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Reducción de riesgos de desastres, un desafío para el desarrollo humano
- 03/12/2022 00:00

La publicación, 'La reducción de riesgos de desastres, un desafío para el desarrollo' realizada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), a través de su Dirección de Prevención de Crisis y de Recuperación, da un giro en las metodologías de cómo abordar la gestión del riesgo en países como Panamá, planteando la pregunta, ¿puede incorporarse el riesgo de desastre en la planificación del desarrollo?
Esta pregunta surge, explica el Pnud, debido a la frecuencia con que algunos países experimentan desastres naturales, y basados en esta realidad se plantea que los riesgos de desastre deberían ser una prioridad para los planificadores del desarrollo.
Entender este nuevo planteamiento requiere revisar, ¿qué es la reducción del riesgo?
El portal digital de gestión del riesgo del Gobierno de Colombia explica que reducir el riesgo es un proceso, cuyo fin es “modificar o disminuir las condiciones de riesgo existentes y evitar nuevo riesgo en el territorio a través de medidas de mitigación y prevención que se adoptan con antelación para reducir la amenaza, la exposición y disminuir la vulnerabilidad de las personas, los medios de subsistencia, los bienes, la infraestructura y los recursos ambientales, para evitar o minimizar los daños y pérdidas en caso de producirse los eventos físicos peligrosos”.

Entonces, ¿qué se entiende por amenaza y vulnerabilidad?
En este punto, el Gobierno de Colombia explica que el riesgo es una función de dos variables: amenaza y vulnerabilidad; y para que ocurra el riesgo, ambas condiciones son necesarias. La Estrategia Internacional de Reducción de Desastres (EIRD) del Pnud define que la amenaza es un fenómeno natural o un fenómeno causado por el ser humano que puede poner en peligro a un grupo de personas, sus bienes y su entorno; e indica que entre las amenazas naturales se encuentran los deslizamientos, erupciones volcánicas, fenómeno de El Niño, huracanes, tornados, incendios forestales, inundaciones, maremotos o tsunamis, sequías, sismos y terremotos, y tormentas eléctricas.
En cuanto a la vulnerabilidad, la EIRD la define como exposición, fragilidad y susceptibilidad al deterioro o pérdida de los elementos y aspectos que generan y mejoran la existencia social. La vulnerabilidad es controlable, la amenaza no.
Además, según el Pnud existe una definición adicional de la vulnerabilidad, que es la vulnerabilidad aceptada, que significa “la sustitución de un diseño adecuado por uno menos desarrollado, lo que puede resultar en pérdidas humanas y de asentamientos, infraestructura y actividades productivas”.
Es clave entender que la vulnerabilidad puede interpretarse como un problema económico con profundas raíces sociales, y por ello en países de América Latina y el Caribe muchos de los pobladores y su infraestructura económica y social son vulnerables a las amenazas naturales.
Un ejemplo de esto, y que lo plantea la EIRD en su publicación, 'Gestión del riesgo', es que la carencia de divulgación sobre el riesgo en las áreas inundables, hace que las promotoras y quienes las compren carezcan del entendimiento que estos desarrollos de viviendas ocupan planicies de inundación. Es decir, los diseños de evacuación y manejo de aguas fluviales y pluviales son inadecuados para estas áreas, por lo que a corto plazo, la amenaza y su vulnerabilidad darán origen al riesgo del desastre ante una inundación causada por un evento natural.
Para entender las pérdidas que genera el riesgo, es importante conocer cómo se expresa. El riesgo se expresa como la probabilidad de pérdidas, en un punto geográfico definido y dentro de un tiempo específico. Las pérdidas pueden ser materiales, sin embargo, poseen un componente humano fuerte hacia pérdida de la salud mental por la situación del estrés que causa un evento de desastres a la que se está sometido y por la pérdida de vidas humanas que puede ocurrir, además de las ya mencionadas.
Frente a este escenario, el buró de Prevención de Crisis y Recuperación, buró de Políticas de Desarrollo y el Grupo de Energía y Medio Ambiente del Pnud indican que el “riesgo constituye un estímulo negativo para el desarrollo, precisamente porque las zonas de alto riesgo, donde la pérdida de vidas humanas, la destrucción de los bienes y otros efectos negativos sobre el bienestar físico, mental y social son hechos recurrentes para las personas que las habitan, se genere una aversión al riesgo”, lo que provoca que se evite invertir en asuntos relacionados con los medios de vida –una inversión necesaria para lograr avances económicos–, ya que con demasiada frecuencia esos recursos se vuelven a perder con el siguiente desastre.
Las costosas y recurrentes operaciones de socorro, recuperación y reconstrucción absorben unos recursos que podrían destinarse al desarrollo del país.
Debido a esto, la Dirección de Prevención de Crisis y de Recuperación planteó la pregunta, ¿puede incorporarse el riesgo de desastre en la planificación del desarrollo? Y con este planteamiento busca salvaguardar el desarrollo en áreas afectadas aún más por el cambio climático, estableciendo que la gestión de los riesgos asociados al clima constituye, por lo tanto, un factor clave para el desarrollo. El Pnud indica que al identificar y reducir los riesgos se puede proteger a las personas, sus medios de vida y sus bienes, contribuyendo así a la consecución de los objetivos de desarrollo.
El documento cita que, “para tratar conjuntamente la reducción de los riesgos de desastre y el desarrollo, son necesarios tres pasos:
a. Reunir datos básicos sobre los riesgos de desastre y diseñar herramientas de planificación que acompañen la relación que hay entre las políticas de desarrollo y el riesgo de desastre.
b. Reunir y dar a conocer las mejores prácticas de planificación y políticas de desarrollo que reducen el riesgo de desastre.
c. Promover la voluntad política para dar una nueva orientación tanto al sector del desarrollo como al de la gestión de desastres.”
“Este programa reconoce dos formas de gestionar los riesgos de desastre. En primer lugar, la gestión prospectiva de los riesgos de desastre deberá formar parte de la planificación del desarrollo sostenible. Los programas y proyectos de desarrollo deberán analizarse para conocer su potencial de reducir o agravar la vulnerabilidad y el peligro. En segundo lugar, la gestión compensatoria (como la preparación y la respuesta frente a los desastres) acompaña la planificación del desarrollo y hace hincapié en superar la vulnerabilidad existente y disminuir los riesgos naturales que se han acumulado a raíz de las opciones de desarrollo del pasado. Las políticas compensatorias son necesarias para reducir los riesgos actuales, pero las políticas prospectivas son esenciales para reducir los riesgos de desastre a mediano y largo plazo.”
Panamá requiere, como lo plantea el Pnud un cambio de paradigma que regule las repercusiones de los riesgos de desastre, causados por otros, al “hacer frente a los riesgos de desastres basados en la exigencia de buena gobernabilidad, que facilite la integración de los riesgos en la planificación del desarrollo, y la mitigación de los riesgos existentes”.
Planificar el desarrollo basados en lograr la equidad política y geográfica de diferentes áreas, sean urbanas o rurales, recae en manos de los responsables de la gestión del medio ambiente, pues la evaluación de las repercusiones ecológicas y humanas, son parte del desafío de la reducción de riesgos de desastres.