La razón de nadie

Actualizado
  • 28/08/2019 02:00
Creado
  • 28/08/2019 02:00
‘La variedad de juicios puede reformar a las personas. No por tratar de que la gente piense como nosotros, sino por aceptar que hay quienes piensan lo opuesto'

La vida no se ha terminado, seguimos en el flujo de la rutina y todo gracias a que el fútbol ha regresado, tal como las aves a los nidos culturales de la mayor parte del mundo. Para unos fue un respiro del ambiente sofocante, y para otros fue el idóneo retiro que nos permitió llegar mejor preparados para la siguiente temporada.

Hace unos días me encontré con una persona que hacía tiempo que no veía. En la mitad de la charla surgió un comentario pasajero y la frase que robó mi atención fue algo así como ‘supe que México le ganó a Estados Unidos, pero no entiendo por qué la gente enloqueció con eso'.

Honestamente, su servidor estuvo a punto de trastornarse por la indiferencia que había en las palabras de la persona con la que conversaba. Sin embargo, mi reacción no fue de sorpresa, sino más bien de asimilación a lo que mi conocido había expuesto.

Los que gustan del deporte podrán entender mi shock , y los que no lo comprenden podrán estar de acuerdo con el otro sujeto.

Por supuesto que es válido, y de hecho me pareció muy equilibrado la reacción de mi amigo. No es alguien que haya estado inmerso en esas aguas y para acabar pronto no le interesa nadar en lo más mínimo. Cosa que me pone muy feliz porque hay ocasiones en las que me cuestiona sobre distintos aspectos comunes que parecen lógicos pero que requieren de un argumento sólido para clarificarlos.

Nadie estaría cómodo si todas las personas estuvieran de acuerdo con él o ella. Al menos no considero que sea sano, ni siquiera para la persona más sabia del globo terráqueo. Natural es averiguar, dudar y comprender que hay gente, afuera de nuestra burbuja, que ha tenido experiencias distintas a las de nosotros y que por azar también son nuestros amigos y familiares.

Concibo una afinidad en características compartidas que hacen que las personas sean cercanas a otras como la simpatía y la confianza. Pero lo que no puedo integrar es la falta de respeto al pensamiento de nuestros semejantes. Cada día veo con más frecuencia como las personas quieren conquistar el suelo con sus comentarios sobre determinado tema.

La razón la creen única y exclusiva de ellos, palpable como la piedra en el puño y sangrante como el golpe de la misma. Los dueños absolutos de la verdad han decomisado el respeto hacia las ideas de los que no piensan como ellos. Una forma de decepcionarse de la justicia ideológica.

Ya no importa si les gusta el balompié o lo odian; el agua de limón o la de naranja; derecha o izquierda. Es por eso que entiendo que muchos tienen la sabiduría entera y, si alguien desentona con lo que dicen, la batalla del convencimiento empieza. Una total hostilidad discursiva que por más agresiva que pueda parecer siempre terminará con la palabra ‘saludos'.

¿Por qué hablar sobre esto en una columna de deportes? Porque me parece humanamente solidario aprovechar un espacio así para tratar de promover ese respeto del que he hablado hace unas líneas. Intentar establecer una tolerancia desde mi pequeño sótano a raíz de un relato en el que pude haber fraguado una revolución verbal, pero donde preferí reconocer la diversidad de las creencias.

Por lo mismo que acabo de mencionar, no espero que estén de acuerdo conmigo, tal vez piensen que lo que pido es utópico o que lo que dije es pedirle peras al olmo. Solo puedo decirles que me encantaría que fuera así porque la variedad de juicios puede reformar a las personas. No por tratar de que la gente piense como nosotros, sino por aceptar que hay quienes piensan lo opuesto.

Por cierto, unos días después me volví a encontrar a esta persona y me dijo: ‘Vi unos minutos del juego de México, no estuvieron mal, incluso me divertí un poco'.

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