La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 22/09/2021 09:52
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Es por todos conocido que la era de la información más el tsunami tecnológico han producido cambios vertiginosos modificando a su paso empresas y sociedades, desde organigramas internos hasta modelos de consumo.
Nuestra creatividad y capacidad de resiliencia se han puesto a prueba durante la pandemia dando lugar a nuevas formas de hacer para seguir nuestro día a día.
Debemos aprovechar esta oportunidad para reconstruir la sociedad de una forma más justa basada en la meritocracia y no en la “dedocracia”.
La desmaterialización de la dimensión física, ha transformado la propiedad de productos en el uso de servicios, haciendo aún más importante si cabe, la dimensión digital. Esta transformación es la base fundacional de la economía colaborativa. Ejemplo, ya no tenemos coche, simplemente nos transportamos (Uber); ya no tenemos una segunda vivienda, nos vamos de vacaciones (Airbnb). El producto se ha convertido en servicio bajo demanda.
La tecnología blockchain viene a empujar un poco más lejos dicha economía colaborativa controlada por unos pocos, permitiendo su descentralización. La aparición de arquitecturas de software abiertas, neutrales, sin fronteras, resistentes a la censura, y totalmente públicas ayuda a cualquier persona del mundo a acceder a ellas sin necesidad de que nadie sepa su sexo, raza, edad o nacionalidad. Los pilares de organización y de gobernanza de estas redes se basan en la coopetencia y criptografía.
Son estos dos elementos lo que les permite tener su propia regulación, lex criptográfica y, alinearse para colaborar y competir por un objetivo bien definido que garantiza un modelo de crecimiento a largo plazo.
La coopetencia, es la competencia y cooperación al unísono, es decir, la colaboración interesada entre diferentes actores que son competidores dentro de un mismo ecosistema. Se trata de un juego matemático y social en el cual el que más aporta, es el que más reconocimiento y valor obtiene en modo de recompensa, dejando atrás el modelo de la “dedocracia”.
Este esquema de trabajo viene a modificar el concepto del emprendedor clásico por la comunidad emprendedora la cual acelera aún más la transformación, creando así crecimientos que tienen curvas exponenciales.
Los agentes de dichas comunidades emprendedoras funcionan de forma libre en la que la meritocracia es quien distribuye el valor que captura la comunidad. Los intereses creados provocan que todo agente de la red quiera realizar una tarea por la recompensa que recibirá, montando así un círculo de intereses que producen un crecimiento orgánico sostenible en el largo plazo.
Esta es la fuerza de la comunidad emprendedora, motor de los movimientos exponenciales que vemos en el ecosistema cripto. Algunas personas pensarán que son burbujas especulativas a punto de estallar, y así sucederá con muchas de ellas puesto que el auténtico libre mercado permite depurar ecosistemas de forma natural dejando morir a quien no aporta valor en beneficio del que sí. Asunto discutible en el mercado de capitales tradicional.
Nos encontramos hoy ante un cambio real y, muchos pasajeros no llegarán a coger un tren que salió de la estación hace más de una década con el bitcoin.
Para finalizar, desde este humilde artículo se invita a todos los actores empresariales, tecnológicos, sociales y políticos del país a sentarse en una mesa, enseñar sus cartas de forma transparente y alinear todos sus intereses para que Panamá aproveche la oportunidad de ser una jurisdicción positiva para la proliferación de modelos de negocio que darán trabajo a las próximas generaciones.