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Ingrid Rodríguez: 'He podido testimoniar el poder de la música para cambiar vidas'
- 14/11/2023 00:00
- 14/11/2023 00:00
Ingrid Rodríguez se expresa con dulzura hasta cuando habla de política, no se adentra mucho, solo habla de la música clásica y lo que considera que le falta a Panamá en este ámbito. Cuenta de su infancia, creció en una familia de clase trabajadora. Su madre es comunicadora social y su padre abogado.
De niña, la soprano soñaba con ser como Shakira. Revela que no sabía cómo dedicarse a la música de manera modesta y trabajando duro. Cuando entró a secundaria, ingresó al conservatorio, guiada por su primera profesora de música del colegio. Sus padres le inculcaron la importancia de educarse, ser trabajador y buena persona.
Relata que su sensibilidad artística vino de su entorno, de escuchar música en la radio y principalmente de la escuela. En la primaria siempre estuvo en actividades culturales; le gustaba bailar, cantar y declamar. “Era algo intrínseco en mí. Otro ambiente que también influyó para mí fue la iglesia, que es otro gran impulsor de artistas; siempre hay música y era lo que más me gustaba de ir con mi mamá”.
Vivir de la música en Panamá es muy difícil, no te voy a mentir. Tengo la fortuna de que, a través de la música, descubrí otra pasión que es la educación. Trabajo en un colegio privado enseñando música y también estoy estudiando un máster en pedagogía musical. Esto me da una ventaja en comparación con personas que quisieran dedicarse únicamente a la interpretación.
En la educación hasta el momento, gracias a Dios, hay fuentes de ingreso seguras. Es algo que no podemos dejar de lado. Trabajo como maestra de música y, además, complemento con otras actividades como los conciertos. También me contratan para eventos privados.
Vivo de la educación musical en sí; sin embargo, en Panamá [el trabajo] como intérprete debe complementarse con otra cosa, ya que no existen las condiciones para que alguien se dedique 100%, especialmente en el área en la que yo me especializo, que es la música clásica.
Sin ánimos de querer meterme en política, definitivamente se necesitan políticas públicas que creen las condiciones. No solo para educar a la población y hacerle entender que esto no es exclusivo de la élite, sino también para ofrecer educación musical de calidad. Esto ayudaría a crear un público dispuesto a escucharnos. Hace falta más divulgación desde los primeros años, es decir, educación musical desde la infancia y mayor divulgación de lo que hace el artista.
También se necesitan condiciones de trabajo dignas por parte de las instituciones del Estado que puedan ofrecer servicios culturales gratuitos a la población. Creo que esto podría ayudar significativamente. Entender que Panamá necesita más impulso en el ámbito cultural y educativo podría abrir muchas posibilidades, tanto para los que ya estamos en este camino como para los que vienen.
¡Qué bonito!, podríamos quedarnos aquí horas hablando de cómo, en mi vida, he podido testimoniar el poder de la música para cambiar vidas, darle sentido a las cosas desde las experiencias personales que podemos obtener al escucharla. He visto a personas tener movilidad social, salir de situaciones de riesgo social y convertirse en profesionales representando a Panamá gracias a la música.
Guardo en mi corazón una anécdota de cuando estudiaba en la universidad. Tuvimos la oportunidad, como institución y coro de la Facultad de Bellas Artes, de participar en un proyecto que trajo un director de orquesta español para interpretar la Novena Sinfonía de Beethoven en el hospital Oncológico. Fue sumamente conmovedor ver la reacción de la gente en medio del dolor de la enfermedad, experimentar algo así. Nos movió mucho y nos hizo comprender el poder y la importancia que tenemos como intérpretes en la sociedad.
Trato de ser optimista en general en la vida y pensar que, por algo, Dios nos da la capacidad e ingenio para crear estas cosas y que como seres humanos tendremos la capacidad de usarlas para cosas positivas. Si hay algo que jamás podrá reemplazar la tecnología es nuestra capacidad de sentir, expresar, emocionarnos y conectarnos. Al final, la máquina solo hace lo que le ordenas.
Hacer arte es algo que viene con nosotros y que como seres humanos aprenderemos a usar estas herramientas para impactar de manera positiva. Habrá quienes no lo usen para cosas positivas, pero también existimos los que tenemos ese deseo de hacer las cosas bien, y espero que eso sea lo que impere.
¿Estudiaste música en la universidad o estudiaste otra carrera y paralelamente te fuiste preparando en la música?
Cuando entré al conservatorio me explicaron que la música es toda una carrera con muchas profesiones y opciones diferentes, como ser instrumentista, profesor, cantante o director de orquesta. Fue como un curso de introducción a la música.
Para el curso regular del conservatorio, en el momento en que ingresé, la oferta era un ciclo medio o un bachillerato, que duraba cuatro años y se cursaba de manera paralela a la educación normal. Si quería seguir, podía optar por un técnico superior. Me llamó la atención la idea de seguir estudiando, aunque aún no me había decidido por el instrumento que quería aprender.
Sin embargo, me atraía mucho el lenguaje musical y cómo la música tiene sus propios códigos, una forma de comunicarse, y eso me encantó. Pensé en piano, canto, guitarra, pero primero hice una audición para ver hacia dónde ir. Inicialmente el canto fue mi primera opción, pero también me generaba inseguridad, ya que es algo más personal y está dentro de tu cuerpo. Seguí ese camino y me ha gustado mucho; no me arrepiento para nada.
Todo en la disciplina del canto debe entrenarse. Aunque habrá personas con más habilidades en ciertas cosas, en mi caso todo ha sido a base de trabajo, disciplina, observación y estudio. He tomado cursos de actuación en mi recorrido, pero cada movimiento, la respiración y la pronunciación de las palabras se estudian y se entrenan. Especialmente en la música clásica, a la que me dedico, nos comparamos a menudo con los deportistas de alto rendimiento.
El cantante tiene el instrumento musical dentro de sí mismo, dentro de su cuerpo. Hay que tener una preparación física y una preparación mental. Todo lo que le hace bien a mi cuerpo, le hace bien a mi voz y me va a hacer mejor cantante, y lo mismo de manera intelectual. No tengo un régimen como tal –que tomo agua con sal y esas cosas, por ahí no–, más bien trato de llevar un estilo de vida lo más saludable que puedo, hago ejercicio, me alimento bien.
En cuanto a la técnica, después de finalizar mi licenciatura en música he seguido estudiando con una profesora particular; tomo clases con ella una vez a la semana y el resto de los días me dedico a estudiar, ya sea técnica o repertorio. Básicamente eso es lo que hago, por eso digo que todo es estudio y esfuerzo, nada cae del cielo.