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- 26/04/2018 02:01
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Hace 30 años, cuando el biólogo marino costarricense Héctor Guzmán llegó a Panamá, escuchó sorprendido que ‘el panameño vive de espaldas a los océanos'.
‘Veía que a la gente le gusta el mar, la playita y me tomó tiempo comprender por qué se decía, y es que el panameño no sabe lo que hay en el mar y desconoce el daño que le hace cuando lo contamina', expresa.
Guzmán, investigador del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, cree que las autoridades también lo desconocen, lo que les impide tomar las decisiones acertadas. ‘El país tampoco se ha preparado para manejar los recursos marinos, y eso va desde las áreas marinas protegidas hasta los recursos pesqueros', asegura.
El científico destaca la riqueza de los océanos de Panamá. En los arrecifes coralinos (el ecosistema más diverso), existen alrededor de 300 especies de corales duros y suaves, entre el Caribe y el Pacífico. El país además cuenta con alrededor de 200 especies de algas marinas, más de 30 especies de tiburones y otras 30 de cetáceos como ballenas y delfines.
Guzmán, quien trabaja buscando especies nuevas en las profundidades marinas del país, considera que el desconocimiento de la biodiversidad marina se debe, en parte, a que no existe información confiable. ‘No hay un inventario de biodiversidad marina en Panamá. En otros países se hacen listados basados en las investigaciones y descubrimientos de científicos, y los publican. En el Ministerio del Medio Ambiente (MiAmbiente) debería existir eso', indica.
AMENAZAS
La sobreexplotación de los recursos marinos, la pesca ilegal, la contaminación, la carencia o inadecuados ordenamientos de las áreas marinas y costeras, además de fenómenos como el cambio climático, son algunas de las amenazas que enfrentan los océanos actualmente, explica Tania Arosemena Bodero, gerente de Incidencia Política de la fundación MarViva Panamá.
Datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) arrojan que el 80% de las pesquerías del mundo están sobreexplotadas o explotadas al límite, mientras que un 7% ya colapsó.
‘No obstante, se reconoce que debido a la pesca ilegal y otros problemas existen vacíos de información en la recolección de los datos de desembarques y esfuerzo pesquero, por lo cual la situación real sobre el estado de las pesquerías mundiales puede ser aún más preocupante', agrega Juan Manuel Posada, gerente de Ciencias de MarViva.
La fundación lleva más de quince años impulsando esfuerzos en la región para la conservación y uso sostenible de los recursos marinos y costeros.
‘Si bien pareciera que el istmo aún disfruta de abundantes recursos pesqueros, sus ecosistemas y recursos asociados están siendo sometidos a una intensa presión ejercida por actividades humanas de diferente índole', reflexiona Antonio Clemente, experto en Sistemas de Información Geográfica de MarViva.
Resalta que existen conflictos entre los diferentes sectores, debido a la competencia por los recursos. ‘También hay que mejorar en el cumplimiento de las normativas existentes, a través de vigilancia y control', advierte.
ÁREAS PROTEGIDAS ‘DE PAPEL'
En septiembre de 2015, el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, decretó la creación de dos nuevas áreas marinas protegidas: la cordillera de Coiba, en el océano Pacífico; y el banco Volcán, en el Mar Caribe. En ese momento, Panamá se convirtió en uno de los países que cumple con el objetivo de la ONU de establecer al menos el 10% de sus aguas jurisdiccionales como zonas bajo protección especial para 2020.
Con las dos nuevas áreas marinas protegidas, que suman unos 31,435 km², Panamá aumentó su superficie bajo áreas de manejo y protección, de 3.7% a 13.5% de sus aguas jurisdiccionales.
Héctor Guzmán fue uno de los científicos del Smithsonian en ayudar en la generación de la información necesaria para la creación de estas áreas marinas protegidas. A pesar de que en su momento el hecho parecía algo importante, según el biólogo marino no ha representado mayor diferencia.
‘Pasaron a ser simplemente las dos áreas protegidas más grandes de Panamá en papel; nada más tienen el nombre. Dos años después ni siquiera habían sido incluidas en la base de datos de áreas protegidas del Ministerio del Medio Ambiente', lamenta.
‘Panamá adoptó los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El Nº 14 establece la necesidad de ‘conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible”.
Guzmán comenta que el manejo de las instituciones relacionadas al medio ambiente debe mejorar para evitar este tipo de problemas. ‘En los últimos cuatro años, el actual gobierno ha cambiado cinco veces al Director Nacional de Áreas Protegidas. Si tienen un director nuevo en un promedio de diez meses, ¿cómo pretenden integrar ideas, conceptos, manejos, diseño, inversión? Por eso digo que no tenemos áreas protegidas, sino un sistema nacional de parques de papel', insiste.
En este sentido, Arosemena asevera que algunos de los principales retos que enfrenta el país en cuanto a la preservación de sus ecosistemas marinos son: la implementación de las normativas existentes, el seguir fortaleciendo la coordinación interinstitucional para optimizar recursos y ser más eficaces en la supervisión y control de acciones que podrían amenazar la sostenibilidad de los recursos.
Asimismo, es vital ‘impulsar medidas para adaptarnos y confrontar los efectos del cambio climático y desastres naturales a los que estamos expuestos', dice.
Arosemena considera que cada sector puede aportar para tener océanos saludables. Lo primero es que cada quien se interese más por conocer y valorar los océanos que rodean a Panamá, que inciden en la calidad de vida y economía de toda la población.
‘Con esta claridad somos corresponsables, como individuos, como miembros del sector público, privado y no gubernamental, para promover esfuerzos voluntarios y otros en el marco de la aplicación de las normas existentes en el país para reducir los impactos que las actividades humanas ocasionan al entorno marino y costero', subrayó.
LA IMPORTANCIA DE LOS MARES Y OCÉANOS
El agua conforma el 71% de la superficie terrestre; en otras palabras, tres cuartas partes de nuestro planeta se componen del elemento, que ocupa un volumen de 1,386 millones de kilómetros cúbicos.
El 97.5% del agua del planeta se encuentra en los océanos y mares; el agua dulce representa el 2.5%. Las fuentes de agua dulce son las que proporcionan a las personas la mayor parte del agua que consumen a diario para diferentes usos.
Los mares y océanos constituyen el hábitat más extenso, donde se calcula que existe el 90% de la biodiversidad. Datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estiman que estos ecosistemas representan el 99% del espacio vital del planeta.
Pero la salud de estos ecosistemas —cuya gestión prudente es considerada por la ONU clave para el desarrollo sostenible— se ha visto gravemente amenazada.
El organismo ha señalado que hasta un 40% de los océanos del mundo están sumamente afectados por las actividades humanas, incluida la contaminación, el agotamiento de los recursos pesqueros y la pérdida de hábitats costeros. El cambio climático se suma a esta problemática.
El plástico es una de las formas de contaminación que más afecta la salud de mares y océanos, tema que este año guio la conmemoración del Día Internacional de la Madre Tierra, el pasado 22 de abril.
Cada año, más de ocho millones de toneladas de plástico terminan en los océanos, según informes del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), incluidos los llamados microplásticos que además de causar estragos en la flora y fauna marina, la pesca y el turismo, suponen también un riesgo para la salud humana.
En Panamá, durante 2016 se recogieron 63 toneladas de desechos, la mayor parte plásticos.
Dado que los daños que produce el material en los ecosistemas marinos ascienden a al menos $8 mil millones, la ONU declaró, en 2017, una lucha global contra el plástico en los océanos mediante la campaña ‘#MaresLimpios, ¡cambia la marea del plástico!', que busca eliminar para 2022 las principales fuentes de basura marina.