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Cambio climático: El rugir del mar desplaza a los originarios
- 03/09/2022 00:00
- 03/09/2022 00:00
Colgado del techo de la casa del Congreso, el letrero da la bienvenida. En español y en guna: “El pueblo que pierde su tradición, pierde su alma”. Una premisa que ha inquietado en los últimos años a los líderes y habitantes de isla Gardí Subdug, comunidad autónoma e indígena de la comarca Guna Yala. El hacinamiento y la amenaza del cambio climático obliga su traslado a tierra firme, lo que representa dejar atrás su hogar de décadas, algunas costumbres y modo de vida.
Cinco chozas rodean la casa del Congreso a donde se llega por una estrecha vereda desde el mar. El sendero está seco y limpio. Hace unos días la marea subió y trajo consigo basura. Seis hamacas reciben a los visitantes, en una de ella está José Davies, máxima autoridad y uno de los 1.307 gunas que habitan la isla.
“Me dijo un gringo 'ustedes deben mantener su identidad, su cultura e idiosincrasia, no deben cambiar', y eso es lo que vamos a hacer al trasladarnos a la nueva barriada. No vamos a perder nuestra cultura, es nuestra identidad. No vamos a perder nada, vamos a seguir con nuestras costumbres”, dice José.
Con camisa roja, pantalón negro y sombrero, en lengua materna el saila explica que desde 1999 “se pensó en el traslado, pero no teníamos cómo”. En 2010 empezó el movimiento, el acercamiento con las autoridades y las conversaciones con los moradores. “Es por el hacinamiento, ya no hay espacio en la comunidad, los niños no tienen dónde jugar, no hay canchas, de allí surge la idea del traslado”, asegura José.
Rodeado de líderes y algunos residentes de la isla, con voz pausada se dirige al traductor y en ocasiones al grupo: “Esto será algo histórico, el traslado de nosotros a tierra firme quedará escrito en la historia”. Al hacinamiento, como razón del desalojo forzoso, añade los efectos del cambio climático en la isla. “Desde hace muchos años sube el nivel del mar, en verano las olas crecen, los vientos soplan fuerte. Nos gusta que el viento sople para viajar en cayuco con vela. Pero ahora trae mucha basura y está subiendo mucho –el nivel del mar–. Tomamos medidas”.
Gardí Subdug (isla del Cangrejo en castellano), parte del archipiélago de San Blas, formado por 365 islas en la costa este del Caribe panameño, bordeando la provincia de Darién y Colombia, es el primer lugar del mundo evaluado bajo una legislación internacional vinculada a los llamados refugiados climáticos, desplazamientos humanos provocados por el cambio climático.
Del 28 marzo al 9 abril de 2014, una misión de investigación de Displacement Solutions visitó Panamá para investigar el impacto del aumento del nivel del mar sobre el desplazamiento de comunidades en la región de Guna Yala, y los planes de reubicación de estas comunidades de las islas afectadas a tierra firme. “La misión usó los Principios de Península sobre el Desplazamiento Climático como un marco orientador para la evaluación de la situación y para hacer recomendaciones en cuanto a las acciones que requieren ser adoptadas para garantizar que los derechos humanos de las comunidades afectadas o amenazadas por el desplazamiento climático sean plenamente protegidos”, detalla el informe de la misión.
Los Principios de la Península de 2013 son el primer instrumento jurídico internacional sobre los derechos de las personas desplazadas climáticas y las obligaciones de los Estados y la comunidad internacional hacia ellos.
El informe de misión resalta que: “El proceso de reubicación iniciado por la comunidad de Gardi Sugdub podría servir de modelo para el desplazamiento climático en Guna Yala y en otros lugares, si se organiza e implementa con éxito. Las primeras medidas adoptadas por la comunidad presentan al gobierno una oportunidad considerable para apoyar y promover el proceso como un proyecto piloto”.
“Las islas vecinas están a la expectativa observando si el traslado va a resultar. Ellos piensan que no se dará. Pero si ven que no fue un engaño, que la entrega de las casas fue real, ellos también lo harán, manifiesta José. Añade que se siente “muy contento” con los avances. “Quiero estar en la inauguración –del proyecto habitacional–, quiero ver eso, pero creo que no llegaré –vivo– a ese día”, lamenta.
Tras un leve silencio, interrumpe la escena Magdalena de Allen. “Disculpen ustedes mi tardanza, necesito sus nombres, por favor, si son tan amables”, dice. Magdalena es la secretaria de la Comisión de la Barriada, tiene seis hijos, 21 nietos y seis bisnietos. Junto a su prole también dejará la isla.
Las familias de Gardí Subdug serán reubicadas en un complejo habitacional a 15 minutos de la isla. El proyecto urbanización Isla Cartí está compuesto de 300 casas. Es gestionado por el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial (Miviot) y “actualmente presenta 55% de avance físico y cerca del 48% en el tema financiero”, afirma Rogelio Paredes Robles, ministro de Vivienda y Ordenamiento Territorial (Miviot).
Magdalena se mueve con destreza, va de puesto en puesto solicitando y anotando los nombres de los participantes del encuentro. “Listo, terminé”, anuncia y se sienta en una de las bancas de madera del Congreso.
El saila retoma la plática. Reitera la preservación de las tradiciones gunas en la obra habitacional. “La construcción de las casas es moderna, pero nosotros somos los mismos. Eso es como la ropa, yo la tengo puesta, pero sigo siendo indio, eso no cambia mi cultura. Al trasladarnos a la nueva barriada la casa será diferente que acá, pero no vamos a cambiar nuestro modo de ser, vamos a seguir con nuestra cultura y los lugares importantes estarán igual que ahora”. El Congreso y la Casa de la Chicha serán edificados por los propios indígenas y con los materiales autóctonos para ambos casos.
Según el Miviot, la urbanización es ejecutada por la empresa HOS, a un costo de $12,2 millones. Tendrá un parque deportivo con cancha de baloncesto, tres parques vecinales con áreas de juegos infantiles, área para comercio y lotes para edificación de iglesia. Contempla sistema de acueducto y pluvial, vías de circulación, pozo de agua y sistema eléctrico y sanitario. Estos últimos aspectos representan un reto para sus futuros residentes.
En la isla, los baños y letrinas no están construidos en la tierra, sino a orillas del mar. Edificados con palos, cinc y madera, algunos con techo, dejando un hueco donde depositar la orina y las heces fecales; en otro se bañan.
El saila es consciente de los desafíos y las autoridades tradicionales pusieron en marcha capacitaciones dirigidas principalmente a las nuevas generaciones. “Claro, hay que hacer algunos cambios en costumbres para el beneficio de nuestros muchachos y de todos”, indica José. Con un gesto de la mano pide a Magdalena ahondar en el tema.
“Sí. Nosotros estamos haciendo talleres para la juventud, no nos vamos a ciegas. Estamos enseñando a los niños la metodología que se va a usar allá. Cómo tienen que usar la ducha, el baño séptico, el papel higiénico... Les estamos enseñando que los desechos no se deben tirar por cualquier lugar. Poco a poco aprenden el uso de cada cosa, y la limpieza y cuidado que se debe tener en la barriada”, manifiesta Magdelana.
Su voz se entrelaza con las risas y gritos de alegría de escolares que juegan. La escuela está a unas tres chozas del Congreso. “Tenemos desde kínder hasta sexto año. Hay 670 estudiantes, subió la matrícula. También hay una extensión de la universidad, los profesores vienen a dar clases”, dice Magdalena.
El saila retoma la palabra. “No me gusta que a veces la gente tergiversa las cosas. Si tú le preguntas a una persona te va a decir una cosa, el otro algo diferente. Es mejor conmigo, el saila. Que me pregunten a mí sobre todo esto que está pasando. Me gusta decir la verdad”.
“Las personas mayores de la isla consideran que es mejor trasladarse, porque si sopla fuerte la brisa estando aquí no pueden cruzar a tierra firme. Si crece el río no pueden ir al campo, en cambio allá –en tierra firme– puede llover, soplar brisa y ellos van a su campo”, asegura.
El desplazamiento a causa del cambio climático ya está en marcha en Guna Yala.
Los biólogos marinos Héctor Guzmán, Carlos Guevara y Arcadio Cartillo realizaron un estudio (2003) que fue publicado en la revista Conservation Biology, en el que encontraron evidencia del aumento del nivel del mar en Guna Yala, promediándolo en 2,0 mm anualmente entre 1907-2000, con la evidencia de que se ha acelerado desde la década de 1970.
Según los biólogos, “se registró un aumento gradual y significativo en el nivel del mar para Panamá, con un promedio de 2,0 cm/año (sic) desde 1907 y 2,4 cm/año (sic) en los últimos 30 años”.
Además, con base en la comparación de imágenes aéreas tomadas de islas deshabitadas en Guna Yala durante un período de 30 años, los autores establecieron “una reducción en el área de superficie de 50.363 m2 (de 664.954 a 614.591 m2), con una pérdida media de (...) 1.105 m2 en las islas deshabitadas”.
La agencia de la ONU para los refugiados (Acnur) indica que el cambio climático ha multiplicado los riesgos de desplazamiento. “En 2019, las condiciones meteorológicas peligrosas provocaron cerca de 24,9 millones de desplazamientos en 140 países de todo el mundo. La mayoría de los casos relacionados con el cambio climático se producen dentro de las fronteras nacionales”, asevera Acnur.
Sin embargo, la población de Gardí Subdug en Panamá será el primer desplazamiento humano de América Latina, debido al cambio climático.
El máximo líder de isla del Cangrejo está consciente de la responsabilidad regional e internacional que recae sobre este movimiento poblacional. Es optimista, y vaticina “buenos tiempos para los jóvenes”.
“Todos nos están viendo ahora”, dice pausadamente. Levanta el dorso de la hamaca, se acomoda y prosigue, “cuando vean que salió bien, que funciona, lo imitarán. Al cruzar será mejor, podrán salir de su casa bien desayunados al campo, ir a almorzar y a las 2:00 de la tarde regresar al campo. Vienen mejores días para nuestro pueblo. Mantendremos nuestra cultura y tradiciones y mejorará la calidad de vida”, puntualiza.
La reunión termina, se despide, la gente comienza a salir del Congreso, y él se vuelve a recostar en la hamaca sosegadamente.