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- 10/07/2024 00:00
- 09/07/2024 20:06
La Conmebol, la confederación que regenta y es propietaria del torneo de selecciones más longevo del planeta que convoca entre sus participantes a los ganadores de diez mundiales (Brasil, Argentina y Uruguay), debería expresar un mea culpa por las deficiencias que la han presentado como un organismo rezagado que no se esfuerza por darle a la Copa América un perfil con altos estándares.
Uno de ellos ha sido el arbitraje suramericano, atrasado, errático en varios momentos, permisivo con el juego brusco y sin las herramientas tecnológicas actualizadas para darle mayor certeza. Basta con evaluar algunos sucesos, tomemos el reciente partido de cuartos de final entre Uruguay Brasil, no fue un clásico suramericano moderno que llenó las expectativas de las audiencias. Fue impresentable.
Un partido bronco que contó desde el primer minuto con la laxitud del árbitro argentino Darío Herrera, para que se desarrollase bajo el criterio de “peguen, aguanten y sigan”. Fútbol de tiempos pasados, no deseados, que se pensaba superado en una competición de esta categoría, más teniendo a 22 jugadores presentes sobre el terreno de juego que por sus capacidades futbolísticas individuales, principalmente en Europa, se les premia con jugosos salarios, no por su habilidad en las artimañas callejeras.
Un encuentro de golpes, zancadillas, empujones e interrumpido permanentemente, sin progresión del juego y con la bendición del señor Herrera que no cortó desde temprano esta propuesta indecente, sino que le dio el “go”. Se cometieron 41 faltas (las que se pitaron), nuevo récord de infracciones en la Copa, cuatro más que el otro encuentro que lo poseía: el Chile vs. Perú en la fase de grupos, alcanzó 37 faltas. El diario deportivo argentino Olé se hizo eco del entuerto titulando en su portada Jogo Feíto.
Hemos visto además otros ‘horrores´ arbitrales. Uno grotesco como el de un portero que le quita de las manos a un rival el balón para que no haga su saque de banda, sin que reciba sanción por ello. Otro en el que sacan dos amarillas a un mismo jugador en cinco minutos, lo expulsan y al día siguiente declaran que fue una decisión equivocada.
Un sistema de VAR de tecnología atrasada con un trazado anticuado para señalar el fuera de juego o avalar una decisión, que demora una “eternidad” para pronunciarse con un veredicto y que no convence del todo. Una falta que se califica como “No penal” y al día siguiente dicen que se equivocaron, que era penal.
Un balón en el que el televidente tiene la percepción que entró y el portero lo sacó de adentro, pero hay que quedarse con la visión del árbitro y el juez de línea porque el balón no cuenta con la tecnología de gol.
Y que las fases de cuartos y semifinal no tengan prórroga si llegan empatados a los 90 minutos, la presenta como una competencia que reduce su trascendencia en estas instancias en relación con eventos equivalentes en otro continente o bajo el paraguas de la FIFA.
La Conmebol no es una confederación con recursos limitados, sus anuales Copa Libertadores y Copa Suramericana les proporcionan excelentes entradas económicas; las eliminatorias mundialistas impactan en los países que las disputan y esta Copa América, como se esperaba, ha sido un tiro en el blanco con Argentina en estado de gracia, campeona mundial, campeona de América, Messi de figura y una afición albiceleste inigualable en su pasión.
Al atractivo de masas de Argentina, con estadios casi al tope en cada presentación, se le han sumado las enormes colonias latinoamericanas que residen en los Estados Unidos y los aficionados llegados desde los distintos países. Unos números de ganancias en taquilla, derechos de televisión, publicidad, merchandising etc. inalcanzables sí se hubiese realizado en Suramérica como es lo habitual en su agenda.
Elevar la exigencia de sus árbitros, darles una mejor preparación, renovar la plantilla y proporcionar a las competiciones más significativas tecnología de punta, puesta en función en campeonatos similares queda, no se diría como tarea sino como una obligación. La Copa América se merece las mejores prestaciones.