El Metro de Panamá detalló que la construcción de la Línea 3 cuenta con un avance del 75%. Aunque aún no se conoce una fecha para la terminación de la...

- 26/03/2025 04:36
La Selección de Panamá no deja de sorprender por lo que consigue, como por lo que deja de alcanzar cuando tiene a mano un objetivo; le cuesta un montón cerrar el puño a tiempo y se le escapa entre los dedos por actuaciones individuales a veces difíciles de explicar y razonar.
En esta Liga de Naciones se agrandó primero dejando golpeado y cuestionado a Estados Unidos en su proyecto mundialista hacia el 2026 -para el que han realizado una enorme inversión contratando al entrenador argentino Mauricio Pochettino-, al derrotarlos 1-0 hundiendo la jugosa final esperada por los organizadores, entre mexicanos y estadounidenses. Los panameños jugaron un partido muy táctico, ordenado y con una concentración digna de elogio en todas sus líneas y dieron un solo zarpazo ofensivo... mortal al asestarlo concluyendo el encuentro.
Plantados en la final se miraron en el espejo y México se les presentó como una pared para la que contaban con herramientas y el momento adecuado de escalarla, cuando debían dar el último paso para terminar de hacerlo, se desprendieron; se toparon nuevamente con un muro histórico que les resulta infranqueable desde lo psicológico y desde el resultado final, condenados a una nueva decepción.
Esta Liga de Naciones ha mostrado el retrato repetido de un equipo al que le cuesta terminar de superarse frente al peso de la camiseta mexicana, no aprovecha el trance en que como conjunto atraviesa México al estar en un momento que no los hace lucir, como en otras épocas, como un equipo inalcanzable con un juego sobresaliente en la región.
Primero, la imagen de Orlando Mosquera, quien había tenido un partido impecable frente a los estadounidenses, fallando en una salida de manual básico para porteros, concediendo una ventaja al rival y alterando de entrada el plan de juego. Y luego, para cerrar el partido, con qué argumento se puede sustentar el lapsus del defensa José Córdoba, quien giró inocentemente haciendo un avioncito para tocar con la mano el balón, concediendo así un penal infantil cuya acción el exentrenador brasileño-mexicano, Ricardo Tuca Ferretti, llegó a calificar como “una burrada”, se imponen ahora como las imágenes prominentes de este partido.
¿Desconcentración por la presión bulliciosa de la numerosa afición mexicana?, ¿falta de experiencia a pesar de ser jugadores que se desempeñan en el exterior?, ¿cansancio?, ¿olvida el defensa que esta acción con los brazos abiertos es sancionada como penal y lo vemos regularmente en la televisión? Etc. Todas las respuestas que se planteen a los interrogantes sirven para el debate, aunque lo cierto es que suele sucederle a Panamá al filo de la terminación de ciertos partidos, y con México como uno de sus principales destinatarios.
Para refrescar la memoria citemos solo un hecho más y cercano por haber ocurrido en este mismo escenario del SoFi Stadium, en la final de la Copa Oro 2023. Aún resulta ilógico que con Panamá igualando a México en el marcador y superándole en varios pasajes del partido, el defensa Harold Cummings no cometa una falta táctica necesaria fuera del área -que es igualmente de Manual Defensivo-, para evitarse una segunda amarilla y su expulsión, permitiendo con ello que la corrida de Santiago Giménez hacia la portería panameña se transforme, en el minuto 88, en el gol mexicano que les significaría el 1-0 y el título, privando con ello a Panamá de llegar a la prórroga aunque hubiese tenido que afrontarla con diez jugadores. ¿O era preferible, como sucedió, que no hubiese prolongación terminando el partido prácticamente allí?
El álbum de los enfrentamientos está lleno de estampitas con momentos claros y numerosos de la superioridad de México, de algunos descaros arbitrales (que no les sonrojaron) con favorecimiento hacia los mexicanos, y de dos hechos panameños, bajo la dirección de Julio Dely Valdés, que les removieron el piso con las derrotas en la fase de grupo y las semifinales en la Copa Oro 2013.
Pero, mirando más allá, en el fondo, es innegable que el fútbol panameño ha crecido en la región y enfrenta a los mexicanos con mayor determinación y capacidades en su juego, lo cual ha sido posible por la contribución de generaciones de jugadores, entrenadores, dirigentes y las personas que desde diferentes facetas han dado su aporte; como lo han hecho también valiosamente los citados José Córdoba, Orlando Mosquera y Harold Cummings.
Ello llama a bajar los decibeles, no hagamos de momentos desafortunados que no debemos esconder porque tampoco sería sano, los cuales tienen que servirles y servirnos en su análisis a continuar el crecimiento, una injusta y permanente condena pública por encima de todo lo bueno que le han entregado a la selección estando en ella.
Si ponemos en la balanza que se llegó por primera vez a una final de un torneo que había sido anteriormente adverso en la fase de semifinales, al no haber podido ganar un partido, ni se habían anotados goles, entonces el balance no puede quedar en números rojos. En el camino sigue vivo el principal objetivo que es la clasificación al Mundial 2026 y es la meta obligada, más la Copa Oro 2025 como competición adicional, aunque hay que cuidarse de anclarse en el positivismo que puede conducir al conformismo.
El razonamiento de Aníbal Godoy al término del partido evaluando más allá de los méritos, las dos finales disputadas en las cuales ha participado, al declarar “Estamos cansados de perder con las botas puestas. Creo que ya no necesitamos de ese consuelo. Hoy era para mucho más”, apunta en la dirección correcta de no conformarse, posicionando el mensaje que hay que ganar las instancias decisivas. Derribar el muro mexicano cuando se este frente a el será clave, para que tampoco perdure en el tiempo como infranqueable.