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- 17/11/2024 00:00
- 16/11/2024 16:41
¿Qué tienen en común el Quijote, Ulises, Moby Dick, Cien años de soledad y Pedro Páramo? Que son obras indispensables de las letras de todas las épocas. ¿Algo más? Han marcado un parteaguas en la literatura universal. ¿Otra similitud? Hasta el momento, han sido imposible de llevarse con acierto al lenguaje audiovisual.
Sí, damas y caballeros, en los senderos de lo artístico aún hay improbables. En el cine, la televisión o el streaming un irrealizable ha sido trasladar con notas sobresalientes estos y otros clásicos narrativos.
Como la valentía y la necedad son hermanas gemelas, hay creadores que, aun sabiendo de los peligros de ser derrotados, se atreven a esos andares, aunque pocos conocen la victoria.
Rodrigo Prieto debuta ahora en la dirección. Se arriesga en su primer turno al bate con Pedro Páramo, esa obra que fue alabada por Jorge Luis Borges, Kenzaburo Oe, Gabriel García Márquez, Tahar Ben Jelloun, Günter Grass, Susan Sontag, Elías Canetti o Urs Widmer.
Tiene a su favor que desde hace lustros ha demostrado ser uno de los más relevantes directores de fotografía. Dan fe de esa relevancia sus cuatro nominaciones al premio Oscar en esa categoría y su sello característico en filmes como Amores perros, Babel, Secreto en la montaña, Biutiful, El irlandés y Los asesinos de la luna...
Con Pedro Páramo este mexicano integra una tribu que ejerce, al mismo tiempo, la dirección de fotografía y la realización general de una misma producción como ya lo han hecho, pocas o muchas veces, John Carpenter, los hermanos Coen (Joel y Ethan), David Lynch, Alfonso Cuarón, Clint Eastwood, Takeshi Kitano, Gus Van Sant, Steven Soderbergh, Doug Liman y Robert Rodríguez.
Lo osado es que su debut detrás de las cámaras es con su versión de Pedro Páramo, esa preciosa e insondable novela de Juan Rulfo, su coterráneo, que habla del México profundo, que es lo que mismo que decir de un sector de nuestra América Latina que sometida a la pobreza, la venganza, el machismo, la política criolla, los odios, la violencia, el abandono, la impunidad, el analfabetismo, las guerras, los despojos, las traiciones, el fanatismo, la superstición, pero, sobre todo, esta obra publicada en 1955 gira en torno a las pérdidas que traen consigo la muerte en nuestras sociedades marcadas por un bello y absurdo realismo mágico.
¿El resultado de esta nueva visita a Comala? El largometraje de Rodrigo Prieto ofrece buenas intenciones a sus espectadores, pero pocas hazañas que merezcan aplausos.
Durante el siglo XX importantes obras de escritores mexicanos como Jorge Ibargüengoitia, José Emilio Pacheco y José Agustín terminaron en las salas de cine del planeta, bajo la óptima dirección de personalidades como Alberto Isaac, Arturo Ripstein, José Estrada, Julián Pastor y Jesús Magaña.
¿Y Pedro Páramo? Claro que sí han ocurrida adaptaciones fílmicas sobre los libros del admirado novelista, cuentista, guionista y fotógrafo.
Previa a la propuesta de Rodrigo Prieto otros osados en la industria mexicana intentaron traducir en imágenes a Pedro Páramo, con suerte desigual.
El director Carlos Vero lo hizo en 1967, una cinta que estuvo en la sección competitiva del Festival Internacional de Cine de Cannes y en cuyo guion colaboró ese titán que fue Carlos Fuentes. Aunque el actor Ignacio López Tarso manifestó en la miniserie Cien años con Juan Rulfo (2017-2018) que la recepción de la crítica fue un desastre en la ciudad turística de la Rivera Francesa.
Luego hizo lo propio José Bolaños en 1976 con una película que ganó premios Ariel (el Oscar mexicano) en las categorías técnicas de fotografía, escenografía y ambientación (no recibió nominaciones en los apartes de película, dirección, ni guion).
Salvador Sánchez hizo en 1981 la más insípida de este cuarteto.
Tuvieron que pasar 43 años para retornar a Comala, sitio fantasmagórico que fue descrito de la siguiente manera por Juan Preciado, el Virgilio de Juan Rulfo en Pedro Páramo: “Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren al llegar al infierno regresan por su cobija”.
Espíritus sin gloria
A inicios de noviembre de 2024, llegó el Pedro Páramo de Rodrigo Prieto arropado con el apoyo de Netflix, empresa que soñó tener entre sus manos su nueva Roma, película de 2018 firmada por Alfonso Cuarón y que recibió 225 premios internacionales.
Pero Prieto no consiguió el tono adecuado ni el ritmo preciso ni una puesta en escena fiable para contar esta historia sobre el despiadado cacique, mandamás y patriarca de la hacienda La Media Luna, tirano absoluto del pueblo de Comala.
Quizás alguien más acostumbrado al terror dramático, al fantástico romántico o al sobrenatural cinematográfico hubiera hecho un mejor trabajo. A lo mejor Guillermo Del Toro, Tim Burton, Alejandro Amenábar, Terry Gilliam, J.A. Bayona, Hideo Nakata, Andy Muschietti o Alfonso Arau. Nunca lo sabremos.
El Pedro Páramo de Prieto, como ocurrió en las tres visitas anteriores al audiovisual de esta novela, se tropezó con la misma piedra en el camino: no se puede plantear en imágenes en movimiento esos hombres y mujeres (los vivos que sufren y los fantasmas que penan) que fueron asesinados, violados, vejados, engañados o estafados por Pedro Páramo.
Prieto tampoco supo transmitir la compasión y la misericordia de esos muertos desposeídos, ni pudo descifrar toda la triste belleza de ese mundo, sórdido y siniestro, imaginado por Rulfo, quien con esta novela hizo su propia versión mexicana del condado Yoknapatawpha ideado por William Faulkner.
En su deseo de no traicionar a Juan Rulfo ni a sus personajes, Rodrigo Prieto ofrece un Pedro Páramo demasiado literal al argumento, y no captura el silencio árido y caluroso de la miseria y la erosión de esos pueblos sin futuro, ni el palpitar de esas gentes ausentes de porvenir.
A Prieto le faltó impronta a la hora de presentarnos las preocupaciones de Juan Rulfo, esa reencarnación de Víctor Hugo y Alejandro Dumas, de ese Dante del rural latinoamericano, autor de dos obras de enorme complejidad narrativa y densidad temática como lo son Pedro Páramo y El llano en llamas, historias que luego influirían en autores con ecos rulfianos como Fernando Del Paso, Yuri Herrera, Rodrigo Flores Sánchez, Juan Villoro, Antonio Zúñiga, Fernanda Melchor, Juan Carrillo y Emiliano Monge.
Esa ausencia de autenticidad plena es difícil de rozar en una ópera prima, un milagro que alcanzan unos pocos elegidos en el séptimo arte: Orson Welles (Ciudadano Kane), Sofía Coppola (Las vírgenes suicidas), Alejandro González Iñárritu (Amores perros), Michael Haneke (El séptimo continente), Greta Gerwig (Lady Bird), Alex Garland (Ex Machina), Fabián Bielinsky (Nueve reinas), entre otros.
Aunque eso es pedir mucho a quien tuvo la osadía, fallida, de hacer su primera película a partir de un imposible.
P.D. El 11 de diciembre de 2024 llegará a Netflix la miniserie basada en otra novela maravillosa y esquiva: Cien años de soledad. ¿Estadísticas? Ningún cuento o novela de Gabo ha podido ser trasladado al audiovisual con gran éxito. ¿Esta será la excepción a la regla? Veremos cómo le irá a Macondo.