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- 01/09/2013 02:00
- 01/09/2013 02:00
Por más ansias que tengo de decirle adiós al alcalde de San Diego, Bob Filner, hay algo que todos debemos considerar antes de que se vaya.
No puedo permitir que se salga con la suya teniendo en cuenta lo que dijo en su discurso de renuncia, una larga diatriba frente al Consejo Municipal que, aparentemente, se le permitió pronunciar como parte de una negociación con funcionarios de San Diego sobre los términos de la derrota. El trato parece ser que sólo se iría si se le daba la oportunidad de atacar a sus críticos. Él podría salvar algo de cara, y esta ciudad podría salvarse dando fin a esta telenovela a orillas del mar.
Después de que 18 mujeres lo acusaran de conducta sexual inapropiada —o como mínimo conducta lasciva— y de admitir que tenía un problema y que ha manchado su cargo, el Alcalde Sinvergüenza tenía que irse. Pero su ego no le permitía irse silenciosamente. Además, ¿qué gracia tiene que lo saquen a uno de su cargo, nada menos que después de una elección de destitución, si uno no puede apuntarse algunos tantos a la salida?
El problema es la manera en que escogió hacerlo. Muchas de las palabras que usó fueron irresponsables e inapropiadas, y probaron ser otro ejemplo de nuestro mal nacional —la tendencia de los estadounidenses de hacerse las víctimas y evadir la responsabilidad de sus actos.
Y es aún peor. Como joven activista en los años 60, Filner formó parte de los Freedom Riders, un profundo ejemplo de resistencia pasiva, en que blancos y negros viajaron juntos en ómnibus Greyhound, por el sur que aún estaba segregado —los negros, en el frente, los blancos atrás, desafiando la segregación racial. El alcalde, de 70 años, ha utilizado, desde entonces, esa experiencia para construir una carrera política. En sus últimos días en el cargo, los pocos que los apoyaban eran individuos en su mayoría de color. Consciente de ese hecho, Filner recurrió a una retórica incendiaria, cuya intención era incitar a ese público. Una vez que a uno lo desalojan, ¿por qué no prender fuego a la casa?
‘Ahora tengo que advertir al consejo sobre una cosa y supongo que a la ciudad,’ dijo Filner. ‘Saben, empecé mi carrera política enfrentándome a turbas de linchamiento. Y creo que acabamos de enfrentar una de ellas aquí, en San Diego. Van a tener que encarar eso.’
¿Turbas de linchamiento? Sí, usó esa frase. Obviamente, quiso crear un sentido de empatía con las minorías que lo apoyaron, algunas de las cuales llenaban la sala del consejo el día que anunció su renuncia. Filner se aprovechó de eso. Una de las cosas más egoístas que hizo durante la sórdida historia fue permitir que la gente se jugara su reputación respaldándolo, cuando sabía que la lista de presuntas víctimas sólo aumentaría.
‘En una mentalidad de turba de linchamiento,’ continuó Filner, ‘los rumores se convierten en acusaciones, las acusaciones se convierten en hechos, los hechos se convierten en pruebas de hostigamiento sexual, que han llevado a pedidos de mi renuncia y destitución. Ni una acusación, miembros del consejo, ha sido verificada independientemente ni demostrada en un tribunal. Nunca he hostigado sexualmente a nadie. Pero la histeria que se ha creado, y que muchos de Uds. ayudaron a alimentar, es la histeria de una turba de linchamiento.’
Dios mío. Observen quién está hablando sobre alimentar la histeria. El alcalde tuvo numerosas oportunidades de responder a esas acusaciones, pero escogió permanecer en silencio. Lo que realmente alimentó la histeria fue la percepción de que él había hecho algo incorrecto. Después, con su retórica de carga racial, Filner la alimentó una vez más. Sabíamos que no tenía vergüenza alguna. Ahora también sabemos que no tiene clase.
Finalizó con las siguientes palabras: ‘Como dije, enfrenté turbas de linchamiento muchas veces cuando era joven. Las pruebas no eran necesarias. La turba sabía quién era culpable. ¿Quién necesitaba del debido proceso? Bueno, señoras y señores, la democracia necesita del debido proceso. San Diego necesita del debido proceso. Ustedes, los de los medios y la política, que alimentaron esta histeria, pienso yo, deben observar lo que ayudaron a crear. Porque han desencadenado un monstruo.’
En realidad, lo que San Diego realmente precisa es un alcalde nuevo. Y la ciudad lo tendrá, ahora que este dirigente desacreditado se va. Mientras tanto, lo que necesita Filner es asistencia. Es obvio que el monstruo del que habla vive en su ser.
LA COLUMNA DE RUBÉN NAVARRETTE