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- 23/03/2022 00:00
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Debido a su gran tamaño, las ballenas son consideradas los mamíferos marinos más grandes y emblemáticos del planeta. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), proteger a las ballenas es importante para mantener los océanos saludables. “Estos animales fertilizan los ecosistemas marinos e incluso ayudan a combatir la crisis climática; en promedio, a lo largo de su vida, una ballena confina la misma cantidad de carbono que el equivalente a 1.000 árboles. La salud de las ballenas es, a la vez, un indicador clave de la salud de los océanos”, explica en su portal oficial WWF, organización que se encarga de la conservación del medio ambiente.
Vicente del Cid, gerente de Mercados Responsables en la Fundación MarViva, también reconoce que las ballenas tienen una importancia ecosistémica y socioeconómica en los mares. “Las ballenas, como todo ser vivo en el planeta y en su ambiente natural, contribuyen al balance del ecosistema marino, ya que al expulsar el hierro y el nitrógeno de su orina, así como sus excrementos, estos sirven como fertilizantes o nutrientes para el plancton, el cual constituye la base de la pirámide trófica del ecosistema marino”, dice Del Cid a La Estrella de Panamá.
A su vez, detalla que al ser uno de los animales más grandes del mundo y uno de los que más tarda en crecer, genera un balance en los ecosistemas marinos donde se desarrolla.
“Sin embargo, estos cetáceos también están siendo afectados o amenazados por la caza ilegal, el cambio climático y los desechos plásticos que llegan al mar debido a la poca conciencia del ser humano sobre su importancia en nuestras vidas y mares”, describe WWF en su sitio oficial.
La Comisión Ballenera Internacional (CBI), que busca estimular la conservación de las poblaciones de cetáceos y posibilitar un desarrollo ordenado de la industria ballenera, alerta que para el año 2050 podría haber más plástico en el mar por peso, que pescado. La contaminación por plásticos de los océanos daña la vida marina de dos maneras: por ingestión y por enredos.
A nivel mundial se sabe que más de 240 especies de vida silvestre, incluyendo las ballenas, han ingerido plástico, lo que puede provocar lesiones internas y la muerte, afirma la CBI.
La organización ambientalista internacional Greenpeace también admite que tanto el cambio climático como la contaminación afectan los océanos como el hábitat natural de las ballenas, por lo que disminuye la cantidad de alimentos para estos cetáceos y se altera la temperatura del mar.
La organización invita a las personas a participar en jornadas de limpieza de playas y sobre todo hace un llamado a efectuar talleres educativos que promuevan la preservación de la especie.
Según el también especialista en el desarrollo de negocios verdes, tendencias de economía azul y circular, para los meses de julio hasta noviembre, al país llegan ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae), también llamadas yubarta, “algo muy importante para las comunidades que viven del turismo de avistamiento de cetáceos, y he ahí la importancia socioeconómica de estas especies”.
Asegura que comunidades como Santa Catalina, el golfo de Montijo, puerto Mutis, Mariato, Pixbae, hasta el Parque Nacional Coiba son áreas donde se puede prestar el servicio de avistamiento de cetáceos, generando así un impacto socioeconómico a todas esta comunidades del área de la provincia de Veraguas.
De hecho, el Fondo Mundial por la Naturaleza también admite que estos cetáceos ayudan a fomentar una industria turística de observación de ballenas valuada en más de $2.500 millones al año a nivel mundial.
Según Del Cid, la ballena jorobada estuvo por varias décadas en serio peligro de extinción, sin embargo, gracias al trabajo de concienciación, y a las medidas de protección internacionales, estas fueron retiradas de la lista de especies en peligro de extinción.
“Debido a las numerosas campañas de concienciación hemos notado una transformación en nuestras poblaciones, puesto que ahora ven a estos cetáceos como un recurso turístico, el cual genera ingresos para sus hogares. Ese proceso de transformación viene desde Ecuador hasta Colombia, Costa Rica y Panamá (países que conforman el Corredor Marino de Conservación del Pacífico Este Tropical), donde hay más consciencia sobre el cuidado y la importancia que estas tienen para la vida de los océanos, peces, y de nosotros mismos”, resalta Del Cid.
Según estudios científicos, actualmente existe una población de 25 mil ballenas jorobadas que se mueven en este corredor marino y lo que se busca es conservar la biodiversidad y promover el uso sostenible de los recursos marinos y costeros.
“Hay procesos de recuperación, pero tenemos que seguir insistiendo en las buenas prácticas, códigos de conducta para el avistamiento de cetáceos como las que se establecen en la Resolución DM- 0530 de 2017, del 13 de octubre del mismo año, y que a su vez está en revisión para actualización”, explica Del Cid.
De acuerdo con la resolución también hay reglas para registrar los botes que lleven turistas a ver a los cetáceos, así como también se establecen reglas para los guías y recomendaciones para el avistamiento responsable de ballenas y delfines.
“Lo importante es no perturbar su zona de paso porque como cualquier otro mamífero, estas se pueden estresar y no regresan más... Para llegar a Panamá, estos animales recorren más de 8 mil kilómetros desde el Polo Sur hasta llegar a nuestra aguas”, apunta Del Cid.
Aunque existe una prohibición internacional para la caza de ballenas aprobada por la Comisión Ballenera Internacional (CBI) desde 1986, las capturas continúan. De ahí que cada 23 de julio la CBI conmemore el Día Mundial contra la Caza de Ballenas, hoy conocido como el Día Mundial de las Ballenas y los Delfines, con el fin de frenar la caza indiscriminada y tortuosa de estos gigantes marinos.
La captura de estos cetáceos está prohibida desde 1986, cuando entró en vigencia una moratoria mundial sobre la caza de ballenas, una iniciativa de la CBI.
La ballena azul es el animal más grande del que se tiene registro; puede llegar a medir más de 30 metros y pesar 200 toneladas.
Los patrones de sonidos repetitivos y duraderos que emiten algunas especies de ballena, como la ballena jorobada o yubarta, son reconocidos en el ámbito científico como los cantos más complejos del mundo animal. Tienen distintas funciones biológicas como la ecolocalización, el apareamiento o la llamada de alimentación.
Las principales especies que se ven afectadas por el cambio climático y el deshielo son las que viven cerca de los polos.
Muchas ballenas colisionan con buques que transitan a altas velocidades, lo cual ocasiona la muerte de estos cetáceos.