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- 11/07/2021 00:00
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A los samuráis se les ha creado un aura mística de lealtad, honestidad y moral que supera hasta al propio instinto de supervivencia. Esa imagen se nos ha inculcado desde hace más de 100 años en medios como libros, series de televisión y películas, por ende el público la cree cierta, aunque la realidad es otra y los historiadores lo saben.
La mayoría de las personas desconocemos qué es un samurái –me incluyo– y nos referimos a ellos coloquialmente, pero si preguntamos a un conocedor, su respuesta sería ¿un samurái de qué período?, debido a que su historia abarca los períodos Heian, Kamakura, Restauración Kenmu, Muromachi, Azuchi-Momoyama, Edo y parte del Meiji, ¡Más de 11 siglos de existencia!.
Durante ese tiempo, en el lapso Sengoku –dentro del Muromach– o el de los estados guerreros (1477-1573), se dieron enfrentamientos y luchas de poder que duraron casi un siglo hasta que en el período Edo (1603-1868) asume el poder Tokugawa Ieyasu (1543-1616) iniciando su shogunato que traerá dos siglos de paz a Japón. Además, mediante leyes disminuye la preponderancia de la figura del samurái. Su estrategia fue convertirlos en “pensionados o jubilados” y pudieran dedicarse a otros menesteres en vez de pensar en sublevarse contra el gobernante.
¿Y qué hicieron? Dependía de la personalidad de cada uno, pero se sabe que mientras algunos se perdieron en el juego, la bebida y las mujeres, otros se inclinaron a las artes, la enseñanza, la administración pública y hasta la academia. Entre los que siguieron las letras recontaron la historia, evidentemente desde su punto de vista, tal vez haciéndola más entretenida, menos caótica o sangrienta y añadiendo lealtad, altos preceptos morales y otros valores que enaltecían su figura en tiempos de guerra.
El mayor aporte al mito se dio en la era contemporánea, gracias al libro Bushido: El espíritu de Japón, basado en las “idealizaciones” hechas anteriormente por los samuráis de letras y escrito por Inazo Nitobe en 1900, casi 300 años después del último enfrentamiento de esta casta guerrera. Originalmente en inglés para el público norteamericano, se comenta que Nitobe lo escribió para acallar las constantes preguntas de moralistas norteamericanos que indagaban de dónde surgía la moral japonesa si no eran cristianos. El libro se conoció en Japón después de su triunfo en el extranjero.
Es un manual fantasioso de lo que supuestamente eran las 'virtudes' de los samuráis: Benevolencia, coraje, cortesía, honor, lealtad, rectitud y sinceridad. En la actualidad, gracias a los estudios históricos de académicos de Japón y las múltiples publicaciones en idiomas más accesibles al público, se ha echado por tierra dicha leyenda. Colabora también el artículo “Mitos y sombras”, pero hay quienes consideran sacrílego revelar la verdad, pero como dice un amigo: “Me gusta la guerra de las galaxias y el saber que es ficción, no hace que deje de gustarme”. Personalmente me es más atractiva la realidad que el samurái real era como cualquier persona enfrentada a la dura decisión de matar o morir, al cuento que hace de los samuráis seres inalcanzables.
Existen innumerables ejemplos históricos que demuestran que mucho de lo escrito son solo quimeras, pero consideramos nuestro deber dar algunos ejemplos. Durante el asedio del monte Hiei (1571) por Nobunaga Oda, la benevolencia no fue parte de la campaña. El Daimyo –señor feudal– Nobunaga ordenó a sus soldados quemar el pueblo y matar a todos sus pobladores, rodeó el monte con 30 mil hombres, dando la orden de avanzar y que pasaran por las armas a quien se encontraran en su camino, hombres, mujeres o niños. Al llegar a la cima quemaron el templo de Sanno con la gente que había dentro y no descansaron hasta eliminar a todos los sobrevivientes.
El seppuku –suicido ritual que consiste en cortarse el estómago en forma de la letra L– se nos vendió con una visión romántica como forma de limpiar el honor de la familia del suicida, cuando la mayoría de las veces debía escoger entre la muerte de toda su familia o que se perdonara a sus familiares, eso sí, dejándolos en la miseria absoluta, una vez que se consumara el acto. La famosa historia de los 47 ronin, elevada al altar mayor de lealtad, en que un grupo de samuráis venga la muerte de su jefe, el Sr. Asano, ha sido cuestionada por historiadores debido al tiempo que pasó, casi dos años, entre la muerte y su venganza contra el Sr. Kira, hecho con premeditación y planeamiento del asesinato, además de pasar por encima de la ley y el orden público.
Los shogun –gobernantes del Japón feudal– tampoco se salvan, Nobunaga Oda acostumbraba ejecutar a los líderes de los clanes enemigos e incorporar a los soldados a su ejército, mientras Hideyoshi Toyotomi, quien fue más “diplomático”, en su última conquista se aseguró de eliminar a su contrincante, familia, vasallos y quemó su castillo, enviando un mensaje al resto de sus subordinados sobre la suerte que correrían si intentaban sublevarse.
El libro de Nitobe siguió utilizándose como un manual militar en el pasado imperialista de Japón hasta la derrota del país en la Segunda Guerra Mundial, en 1945. Al igual que muchos otros impresos su interpretación se adecuaba a los intereses del gobierno, sin embargo, en el imaginario colectivo el mito perduró y se reforzó con libros, cómics, series de televisión y películas. El héroe era representado como una persona de una moral inalcanzable que había caído en desgracia, pero a pesar de eso no abandonaba sus principios.
Para los interesados en el tema existe el libro Inventing the Way of the Samurai (Inventando el camino del samurái) de Oleg Benesch, sin traducción a la fecha. En él se repasan los errores atribuidos al libro de Nitobe, su utilización durante las guerras contra China, Rusia, y como manual académico en la educación militar a partir de 1930. Recientemente se ha adaptado a los criterios empresariales modernos.
Agradecemos al Dr. Jonathan López-Vera por su cooperación en la realización de este artículo.
El autor es vicedecano electo de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Panamá.