La oncilla tiene un territorio pequeño y amenazado

Actualizado
  • 14/06/2024 00:00
Creado
  • 13/06/2024 20:24
En Panamá hay seis especies de felinos silvestres. Aún falta mucho por conocer sobre el estado de conservación del ‘Leopardus pardinoides’

Hasta hace unos meses se consideraba que existían solamente dos especies de tigrillos en Centroamérica y América del Sur, pero un grupo internacional de más de 40 investigadores, entre ellos dos científicos panameños, concluyó que son tres especies diferentes.

Después de analizar los datos de varios países de la región y modelos ecológicos, biogeográficos y fenotipos de especímenes de museos, los investigadores de Brasil, Colombia, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Bolivia y Estados Unidos identificaron que el tigrillo que habita en Costa Rica y Panamá es una especie diferente de la que se encuentra en Venezuela, las Guayanas y, mayormente, en Brasil.

Según el artículo ‘Modelado ecológico, biogeografía y fenotipo para analizar el entorno y nichos hiperdimensionales de los tigrillos revela una nueva especie’, publicado en Nature Scientific Reports, las tres especies de tigrillo en la región son:

Leopardus pardinoides, se encuentra en Costa Rica, Panamá y en la cordillera de los Andes (Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina) y su nombre común es oncilla o tigrillo nebuloso.

Leopardus tigrinus, se distribuye en las Guayanas, formaciones de sabanas y bosques secos de arbustos del centro de América del Sur y del norte de Brasil.

Leopardus guttulus, que habita en bosques del Atlántico en América del Sur.

La oncilla había sido descrita para Panamá con el nombre científico Leopardus tigrinus desde hace décadas, pero a la luz de los nuevos hallazgos, su nombre correcto es Leopardus pardinoides.

En total, en Panamá hay seis especies de felinos silvestres. El de mayor tamaño es el jaguar (Panthera onca), seguido del puma (Puma concolor), el ocelote o manigordo (Leopardus pardalis), yaguarundi (Puma yaguaroundi), el margay o tigrillo (Leopardus wiedii) y el más pequeño es la oncilla (Leopardus pardinoides).

Implicaciones

Los biólogos Josué Ortega y Ricardo Moreno, ambos investigadores de la Fundación Yaguará Panamá y afiliados al Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) participaron en el estudio internacional que reveló al Leopardus pardinoides como una nueva especie felina. La dinámica de reunir los datos de los diferentes países fue complicada, pero en términos de conservación, la investigación ha arrojado un aspecto muy importante.

“Al separar las tres especies nos hemos dado cuenta de que el espacio geográfico es menor. Por ejemplo, Leopardus pardinoides ocupa 850.000 km2. Antes, dentro del complejo de tigrillos, era considerado como una subespecie y se pensaba que abarcaba un espacio de 4 millones de km2 a 5 millones de km2. Pero la nueva especie tiene un territorio pequeño y amenazado porque habita en tierras altas con bosques nubosos”, menciona Ortega.

La oncilla es muy difícil de fotografiar y es el felino silvestre que tiene el área más restringida en Panamá. La reducción de su espacio no solo es urbanística, sino también por la agricultura y la ganadería. Esto representa nuevos retos.

Ortega y Moreno explican que en la investigación internacional, los modelos de hábitat posibles de la oncilla fueron muy precisos y concordaban con los datos de las cámaras trampa. Por ejemplo, se tenían fotos de la oncilla a 850 m de altura en el Parque Nacional Santa Fe y también a 3.200 m de altura en el volcán Barú. Al comparar la información de todos los países, incluyendo la zona andina, el modelaje reflejaba que la oncilla se encontraba entre los 850 m a 4.000 m de altura.

El investigador Ortega, oriundo de la provincia de Veraguas, realizó en 2016 el primer estudio piloto sobre el coyote, su ecología y situación en La Colorada de Santiago, en Veraguas, usando collares GPS. Este proyecto comenzó con fondos de la Convocatoria Pública de Nuevos Investigadores de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt) y luego se convirtió en su tesis de maestría.

“Recuerdo cuando obtuvimos la primera foto de una oncilla hembra con una cría melánica (de color negro o pardo oscuro) en Jurutungo (provincia de Chiriquí) en el año 2015 o 2016. Cuando hicimos la segunda revisión de las cámaras trampa, confirmamos la foto de una oncilla. El melanismo es más común en esta especie, que en todo el género”, añade Ortega.

En el modelaje de hábitat de Panamá se consideraron los datos que aportaron las fotos captadas en tierras altas del Copé, la cordillera central, parte del Parque Nacional La Amistad, el volcán Barú, el cerro Chucantí (al este del país), cerro Tacarcuna y cerro Pirre, en Darién. “La investigación es muy limitada en esos sitios porque es difícil llegar. Todavía nos falta mucho por conocer de esta especie en Panamá”.

Por su parte, Ricardo Moreno, fundador de Yaguará Panamá, y reconocido por su trayectoria de 25 años de estudiar los jaguares y sus presas, menciona que también es positivo que, hasta el momento, el lugar más estudiado es la serranía de Pirre, en Darién, con el monitoreo biológico del jaguar y sus presas, el cual lleva 10 años. “La Senacyt también ha apoyado esta iniciativa; en esta área de estudio estamos revaluando las fotos de los felinos manchados pequeños”.

En años recientes, Moreno ha enfocado sus esfuerzos en reducir la incidencia del conflicto de los ganaderos con los jaguares.

El avance agrícola y la ganadería generan fragmentación y deforestación en los bosques. Si a esto se suma la caza de carne de monte, no es extraño que los félidos y cánidos (coyotes) silvestres tengan conflictos con los productores por la depredación de sus aves de corral, terneros, vacas y caballos, y terminan matando a los animales, aunque estén protegidos por leyes nacionales e internacionales, e incluso, categorizados en peligro.

“La oncilla o tigrillo nebuloso también sufre por la cacería y el conflicto con ganaderos. Panamá y Costa Rica deben reunirse y determinar el estatus de esta especie”, dice Moreno.

Yaguará Panamá, en conjunto con mi MiAmbiente y ONU Ambiente, colaboraron en un proyecto GEF-7 para hacer un censo de jaguares y sus presas en Panamá. En la primera fase trabajaron en nueve polígonos con cámaras trampa, abarcando 141.000 hectáreas, desde el Parque Nacional Soberanía hasta el Parque Nacional Darién.

Este censo es relevante porque las cámaras posiblemente han registrado a otros pequeños felinos, incluso la oncilla.

“Tenemos que mirar todas las fotos de felinos pequeños como el margay e identificar en Chagres y Portobelo, donde había cámaras en zonas de 700 m a 800 m de altura y en Guna Yala a 400 m, para detectar si pasamos por alto algún Leopardus pardinoides”, añade Moreno.

“Son sitios que demandan una logística compleja y costosa; seguimos buscando fondos para terminar el censo desde la ribera del Canal de Panamá hasta la frontera con Costa Rica, para tener información actualizada del país”.

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