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- 30/05/2021 00:00
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Su consumo energético y la contaminación ambiental que generan han deslucido la imagen del bitcoin y otras criptomonedas, una de las herramientas financieras más novedosas por su carácter digital y descentralizado, que suman estas críticas a los altibajos bursátiles de las últimas fechas.
En el caso del bitcoin, la primera criptomoneda —creada en 2008— y hoy empleada por el 89 % de los conocidos como “mineros virtuales” o profesionales dedicados a la gestión de este tipo de divisa digital, el problema es que implica un consumo anual de 144.28 TWH (teravatios por hora).
Ese gasto proviene de las infraestructuras necesarias para llevar a cabo el proceso de minería mediante superordenadores que requieren un potente sistema de refrigeración para resolver los complejos cálculos que permiten validar las transacciones y otorgar al minero virtual una recompensa en forma de dinero digital.
Esto equivale al 0.66 % de la energía producida en todo el planeta según un reciente estudio del Centro para Finanzas Alternativas de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) en el que se indica que, si en lugar de un recurso financiero fuera un Estado, el consumo de electricidad del bitcoin le situaría en el puesto 27 de la lista mundial en 2019, por encima de países como Suecia y Ucrania.
Este impacto ambiental es la razón empleada hace unos días por el multimillonario y consejero delegado de Tesla, Elon Musk, para justificar su golpe de timón respecto al empleo de esta criptomoneda: “una buena idea..., pero no a expensas de un gran coste para el medioambiente” según explicaba en una publicación en la red social Twitter a la hora de anunciar por qué su compañía dejaría de aceptarla como medio de pago.
Previamente, la decisión de Tesla de adquirir bitcoines por valor de 1,500 millones de dólares para operativa interna y liquidez impulsó la divisa digital por encima de los 58,000 dólares este mismo mes de mayo: la posterior marcha atrás en su decisión debido a la “preocupación por el rápido incremento en el uso de energía fósil, especialmente el carbón para el minado y las transacciones” ha reducido su valor al entorno de los 32,000 dólares.
Aunque un 76 % de los mineros encuestados durante los estudios de Cambridge aseguraron utilizar, en parte, energías renovables, los datos disponibles muestran que la hidroeléctrica fue la más empleada con diferencia por los usuarios de criptomonedas para realizar sus operaciones (62 %), seguida por la de fuentes renovables (38 %) y el gas natural (37 %).
A pesar de ello, el country manager o director nacional del banco de criptomonedas Bit2Me, Javier Pastor, ha señalado a Efe que el sistema financiero tradicional —en referencia a los bancos y el dinero fiduciario— “es mucho más contaminante que las criptodivisas” pero “critican a estas porque constituyen un competidor”, cada vez más fuerte.
Según Pastor, muchas de las criptomonedas permiten fijar tokens o factores de autenticación “en representación de su consumo energético de CO2, que pueden ser más tarde comprados por personas para compensar su gasto energético”.
No obstante, otras divisas digitales conocidas como altcoins o 'monedas alternativas' parecen más respetuosas con el medioambiente, como en el caso del ethereum, segunda moneda virtual con mayor valor de mercado que, según el portal especializado Statista, procesó en 2020 más del triple de transacciones que bitcoin.
Pese a ese volumen de negocio, su gasto en electricidad fue un tercio del de su competidora, según un estudio publicado por la revista Nature Sustainability.
Otra moneda alternativa aún más “limpia” es 'algo', con la cual trabaja ClimateTrade, cuyo director general, Francisco Benedito, ha explicado a Efe que “Bitcoin requiere de 150 kilovatios por cada transacción, mientras que nuestra criptomoneda solo usa 0.02”.
Benedito está convencido de todas formas de que las divisas digitales serán “cada día menos contaminantes, gracias a la creación de protocolos que impliquen no tener que estar con el ordenador generando constantemente la criptomoneda” y en el futuro “dejarán de utilizarse las blockchain —bases de datos compartidas— más contaminantes.