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- 11/09/2008 02:00
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ANÁLISIS. En el género de la literatura distópica (aquella que presenta la sociedad del futuro como totalitaria y opresiva) una de las más destacadas novelas es “El talón de hierro” de Jack London. Publicada en 1908, narra el ascenso al poder de una oligarquía tirana en los Estados Unidos. Setenta años después, aún se seguía editando, pero en este caso con algo especial: en la portada aparecía una bota negra pisando el retrato de un hombre. Ese hombre es Salvador Allende, protagonista de uno de los episodios de la historia en los que la distopía se volvió realidad: el golpe de Estado del 11 de septiembre 1973 en Chile.
Para Carlos Klammer, embajador de Chile en Panamá, “Allende es un personaje muy especial en la historia de Chile A pesar de pertenecer a la burguesía acomodada, Allende vivía para la historia”. Su triunfo electoral en 1970 (en su cuarto intento) significó “un golpe para el paso cansino que llevaba el país”. Allende inició una serie de reformas sociales (las 40 medidas) que fueron vistas con malos ojos por muchas personas. Estas reformas, aunadas a la visita de Fidel Castro a finales de 1971, contribuyeron a crear una caldera que reventaría en cualquier momento. “Los tres años de Allende fueron años de confrontación”, apunta el embajador. El presidente, por un lado, se negaba a abandonar su plan de reformas, pero esto le llevó a enfrentarse con la derecha, la democracia cristiana y hasta con la propia izquierda radical. Aparecen grupos paramilitares, como “Patria y Libertad”, y se empiezan a dar confrontaciones callejeras, que para Klammer no dejaban de ser “un juego de niños”. “Nadie parecía recordar que las Fuerzas Armadas estaban al margen de todo”. Pero esta posición no iba a durar mucho: el 11 de septiembre, el ejército, al mando de su comandante en jefe Augusto Pinochet, se toma el país, y bombardea el Palacio de la Moneda, dando muerte al presidente, e inaugurando un régimen que duraría 17 años, y que es y será recordado por las desapariciones forzadas, los campos de concentración y la persecución a sus enemigos políticos.
Tomó mucho tiempo para que volviera a haber confianza política. “Muchas sedes diplomáticas empezaron a organizar más cócteles de lo normal, y eso contribuyó mucho”, recuerda el embajador. En el verano de 1988 comienza, por primera vez, a haber una confrontación política al régimen. El 2 de febrero se firma un manifiesto público por 17 partidos, creándose el “Comando por el No”, que hizo campaña por todo el país y el 5 de octubre le gana un plebiscito al dictador. Pinochet permaneció en el poder hasta 1990, cuando se vuelven a celebrar elecciones democráticas. Luego volvió a ser comandante en jefe del ejército y en 1998 fue arrestado en Inglaterra. El ex dictador murió en diciembre de 2006 de un ataque al corazón.
Chile, 35 años después, lucha por cerrar las heridas y mirar hacia adelante. Hasta la propia presidenta, Michelle Bachelet, está marcada por este suceso. Su padre, general de la fuerza aérea, se rehusó a participar en el golpe. Por ello, fue llevado a la cárcel publica y murió allí. La presidenta también fue detenida, pasó por el siniestro campo de concentración de Villa Grimaldi, para luego ser expulsada del país.“Todos hemos pagado una cuota. Nos han matado a nuestras familias y han hecho merma en nuestro instinto y nuestra creatividad”, asegura Klammer. Ahora, el pueblo chileno trabaja duro para que la historia no se vuelva a repetir. Carlos Klammer cree que “La democracia tiene más adeptos. El que quiera alterar las reglas de la paz social va a tener muchas dificultades. Las tentaciones no van a abandonar nunca al hombre, pero siempre tenemos la esperanza de que podamos aprender del pasado”.