No me des amor, dame mi patria

Actualizado
  • 26/02/2025 11:56
Creado
  • 26/02/2025 11:56

Febrero se presenta como un mes cargado de corazones y promesas de amor eterno. Sin embargo, de mí surgen dudas sobre lo que se debería entender como amor. Me pregunto de las diversas formas en que se ama, en los lugares o pensamientos donde encontramos refugio, en la nostalgia y sobre lo que añoro. Entonces, también me cuestiono a dónde pertenezco y si aún rescato algo de la palabra “patria”.

Siempre he cuestionado las estructuras y las marcas militaroides que se nos han heredado en símbolos como escudos o banderas. En ocasiones, los himnos se me hicieron homenajes al legado colonial, en vez de un símbolo emancipador. Pero, tras las manifestaciones del nuevo mandato de Trump de apoderarse del Canal de Panamá, no dejo de sentir ansiedad y dolor, como si a una parte mía se le rompiese el corazón, y pienso que después de todo defino a mi manera lo que es mi patria.

A Panamá no la celebro un 14 de febrero, con flores o palabras vacías. Mi patria no es un concepto que se ciña a banderas, himnos o discursos. Mi patria es la tierra que se conquistó con sangre y sacrificios de generaciones que lucharon porque un trozo de territorio que siempre estuvo dividido finalmente fuera nuestro: “Un solo territorio, una sola bandera”. Mi patria no es necesariamente mi patria porque es el lugar en el que nací, ni el que me vio crecer, pero sí el lugar al que pertenezco. Es el lugar al que quiero regresar, el que quiero habitar y donde quiero morir, incluso si me atormentan sus contradicciones, o si tengo que pelear con su historia.

El Canal de Panamá no es solo una vía de navegación o un pedazo de cemento y acero. Es la evidencia de una lucha por la soberanía, una lucha que costó vidas y años de sufrimientos, humillaciones y resistencia. Ese pedazo de tierra, ese trecho de agua que divide dos océanos, tiene un peso histórico que me obliga a pensar en lo que significa pertenecer a un lugar. No se trata de defender una bandera ni de acatar órdenes. Se trata de reconocer que algo que costó tanto esfuerzo no sea arrebatado con la misma ligereza con la que se consumen ideas vacías sobre el amor o el patriotismo.

No quiero un amor vacío, no quiero un amor en el que lo único que se celebra es la ilusión. Quiero un amor que me impulse a defender lo que ha costado tanto, que me impulse a pensar en un futuro donde ese lugar, con todas sus sombras y luces, siga siendo mío, nuestro. Es un lugar donde podamos vivir sin sentir que estamos siendo despojados, donde podamos mirar hacia el futuro con la certeza de que lo que hicimos, lo que luchamos, lo que defendimos, tiene valor, pero sobre todo, aún podemos trabajar para que sea el que queramos. Como diría Gerardo Maloney, sociólogo afropanameño, “este país por cambiar, transformar o como quieras decirlo, es mí, yo, tú, nuestro primer compromiso”.

El 14 de febrero no me des amor. Dame mi patria. Dame la tierra que, más allá de sus problemas, sus contradicciones y su historia, sigue siendo el lugar que quiero habitar. Un amor como ese es el que quiero rescatar. Al final, lo que realmente amamos no es solo la tierra, sino lo que hemos hecho con ella, lo que hemos construido, lo que hemos defendido, y lo que aún queda por hacer. Es un amor que, aunque a veces parezca desgastado por las injusticias, sigue siendo necesario para seguir adelante, para pelear cada día por ese país que todavía se está escribiendo, en cada acción, en cada palabra, en cada decisión.

No soy ingenua. No creo que una patria perfecta exista, pero es en esa imperfección donde radica nuestra responsabilidad. Amar la patria no es aceptar su historia sin cuestionarla, sino asumir el reto de transformarla. Este amor del que hablo no necesita de flores, requiere de memoria, coraje y acción. No es un amor que se queda en palabras, sino que se forja en lo que hacemos. Amor es, entonces, desafiar las sombras y trabajar por un futuro que sea realmente nuestro.

Dame la tierra que, más allá de sus problemas, sus contradicciones y su historia, sigue siendo el lugar que quiero habitar.
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