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- 14/01/2025 00:00
- 13/01/2025 19:06
Elia Córdoba de Espino recuerda con mucha emoción cuando en su adolescencia ganó sus primeros 25 centavos por ayudar en la confección de una pieza para la pollera. “La primera costura que hice fue a Ildaura Saavedra; ella era muy famosa con las polleras, me mandó a coser una manguita y me pagó. Yo estaba muy emocionada, porque con mi propio sudor, a los 11 años, me gané esos centavos”, recuerda con una sonrisa que refleja orgullo y nostalgia.
Hoy, a sus 64 años y con 53 de experiencia en la confección de polleras, su historia, llena de dedicación y amor por nuestras tradiciones, cobra vida en este reportaje especial de La Estrella de Panamá, un homenaje a quienes mantienen vivo el alma de nuestra tierra.
La pollera panameña es conocida como uno de los vestidos típicos más hermosos del mundo, y cada año, en la ciudad de Las Tablas, miles de mujeres se dan cita en este pueblo de la provincia de Los Santos para participar del Desfile de Las Mil Polleras.
Gracias a su hermana Margarita Córdoba y su madre Trinidad Domínguez, fue que la artesana profundizó sus conocimientos. Recuerda cuando le enseñaban con pasión las técnicas para hacer los calados en cada una de las polleras. Como dato curioso, menciona que los diseños de calado son creatividad de cada uno y que no existe un manual de cómo hacerlo, sino que los hace basada en su memoria.
“La primera pollera que hice fue para una reina de calle arriba de Las Tablas; entre mi hermana y yo íbamos confeccionando las piezas para la pollera y recuerdo que fue el primer juego completo que elaboré”, comparte Córdoba.
A pesar de que esta habilidad es manual y considerada un “privilegio” dado por Dios, la artesana advierte de que se han dado casos en que se han elaborado pequeñas piezas, pero con ayuda de máquinas.
En Panamá existe la tradición de que la pollera es un patrimonio familiar que se transmite, mayormente, de generación en generación, como fue el caso de Aimee Vega, que en el Desfile de las Mil Polleras lució una pollera de gala blanca de estilo sombreado calado, confeccionada y usada por su abuela en años anteriores.
“Quien me inculcó este amor por la pollera fue mi abuela, cuando de pequeña me llevaba a los desfiles. Hoy tengo el honor de lucir las polleras que ella misma creó y vistió”, compartió Vega con orgullo a este medio.
Y así como Vega comparte hermosas anécdotas de este festival que resalta la pollera, Córdoba compartió con este medio uno de sus recuerdos más hermosos junto con su madre. “Mi mamá fue abanderada de las Mil Polleras; la escogieron porque ella tenía una trayectoria grande como artesana; esto eso fue para nosotros una emoción muy grande... le dieron una medalla y fue muy bien homenajeada. Esto ha quedado grabado en nuestras mentes”.
La artesana confiesa que, a lo largo de los años, la evolución del arte de la confección de polleras ha cambiado bastante, principalmente en los costos. “Cuando yo empecé la tira de pollera de 36 pulgadas costaba 1.25 y ahora se cobran 10 dólares; la pollera calada se cobraba antes en cinco dólares, ahora están en 50 o 60 dólares”. Actualmente el juego de pollera ronda entre los 7.000 y 10.000 dólares.
Un factor que la artesana toma en cuenta para establecer los costos de sus confecciones es el conocimiento, puesto que en cada pollera aplica los aprendizajes que ha adquirido durante sus 53 años de experiencia, puesto que ella se inició en este mundo de la artesanía a los 11 años. Otro elemento que también se toma en cuenta, pero no influye mucho, son los materiales.
Durante esta entrevista se le preguntó ¿qué tan importante consideraba el desfile para preservar el arte de la confección? En sus palabras respondió: “Lo importante es que el público vea las clases de pollera que hay. Más la economía que se moviliza en el poblado y en la provincia, porque viene mucha gente de otras provincias”.
Las proyecciones de las autoridades indican que el Desfile de las Mil Polleras generaría una inyección económica aproximada de 60 millones de dólares, que no solo favorece a la industria turística, sino también a las artesanas que confeccionan las polleras, tembleques y camisas con meses o incluso años de antelación, como es el caso de Elia Córdoba.
Al igual que esta artesana oriunda de Guararé, muchos otros reconocen que la permanencia del desfile mantiene vivo el interés del público en este hermoso traje típico panameño.
Una petición de Elia a las futuras generaciones es que aprendan: “Que aquellos jóvenes aprendan de este hermoso arte, para que perdure durante los años... Que sepan que si las mujeres de mi familia mueren, es una familia menos de artesanos que elabore polleras”, concluyó.