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Veintiún historias mundialistas dignas de volver a contar (2)
- 21/09/2022 00:00
- 21/09/2022 00:00
Seleccionar entre un cúmulo de acontecimientos registrados en cada Copa Mundial no es una labor evaluativa fácil; escogimos apostando a que en este segundo capítulo, como en la primera entrega, también les guste nuestra elección.
A Chile se le designó como sede de la Copa en el congreso de la FIFA de 1956, celebrado en Lisboa. Un terremoto golpeó al país el 21 de mayo de 1960 dejando una estela de destrucción; desde afuera surgieron voces que proponían cambiar de sede. El presidente del país, Jorge Alessandri, comprometió su palabra y la del pueblo chileno, en que cumplirían.
El presidente de la Federación chilena, Carlos Dittborn, acuñó una frase histórica: “Porque nada tenemos, lo haremos todo”. Cumplieron a cabalidad. Dos años y nueve días después del terremoto se inauguró el mundial con el encuentro entre Chile y Suiza, 30 de mayo de 1962. Dittborn no alcanzaría a verlo, falleció un mes antes de la Copa.
Brasil repetiría título, siendo bicampeón. La nota discordante comenzó a gestarse antes del certamen. El periódico italiano Il Resto del Carlino, de Bolonia, publicó una crónica del periodista Corrado Pizzinelli presentando una imagen distorsionada e hiriente de Chile. Los chilenos se sintieron ultrajados.
La tomaron contra la selección italiana. El 2 de junio, Chile se enfrentó contra Italia. Aunque los jugadores azzurri trataron de aplacar la ira lanzando claveles blancos al público, no lo lograron, se los devolvieron desde las tribunas. Se conoce como La batalla de Santiago, uno de los partidos más bochornosos y violentos de la historia de la Copa. Chile ganó 2-0 y a Italia le expulsaron dos jugadores.
A los inventores del fútbol les había sido esquiva la Copa; el sueño de alcanzarla se realizó. A la final disputada entre Inglaterra y Alemania, que ganaron los ingleses 4-2, asistió la reina del imperio británico Isabel II. Ella debía entregar el trofeo Jules Rimet al vencedor en el mítico estadio de Wembley.
De esa octava versión se pueden recopilar muchos hechos, uno de ellos quedaría instalado por años para la polémica, es el tercer gol de Inglaterra: ¿entró o salió? El escritor escocés Alastair Reid estaba presente; en su libro Ariel y Calibán, Crónicas de fútbol, da una mirada a la final.
El partido había concluido igualado 2-2 y por primera vez se jugaría una final con prórroga de 30 minutos para el desempate, citamos retazos de su descripción: “De pronto el pequeño Ball apareció en un espacio abierto, puso la pelota en el camino de Hurts y el centrodelantero inglés la disparó a su vez hacia la red: pareció como si la pelota hubiera golpeado el pie de un defensa y se hubiera lanzado hacia arriba, adentro del arco, y con la misma precipitación hubiera rebotado hacia afuera. La mitad de nosotros estaba segura que había sido un gol, la otra mitad esperaba que lo hubiera sido y todos los alemanes, sin importar lo que hubieran visto, rugían incrédulos”.
Añade: “lo vimos (al árbitro) afirmar con la cabeza y señalar el punto en el centro. Un gol para Inglaterra, y sin embargo ninguno de nosotros se sentía del todo feliz con su aura de indecisión, y aún ahora, después de haberlo visto todo otra vez en televisión, en cámara lenta y a toda velocidad, hay muchos que no podrían jurar que fue gol. “De todas maneras merecía serlo”, gruñó un cansado comentarista a mi lado, y todos pensamos que era mejor dejarlo de ese tamaño”.
Inglaterra se volcaría toda a las calles y pubs a celebrar; por supuesto, la reina Isabel II seguía feliz; ella había visto que el disparo de Hurts, “había sido gol”.
México 70 fue el torneo en que se vio la Copa por televisión, ya no solo para Europa, sino en directo para el mundo. La señal por satélite y a color permitió globalizar su alcance.
Brasil enamoró con su mágico juego, conquistando el tricampeonato y quedándose con el trofeo Jules Rimet. El técnico brasileño Mario Lobo Zagallo rompió con los esquemas y alineó a cinco jugadores que desempeñaban en sus clubes la misma función de conductores del juego y con la camiseta número 10: Pelé (Santos), Gérson (Sao Paulo), Rivelino (Corinthians), Tostao (Cruzeiro) y Jairzhino (Botafogo).
El recordado periodista y analista argentino Juvenal definió aquel equipo de Zagallo: “Para equilibrar su esquema tenía dos volantes de contención y salida: Clodoaldo y Wilson Piazza. Eligió a los dos. Uno para la media cancha. Otro como segundo zaguero central y respaldo del medio juego. El sistema de juego era un 4-4-2 que cuando Brasil pasaba al ataque se transformaba en un 3-2-5 y respondía a las condiciones naturales de sus integrantes”.
México 70 es también la Copa del cierre magistral del reinado de Pelé. Lo que significó llevó al escritor francés Bernard Morlino en el libro Retratos legendarios del fútbol, a una emocionante descripción del astro brasileño: “Quien dice jazz dice Louis Armstrong. Quien dice fútbol dice Pelé”. Y cierra su texto titulado Pelé, el inventor del fútbol moderno, con estas líneas: “El paso del tiempo parece haberse olvidado de Pelé, quizá porque sus seguidores, que tanto le echan de menos, le han prohibido morir”.
En 1971 llegaría a las salas de cine una película del director estadounidense Stanley Kubrick que levantaría ampollas y prohibiciones para su exhibición en algunos países; se titularía “A Clockwork Orange”, en español será “La naranja mecánica”.
Su narrativa, como sus fuertes escenas de sexo y violencia, no impidieron que fuera nominada a cuatro premios Óscar. En una de las escenas el personaje central tiene una relación sexual, el acto se proyecta con imágenes vertiginosas.
La Copa se disputa en 1974 en Alemania Federal y su selección se alza con el título. La novedad futbolística es aportada por la Selección de Holanda (hoy Países Bajos), el color de su uniforme es naranja y la figura que irrumpe se llama Johan Cruyff.
Juegan y plantean los partidos con un concepto inédito. Sus jugadores están en constante movimiento, mutándose en posiciones y funciones. Los delanteros luchan por la recuperación de la pelota y los defensores se desplazan con vocación ofensiva. Le llaman el “fútbol total”, pero lo identifican por su ritmo de juego y por el color de su camiseta con el título de la película, popularizándose como la “naranja mecánica”.
Cruyff es el eje central del equipo y será la figura del mundial, marcando con su nombre el evento y convirtiéndose en el referente de ese estilo de juego. Se conocerá que es un adicto al tabaco, se dice que consume hasta tres cajetillas de cigarrillos al día.
La nicotina mostrará sus estragos durante su época de ex futbolista, siendo sometido a varias intervenciones quirúrgicas. Después de sufrir un infarto, a los 43 años, los médicos que lo han atendido le dan un ultimátum: “o deja de fumar o muere, usted elige”.
Johan Cruyff limitará su adicción, pero las secuelas le llevaran a fallecer en su amada Barcelona a los 68 años de edad, debido a un cáncer pulmonar, 24 de marzo de 2016.
El trabajo de los fotógrafos ha sido vital para darle a la copa una proyección desde sus raíces, posibilitando que se plasmen para siempre momentos trascendentes que solo ellos visualmente han podido registrar.
El argentino Ricardo Alfieri representa destacadamente a su gremio. Alfieri fue fotógrafo de la legendaria revista El Gráfico, una publicación que ha hecho del deporte, y en especial del fútbol, su bandera informativa. Cuando el árbitro da por concluida la final en la que Argentina derrota a Holanda 3-1, 25 de junio de 1978, en la cancha desbordados por la emoción se abrazan Fillol y Tarantini.
Alfieri estaba allí para registrar el momento, aunque no capta solo a los jugadores, sino también a un aficionado que se suma a ellos, Víctor Dell'Aquila, un hombre sin brazos al que las mangas de su abrigo, impulsadas por el fuerte viento, harán visualmente de los brazos que no tiene, para unirse a ese abrazo especial.
Dell'Aquila cuenta: “Estaba en la platea, cuando faltaba poco para terminar el partido me fui bien abajo. Cuando vi que el referí tocó el pito, entré al campo; salí corriendo en busca de alguien a quien abrazar. En un momento, Tarantini se arrodilló como rezándole a Dios. Fillol hizo lo mismo y se abrazaron. Justo llegué yo. Me frené y las mangas se fueron para adelante”.
La foto de Alfieri se conocerá como “El abrazo del alma”, se convertirá en una imagen emblemática para simbolizar (más allá de la utilización del mundial por la Junta Militar), la comunión entre la selección y sus hinchas por una pasión que enloquece a los argentinos: el fútbol.
En la Copa Mundo que se jugó en España y ganó la Selección de Italia, aconteció un hecho como para un capítulo de “Aunque usted no lo crea”, de Ripley. Durante el partido entre Francia y Kuwait, disputado en Valladolid, los franceses anotaron un gol.
En la tribuna estaba el presidente de la Federación kuwaití, el príncipe Fahd, quien no estuvo de acuerdo con la validez de la anotación. Bajó al campo de juego y le indicó al árbitro que tendría que anularlo o de lo contrario retiraba al conjunto árabe.
Alegó que sus jugadores se habían detenido porque oyeron un silbato desde la tribuna que los confundió con el árbitro. El árbitro soviético Miroslav Stupar, cedió y lo anuló. El mundo del fútbol quedó boquiabierto, Francia ganó al final 4-1. Los petrodólares demostraban su valor real y político.