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- 03/01/2019 01:00
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El mundo ha sufrido importantes cambios generados por revoluciones industriales. La primera revolución industrial fue durante la era de la mecanización, energía hidráulica y energía de vapor.
La segunda, destacó por la producción en masa, línea de montaje y la electricidad. La tercera, estuvo de la mano de la computadora y la automatización, llegando en la actualidad a lo que se denomina la cuarta revolución industrial.
En su libro ‘la Cuarta Revolución Industrial', el Profesor Klaus Schwab, analiza como la tecnología (inteligencia artificial, robots, tecnologías móviles, entre otros) cambiarán la forma de interactuar de los seres humanos.
Las revoluciones industriales llegan a las economías produciendo cambios rápidos, donde solo los que están preparados y son resilientes logran de forma dinámica adaptarse a dichos cambios.
Es por ello por lo que en la última medición del Índice Global de Competitividad (IGC) del Foro Económico Mundial, se incorpora una nueva metodología que mide la capacidad de los países de responder al cambio que produce la cuarta revolución industrial, que da paso a nuevos productos y servicios, creación de nuevas empresas, y a la demanda de esos bienes y servicios que se traducen en una mejora en su calidad de vida.
La evaluación, en general, del IGC es más ‘centrada en el ser humano' considerando aspectos como la generación de ideas, el capital social, y las políticas activas del mercado laboral. Además, da preponderancia a la infraestructura digital, ya que le asigna el mismo peso que la infraestructura física; le da mayor atención a la agilidad y capacidad de adaptación, y redefine las instituciones para incluir capital social, controles y balances, y la orientación del gobierno hacia el futuro.
Esta cuarta revolución provoca un acelerado ciclo de innovación y provoca que los negocios se vuelvan obsoletos a un ritmo más rápido. Según el Foro Económico Mundial, este proceso de destrucción creativa constante genera oportunidades para nuevos participantes y reduce las barreras para transferir tecnología o innovar, pero también requiere la gestión de interrupciones frecuentes en la industria.
Para responder a estos desafíos, las economías prósperas deben establecer mecanismos apropiados para reducir el riesgo de nuevas crisis financieras y para controlar los efectos socioeconómicos de la innovación. Panamá, a pesar de presentar una desaceleración económica, se mantiene creciendo.
Sin embargo, ese crecimiento debe traducirse en bienestar para la población. Nuestra debilidad marcada en las instituciones, en la formación de la población, las políticas publicas con rezago en su cumplimiento o la ausencia de estas, son aspectos que golpean la competitividad del país y no le permitirán crecer como nación, así como crece la economía. Parece que son variables que crecen disociadas, pero deben acompañarse para lograr crecimiento económico y desarrollo social a largo plazo.
El país debe considerar las cinco tendencias globales como la urbanización rápida, el cambio demográfico y social, el cambio climático y la escasez de recursos, el cambio en el poder económico mundial, así como los avances tecnológicos. Estos aspectos fueron considerados por Singapur para adaptarse oportunamente a los cambios, y para ello crearon el Comité sobre la Economía del Futuro (creado en el 2016 e integrado por 30 expertos del Gobierno, sector académico y el sector privado).
Este grupo elaboró siete estrategias que buscan el éxito de su país ante un mundo en constante cambio. Las estrategias son las siguientes: profundizar y diversificar las conexiones internacionales, adquirir y utilizar competencias y conocimientos más profundos, reforzar las capacidades de la empresa para innovar y crecer, construir capacidades digitales fuertes, desarrollar una ciudad de oportunidades, dinámica y conectada, desarrollar e implementar mapas de transformación industrial y buscar la colaboración entre todas las partes involucradas para posibilitar la innovación y el crecimiento.
Un país que crece y se desarrolla, brinda salud y educación de calidad a sus ciudadanos, logra consolidar los emprendimientos, provee un entorno propicio para la actividad económica, facilitando la inversión local y extranjera, genera empleos productivos, que se traducen en una mayor calidad de vida de su población.
Panamá debe concretar estrategias como nación, que le permitan responder ante los desafíos actuales con políticas públicas que tengan visión de Estado y no de gobierno, entendiendo claramente donde queremos estar y que debemos hacer para ello.