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- 20/11/2019 00:00
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Durante ciertas épocas del año, la bahía de Almirante, un cuerpo de agua salada semicerrado rodeado por las islas del archipiélago de Bocas del Toro en Panamá, experimenta hipoxia. Esta falta de oxígeno, que afecta la diversidad y productividad de la vida en la bahía, puede ser causada por una combinación de actividades humanas y cambio climático: la escorrentía de agua contaminada de los ríos al océano, agravada por la mayor frecuencia de tormentas y gran cantidad de lluvias. Si los períodos de hipoxia comienzan a ser más largos, este santuario caribeño podría convertirse en una “zona muerta”: un lugar en el que no existe vida.
Con la esperanza de comprender mejor el papel que juegan los ríos en este fenómeno, la biogeoquímica y becaria postdoctoral de STRI KC Clark sale en un pequeño bote del muelle del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) en la estación de investigación de Bocas del Toro en Isla Colón. Se dirige hacia tierra firme, donde varios ríos desembocan en la bahía de Almirante. Está en camino para descubrir más sobre estos afluentes, junto con Ximena Boza, técnica de MarineGeo, una red global que estudia la vida marina cerca de la costa.
Alrededor de las 8:40 a.m., llegan a un río color marrón. A pesar del hecho de que se llama río Banano, no se ven plantas de banano, sino muchos manglares. Varios minutos dentro de la vía fluvial, un gran árbol caído impide el tránsito y sirve como un inevitable punto de parada. Clark y Boza comienzan a sacar diferentes herramientas y sensores de bolsas de lona en el fondo del bote.
“La idea es seleccionar una ubicación en cada río y volver cada dos semanas para repetir las mediciones. Marqué el lugar con un GPS”, comentó Clark.
Durante la siguiente hora y media, miden la profundidad y el ancho del río, así como la temperatura, el oxígeno disuelto, el pH y la salinidad. También determinan la velocidad del flujo de agua. Junto con sensores de nivel de río que registran la profundidad de los distintos ríos cada cinco minutos, Clark puede calcular la cantidad de agua descargada en la bahía.
Lleva mucho tiempo completar todas las mediciones por primera vez en río Banano. Los protocolos se están ajustando antes de repetirlos en otros seis ríos. En la siguiente parada, un río sin nombre que bautizan como río Negro, debido a sus aguas negras, todo el proceso va mucho más rápido.
“El problema será tratar de identificar cuáles podrían ser las condiciones que crean esta hipoxia. En este río, por ejemplo, el agua es dulce pero hipóxica. Huele a podrido”, señala. En otras palabras, la salinidad es baja, pero hay poco oxígeno en el agua, por lo que la mayoría de los organismos no pueden sobrevivir.
En la bahía, los bosques de manglares y los campos de pastos marinos dependen del flujo de nutrientes de los ríos, pero los arrecifes de coral son vulnerables. Necesitan agua limpia, baja en nutrientes, para sobrevivir. Las tormentas, que aumentan el flujo de agua, llevan nutrientes adicionales y materia orgánica a la bahía. Esto, a su vez, promueve el crecimiento de fitoplancton o algas marinas microscópicas, aumentando la disponibilidad de alimentos para los microbios y su demanda de oxígeno.
En la bahía, el agua del río y la lluvia pueden formar una capa en la parte superior del agua marina, causando estratificación vertical, con aguas de mayor temperatura y bajos niveles de oxígeno en el fondo. Este proceso puede generar condiciones hipóxicas y contribuir al blanqueamiento de los corales y la mortalidad en la bahía de Almirante.
La siguiente parada del día es a lo largo de un canal que conecta con la desembocadura del río Changuinola. No hay árboles de mangle, pero hay una vegetación más variada, con herbazales, plantas de bambú, helechos, plantas acuáticas de la familia Nymphaeaceae, además de la rara palma Raphia que solo vive en esta región en Panamá, e incluso árboles de guaba. Para cuando se completen todas las mediciones, son pasadas las 3:00 p.m. y llueve, lo cual es perfecto para las mediciones, pero es difícil viajar en el río. El bote es pequeño, ideal para navegar por aguas poco profundas, pero se balancea mucho en el agitado océano. El operador ancla en una isla cercana en el camino de regreso a la estación, esperando que las olas se asienten.
Pero no importa cuáles sean las condiciones climáticas, se tomarán muestras de los seis ríos cada dos semanas durante más de un año y sus mediciones se compararán con los datos recopilados por un proyecto paralelo que estudia los parámetros físicos y nutrientes en la bahía de Almirante. Esta iniciativa interdisciplinaria, que integra componentes fluviales y marinos para comprender los impulsores de la hipoxia en el océano, es única en las Américas tropicales y los resultados pueden tener aplicaciones de amplio alcance en otras áreas costeras marinas tropicales.