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La vida después de Messi
- 13/08/2021 00:00
- 13/08/2021 00:00
La sensación de melancolía que invade al pueblo barcelonista (desperdigado en las cuatro esquinas del mundo) se hizo muy palpable, mientras los obreros iban quitando la imagen de Messi del mosaico que adorna la fachada del Camp Nou. El sentimiento era doloroso y profundo. El vacío, inmenso. Es como si un inmortal hubiera muerto. Dejando un hondo cráter de desolación a su alrededor.
Messi significaba para el F.C. Barcelona mucho más que su mejor jugador. Más que el mejor de su ilustre historia. Su sola presencia generaba una sensación de seguridad deportiva, de serenidad, incluso en medio del desastre. Son 21 años seguidos en el club y 17 jugando en el primer equipo. Todo al más alto nivel. Siempre con un pie rozando lo imposible, lo mágico.
Desde este momento se nota su ausencia. Seguramente será una sensación duradera y profunda. Y alcanzará tanto lo deportivo, como lo anímico y lo económico.
Si evocamos a los mayores ídolos en la historia del Barça, pronto observaremos que Messi recogía muchas de sus virtudes y las condensaba en un solo jugador esencial. Messi goleador. Messi dueño del ritmo. Messi electrizante hilo conductor.
El golpe de balón de Kubala, la prodigiosa movilidad de Cruyff, los diabólicos quiebres de Maradona, los goles de Romario o Samuel Eto', la magia de Ronaldinho. De alguna manera, Messi sintetizó estas virtudes en su cuerpo diminuto y sobrecargado de talento. Sus cambios de velocidad, sus más sutiles variaciones, fueron y son proverbiales, generados por un genuino maestro del ritmo. Pocos pueden conducir el balón a su velocidad de vértigo. Nadie patea los tiros libres con curvas más pronunciadas y perfectas que él.
Intuición, velocidad, visión del campo, juego asociativo, destreza incomparable, gol.
¿A dónde quiero llegar con esta ristra de elogios? A que Messi no tiene ni sustitutos ni herederos. Es sencillamente irreemplazable.
Claro que existen jugadores con virtudes y alguno de ellos terminará en la posición de Messi. Pero esto no quiere decir que lo vayan a reemplazar con éxito similar. Apenas jugarán en su lugar. Si revisamos la plantilla del Barcelona, talento no falta. El domingo anterior durante la presentación del equipo en el Trofeo Juan Gamper, pudimos ver un equipo con fluidez y sentido colectivo enfrentando a la Juventus, a la que vencieron con un inapelable 3-0.
Y eso que no estuvieron sus dos jóvenes estrellas. El incombustible Pedri jugó la Eurocopa con el equipo mayor de España, y acto seguido voló a Tokio para participar en los Juegos Olímpicos, donde el equipo español obtuvo la medalla de plata. Ahora, está de vacaciones. Pedri no se parece en lo absoluto a Messi, pero es capaz de enriquecer el juego colectivo con su agudo sentido de organización y juego asociativo. Fati, que viene recuperándose de una lesión, tampoco se parece en lo absoluto a Messi. Su juego es el de un extremo clásico que se maneja con comodidad por ambas bandas y es muy capaz de desequilibrar a los defensas adversarios en los duelos individuales.
Al ataque blaugrana se suma para esta temporada el holandés Memphis Depay, quien en la pretemporada mostró potentes chispazos de su brillo, tanto en el estallido individual, como en el despliegue colectivo. También está Dembelé, jugador de mucho talento, aunque con cierta tendencia a la evaporación durante algunas franjas del partido.
Y para el final, me reservo a quien podría convertirse en el gallo tapao para la temporada que se avecina. Me refiero al muy vilipendiado, criticado y culpabilizado Philipe Cotinho, recién recuperado de una prolongada lesión. Sé que más de uno estará levantando las cejas hasta tocar el techo. Comprendo el escepticismo. Coutinho llegó al Barça con un cartel extraordinario y para terminar la faena costó toneladas de euros. Pero su rendimiento ni siquiera se acercó a lo esperado. A la legión de escépticos les sugiero que vean algunos videos (disponibles en You Tube) de cuando Coutinho la rompía en el Liverpool. Es otra cosa. Con dinámica, disparos venenosos y conducción de juego. No voy a compararlo con Messi (ya dije y repito que es incomparable e insustituible), pero podría asumir parte de la carga dejada por el argentino. Sobre todo si recupera las condiciones físicas y anímicas.
La cosa es que a partir de este momento, el F.C. Barcelona deberá jugar sin un claro epicentro. Por fuerza, su ataque deberá ser más repartido y balanceado. No falta talento, eso hay de sobra. Lo que va a necesitar es conjuntar ese talento. Y más que nada tendrán que convencerse de que pueden lograr el objetivo primordial. De que sin Messi, el Barcelona puede seguir siendo potente y competitivo.
La consultora financiera Brand Finance considera que la partida de Messi podría costarle al Barcelona unos 137 millones de euros en valor de marca. Esta cantidad equivale al 11% en relación con la actual valoración que llega a los 1,266 millones de euros.
En concepto de ingresos comerciales el Barça dejaría de percibir unos 77 millones de euros. Las camisetas y otros productos de la mercadotecnia del club le restarían 43 millones de euros.
El tercer concepto por el que el Barça perdería dinero sería en ingresos por día de partido y los resultados en el terreno de juego, con una caída de 17 millones de euros.
En conjunto se trata de pérdidas considerables, sobre todo tratándose de una institución cuya administración anterior dejó prácticamente al borde del abismo.
Las soluciones esenciales son dos. En primer término, deshacerse de jugadores que son peso muerto tanto en lo deportivo como en lo financero. Deben empezar por Panic y Umtiti, que cobran fortunas, juegan poquísimo y su rendimiento deportivo oscila entre lo parco y lo nulo.
En segundo lugar, añadir algún patrocinador importante sería clave en la revitalización de las arcas del club.
Si en lo deportivo y lo económico la situación es dolorosa, ahora imagínate en lo anímico. Hablamos del mejor jugador del mundo. Quien además nació y se formó como jugador en el Barcelona. Alguien con una trayectoria de 17 años en el mismo cub, del cual se convirtió en símbolo y emblema. Un jugador capaz de generar confianza en medio de las mayores turbulencias. No solo productivo frente al gol, sino un generador de belleza futbolística al más alto nivel. Alguien que a nivel individual posee solo cinco títulos menos que el inagotable Dani Alves, con quien compartió equipo en el Barça y que al adjudicarse la medalla olímpica en Tokio 2020, llegó a la barbaridad de 43 títulos individuales.
En pocas palabras, sin Messi, el Barcelona seguirá siendo un gran club. Una institución que volverá a las sendas exitosas, pero que necesita ir resolviendo graves problemas heredados y reparando heridas. Una institución enorme. Pero, sin Messi, otra institución.