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- 06/02/2022 01:23
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La segunda novela de la escritora venezolana Karina Sainz Borgo, publicada hace casi un año por la editorial Lumen, que le publicó su primera novela, “La hija de la española” es de una descripción apabullante a pesar de lo limitado de los escenarios. La joven autora se las ingenia para rendirle homenaje a Juan Rulfo y Gabriel García Márquez tanto por los lugares donde se escenifica como por los nombres y el lenguaje que utiliza.
El tercer país puede ser la frontera de Venezuela con Colombia, de Guatemala con México, o de cualquier lugar donde la gente huye buscando mejores condiciones de vida. En este contexto, Saiz Borgo añade el tema de la huida de una peste, que no se sabe cuál es pero que se intuye.
El sitio donde va la pareja compuesta por Angustias Romero, su marido y sus gemelos nacidos prematuramente es un lugar parecido al Comala de Rulfo que, a pesar deque, como dice la canción de Joaquín Sabina, “en Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras jamás de volver” no es un paraíso y no se encuentra la felicidad. Su nombre es Mezquite y no solo ellos huyen sino muchos otros sobreviviendo como pueden. Es un retrato de la triste realidad del problema migratorio mundial.
Este lugares aparentemente una referencia del imaginario colectivo venezolano, una frontera por donde han pasado en estampida millones de inmigrantes cargando a sus espaldas su pasado y sus ilusiones. En el caso de Angustias y su marido, llevan a cuestas sus gemelos, que fallecen en el trayecto. Igual puede ser un caserío de Cúcuta, Colombia, o la inclemente frontera del Darién, en Panamá. Donde se juntan, paradójicamente, toda la belleza y toda la fealdad del mundo.
Una vez que sus gemelos mueren, Angustias decide que no los va a enterrar en cualquier lugar, sino en uno que ella visite mientras esté viva, y es así como los mete en cajas de zapatos (que una tal Consuelo le trata de robar, por hambre) y persigue a Visitación Salazar, una mujer de armas tomar que regenta, contra todo, un cementerio que se llama, precisamente, El Tercer País. En lo que la encuentra, guarda con celo las cajas donde tiene los cuerpecitos de sus niños.
Visitación es un personaje poderoso, lleno de energía y a quien la autoridad quiere desocupar del cementerio que ha ido creando, pero ella no se rinde. Siempre va de turbante y vestidos pizperetas, y tiene un novio mucho menor, a quien matan en el desarrollo de la trama. También tiene hijas de relaciones anteriores, que la visitan de vez en cuando.
No teniendo donde ir, y después de haber sepultado a sus hijos, Angustias se queda a vivir en el cobertizo al lado del cementerio, donde ayuda a Visitación a mezclar el concreto y la argamasa que sella las tumbas, además de que aprende a preparar a los muertos para su sepultura final.
Las dos enfrentan toda clase de agresiones y ataques, tanto de las autoridades corruptas, como de bandas armadas con perros que las amenazan. Angustias se torna aguerrida desde que su marido la abandona, según ella, contagiado por la peste, y cree que se suma a los irregulares (eufemismo utilizado para describir a los guerrilleros). Sin embargo, a pesar de la pérdida de la memoria aparente del marido, cada cierto tiempo aparecen en las tumbas de los gemelos tallas de animales que solamente su padre pudo hacer. Cuando se reencuentran, él le insiste en buscar a los niños, como si no hubieran muerto.
Es un tema fuerte, donde las mujeres no temen verle la cara a la oscuridad o la violencia desatada por un hombre o un perro de presa. El cementerio cuyo nombre le da el título a la novela es un descampado sin ley al que van a parar los muertos que Visitación Salazar entierra sin cobrar nada, solamente la voluntad de hacerlo, y a veces ni siquiera eso. Las tumbas, pobrísimas tenían inscripciones con garabatos sobre cemento fresco en “la letra accidentada de los que nunca descansarán en paz”.
Ese destino donde llega Angustias es donde no queda nada que perder, pero donde tampoco se tienen muchas ganas de hacer nada. Queda claro que el ser humano tiene el afán de comenzar de nuevo (la mayoría de las veces), tiene dificultades para continuar y sostener un quehacer en el tiempo, y concluir eso que empezó. “El fin del mundo no tenía un lugar fijo, ni era el mismo para todos los que huíamos de él”.
En esta novela, el sentido de la vida de Angustias y Visitación (nombres particularmente macondianos) está en la muerte, en ofrecer un entierro digno a los fallecidos de un pueblo olvidado por las autoridades, por el mundo y hasta de Dios, como reclama Angustias. La cultura popular, el mito y el rito están presentes a lo largo de su narración y eso nos hace reconocer ciertos rasgos que nos son característicos.
Ambos personajes, que de ser desconocidas se convierten en aliadas, tienen como oficio embellecer los cadáveres y dar consuelo a los familiares. Estas dos señoras se enfrentan a hombres débiles y cobardes, bajo la coraza que da el poder de ser autoridades locales, como el alcalde Aurelio Ortiz. Es un buen retrato de una sociedad matriarcal de cultura popular. Igual que en su primera novela, la escritora refleja una sociedad donde las mujeres están solas o acompañadas de otras mujeres.
Los nombres que le da la novelista a sus personajes son muy peculiares: Angustias, Visitación, Consuelo, nombres de vírgenes con disposición a la piedad, pero también a la ferocidad, al desborde. Se tienen que defender, a protegerse entre ellas y a otros. Los nombres masculinos también tienen significado: Abundio es el arriero en Pedro Páramo. También tomó en cuenta las toponimias, en los nombres de los ríos o pueblos, como Mezquite, Cocito, o Las Tolvaneras. Las fronteras que se atraviesan son un purgatorio y los que las cruzan se convierten en almas en pena. Son motivos de sospechas, no inspiran compasión, se ven como personas que quieren aprovecharse antes de inspirar confianza o lástima. Y el escenario que escoge la novelista, es agreste, árido, triste, no mejora las condiciones de los que huyen a una mejor vida. El sol las abrasaba de día y el frío las remataba en la noche.
Angustias Romero se crece a medida que se desarrolla la novela, se empodera. Y Visitación Salazar, una versión rocambolesca de la piedad y la compasión (enterradora de muertos) y las dos son como Antígona: están dispuestas a violar las leyes que consideran arbitrarias para hacer lo que consideran correcto. “De sus brazos, gruesos de tanto frisar tumbas, colgaban bolsas de piel a las que el sol sacaba brillo. En lugar de carne y hueso, parecía hecha de aceite y azabache”.
De esta novela se pueden hacer muchas lecturas, depende de quién la lee y su conocimiento de las referencias intrínsecas que contiene. Sus personajes recogen lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Pero dentro de todas estas tragedias, hay una esperanza de que hay seres humanos que ayudan a las personas, por lo menos, a enterrar a sus muertos, lo que representa un haz de luz de humanidad en medio de la polvareda que levantan estos parajes. Hay un grito intrínseco por reclamar la piedad, la compasión.
Karina Saiz Borgo tiene casi 40 años, caraqueña, y reside en España desde 2006, donde ha ejercido como periodista cultural para varias publicaciones, como Zenda y Onda Cero. Ha publicado libros de periodismo y su primera novela, “La hija de la española”, publicada en 2019, fue un acontecimiento literario, obteniendo varios premios y fue traducido a una veintena de idiomas. Se espera una película de esta novela pues ya se han firmado los derechos. Ese año, Karina Saiz Borgo fue escogida como una de las cien personas más creativas por la revista Forbes y su primera novela incluida en la revista Time como uno de los 100 libros más importantes del año.