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- 01/09/2024 00:00
- 31/08/2024 15:54
A miles de kilómetros de Burdeos o Toscana, viticultores pioneros desarrollan en Suecia un vino aún experimental, convencidos del potencial de este “nuevo terreno de juego”.
“Hay millones de técnicas y no tengo abuelos a quienes preguntar. Tenemos que arreglárnoslas”, explica a AFP Lena Magnergård, de 64 años, mientras recorre las cortas hileras de viñedos en la finca de Selaön, a una hora al oeste de Estocolmo.
Magnergård, otrora empleada en comunicación política, creó este viñedo en 2019 junto con su esposo agricultor Erik Björkman, en la granja familiar. Según ella es el viñedo más septentrional de Suecia.
Aunque pudieron producir su primer vino hace tres años, esta sumiller de formación admite que, con sus aproximadamente 1.000 pies de viña, todavía están aprendiendo.
“Se pueden leer libros, pero es muy diferente del conocimiento de una generación”, subraya, explicando que se orienta hacia Francia y su tradición vitivinícola para su aprendizaje.
En su opinión, el surgimiento de explotaciones vitícolas en el norte de Europa se debe en gran parte al desarrollo de nuevas variedades de uva en los años 1960-1970, como la solaris, creada para resistir enfermedades, y que ella cultiva en su finca.
La variedad solaris “necesita menos tiempo entre la floración y la cosecha, y soporta muy bien el frío”, explica. Una combinación adaptada a los países nórdicos, donde los veranos son más cortos y fríos.
Más al sur, en la península de Bjäre, esta variedad también domina las 11 hectáreas de Thora Vingård, un viñedo creado en 2015 por una pareja sueco-estadounidense. Pero la finca también alberga cepas más populares, como el pinot noir, más sorprendente en estas latitudes ya que requiere más calor.
“No esperábamos que hubiera tantas variedades que prosperaran”, admite Romain Chichery, viticultor francés asociado desde hace tres años con su colega Emma Berto. “Una vez analizados los datos climáticos nos dimos cuenta de que había potencial para muchas variedades”, añade.
Para este enólogo de 27 años, Suecia, es “un nuevo terreno de juego”.
Su superficie cultivada está en constante desarrollo y hasta convencieron a un agricultor vecino de plantar en abril 200 pies de viña, además de su explotación lechera.
Este joven entusiasta admite, sin embargo, que “para la calidad todavía queda trabajo por hacer”.
El cambio climático, que impacta en las vendimias en las tierras vinícolas tradicionales, lleva a los profesionales a mirar cada vez más al norte.
En Suecia aún no hay denominación de origen y el sector cuenta solo con una cincuentena de aficionados.
“Somos libres de hacer lo que queramos. Si quiero fabricar un tinto dulce, puedo hacerlo”, explica Chichery.
Según la organización Svenskt Vin, en Suecia se cultivan 200 hectáreas, el doble que hace cinco años, pero es una ínfima gota en comparación con las 800.000 hectáreas de viñedos franceses.
Estas cifras no impresionan a Murre Sofrakis, de 56 años, referente de la viticultura sueca, que posee un viñedo de dos hectáreas en el extremo sur.
“Hay dos tipos de personas: los empresarios que ven aquí una oportunidad, y los otros, para quienes es un estilo de vida”, resume. Para él, la liberalización anunciada de la venta de alcohol en las fincas vitícolas permitirá al público familiarizarse con el vino sueco.
Hasta ahora los visitantes podían degustar en pequeña cantidad, pero luego tenían que hacer el pedido a través del monopolio estatal Systembolaget.
“Esto representa un gran obstáculo porque hay que hacer el pedido por internet y desplazarse para recoger las botellas”, lamenta Chichery.
El Gobierno sueco anunció en junio estar considerando permitir la venta directa en la propiedad a partir de 2025, hasta un máximo de tres litros de vino.
Para Sofrakis, esto permitiría al vino sueco “competir en igualdad de condiciones con el resto del mundo vitícola”.
“Si hubiese sido así hace 20 años, la viticultura sueca sería mucho más importante”, asegura quien comenzó en 2001, dos años después de la autorización europea para cultivar comercialmente viñedos en Suecia.
La economía del vino sigue siendo embrionaria. En Thora Vingård, Berto y Chichery produjeron 10.000 botellas el año pasado y esperan llegar a 20.000 para la cosecha de 2024.