevo envoltorio”. Xi Jinping también hizo referencia al G7 durante la cumbre de los BRICS, cuando dijo que ciertos actores están “obsesionados con mantener la hegemonía, y han hecho todo lo posible para paralizar a los mercados emergentes y a los países en desarrollo... Quien se desarrolle primero se convierte en su objetivo de contención. Quienquiera que se ponga al día, se convierte en el blanco de la obstrucción”.
Vladimir Putin y Xi Jinping participaron en la cumbre sin ningún temor de mostrar su naturaleza. Por un lado, Putin continúa participando de cumbres internacionales sin vergüenza o verdadera oposición, a pesar de ser el paria de occidente. Putin se mostró en su videollamada con los demás jefes de Estado de los BRICS, pero también durante las celebraciones del 80 aniversario de la victoria en la batalla de Kursk sobre la Alemania nazi, horas después del derribamiento del avión en el cual presuntamente viajaba Yevgeny Prigozhin, líder del grupo Wagner, y horas después de oficialmente haber destituido al comandante de la Fuerza Aérea, el general “Armagedón” Sergei Surovikin (el famoso general no ha sido visto desde la insurrección del grupo Wagner hace dos meses). Y Xi Jinping no compareció a su ponencia en la Cumbre de los BRICS, a pesar de estar en Johannesburgo. El ministro de Comercio Wang Wentao leyó el discurso de Xi, en su lugar. Es la segunda vez este año que un alto oficial chino no da razones para ausentarse en una reunión de los BRICS. En junio, el entonces ministro de Exteriores, Qin Gang, se ausentó sin excusa en una reunión ministerial. Un mes después, y luego de una cena con el secretario de Estado de EE.UU. por más de tres horas, Qin Gang desapareció del ojo público y fue sustituido como ministro de Relaciones Exteriores, con solo seis meses en el cargo. Desde que llegó al poder, Xi Jinping ha purgado a 2,3 millones de miembros del Partido Comunista de China. Yevgeny Prigozhin, Sergei Skripal, Pavel Antov, Alexander Litvinenko, Ravil Maganov, Boris Nemtsov, Anna Politkovskaya están entre los nombres de las personas que Vladimir Putin presuntamente ordenó asesinar de manera pública y notoria. Alexei Navalny sobrevivió su envenenamiento, pero sufre su martirio aislado en Siberia. Rusia y China están liderados por una mafia de poder que controla con violencia y no una institucionalidad legítima.
Los regímenes mafiosos de China y Rusia han conseguido entrada al mercado del poder mundial a través de carteles regionales. Rusia logró penetrar la Unión Europea, a través de Hungría, Italia, e incluso el partido de derecha francés, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen; y a la OTAN, a través de Erdogan en Turquía; mientras que en África utilizó al grupo Wagner para penetrar gobiernos autoritarios y en LATAM se apalancó del socialismo del siglo XXI, además de reavivar la relación romántica con los dueños de La Habana. Y China, de manera más sigilosa, penetró todos los mercados económicos a nivel mundial con su mano de obra barata y financiamientos extraordinarios, creando una verdadera nueva Ruta de la Seda para comerciar el poder internacional.
India y Brasil son los miembros del cartel de los BRICS que aún mantienen apariencias, dependiendo del público. Cuando Narendra Modi viajó a Washington D.C., a finales de junio, se presentó ante Biden como un miembro del cartel naciente llamado ”The Quad” (o Diálogo de Seguridad Cuadrilateral), que junto a Japón, Australia y EE.UU. buscan balancear la creciente influencia de China en el Indo-Pacifico. Similarmente, cuando Luiz Ignacio “Lula” Da Silva se reunió con Biden en la Casa Blanca, en febrero, se presentó como el paladín latinoamericano para la agenda climática mundial y el salvador de la Amazonía. Lula y Modi, además, lideran las democracias más grandes de sus respectivas regiones, lo cual les permite entrada a los pasillos y palacios de los creídos carteles occidentales.
En 2021, sin embargo, Modi recibió a Putin en Nueva Dehli y firmó un acuerdo de cooperación en materia de seguridad con Rusia por más de 10 años. Entre los más de 28 acuerdos firmados, se encuentra la producción en conjunto de equipos militares. Hoy, 23% del armamento de la India es ruso. India, además, es el tercer mayor comprador de gas y petróleo ruso, más de $15.000 millones anualmente (China lidera la compra con $30.000 millones, e irónicamente, la Unión Europea se mantiene de segundo lugar, con $18.000 millones en compra de gas y petróleo ruso). Lula, por su parte, es el fundador del Foro de Sao Paolo y un condenado por corrupción, quien ha mostrado su apoyo a Cuba y Venezuela, y se ha mostrado tibio ante la invasión de Ucrania. Durante su último gobierno en Brasil, los carteles del poder lograron extraer de las arcas del Estado cerca de $5.000 millones (monto asociado con las investigaciones “Lava Jato”).
Además de demostrar claras dualidades en el escenario internacional, India y Brasil han sido históricamente los líderes del movimiento de países no alineados. El supuesto tercer mundo. Brasil e India se han beneficiado de la informalidad de sus gobiernos y sus alianzas y de la formalidad del sistema liberal, para lucrar. Y “occidente” no ha tenido escrúpulos en lidiar con India y Brasil, mientras encuentren suficiente beneficio. Los márgenes de ambigüedad en su política exterior se están estrechando, pero hasta el día en que deban tomar bandos continuarán erosionando el poder del sistema liberal moribundo.
Cyril Ramphosa, el presidente de Sudáfrica, es el propio “Florecita”. El más nuevo en el cartel de los BRICS, joven promesa que busca probar su valor. En febrero de este año, Sudáfrica se unió a China y Rusia para realizar ejercicios militares, durante 10 días, en el océano Índico. Según el gobierno de Ramphosa, los ejercicios militares denominados Mosi (que significa humo) son una necesidad para su país, que necesitará cooperación de aliados para la protección de sus costas. Costas que son esenciales para el comercio internacional, al igual que las rutas marítimas en el Ártico y el estrecho de Taiwán (zonas en donde China y Rusia, de manera rutinaria, realizan ejercicios navales).
Más allá de las relaciones militares, Ramphosa sigilosamente fungió como el negociador para lograr la expansión de los BRICS anunciada este 24 de agosto en Johannesburgo. Los miembros existentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) aprobaron, de manera unánime, la expansión del grupo y extendieron invitación al cartel a: Argentina, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán.
Estos seis nuevos miembros tendrán acceso a los mercados de poder que han construido los BRICS. Alrededor de 46% de la población del mundo y 37% del PIB mundial. La ironía es que supuestamente compiten con EE.UU., el G7, y su hegemonía, pero al mismo tiempo cada miembro de los BRICS y nuevos miembros mantienen relaciones importantísimas bilaterales con EE.UU. Arabia Saudita depende de EE.UU. para tener el 73% de sus equipos militares funcionando, pero mantiene mayor relación comercial con China e India. Argentina es el mayor prestatario del Fondo Monetario Internacional, pero también el promotor de la desdolarización. Antes de 2015, 80% del armamento de Egipto provenía de EE.UU., en 2018 Rusia se convirtió en el mayor vendedor de armas al régimen del Cairo, seguido por Francia.
Pablo Escobar lo supo en vida, y estos líderes de carteles del poder mundial lo saben también: “No existe una empresa que le saque más dólares a Estados Unidos [u occidente o el orden mundial liberal] que nosotros, los narcotraficantes”.