El visitante

  • 16/04/2025 00:00
Festivales culturales responden con arte a tensiones políticas, cesiones de soberanía y memorandos militares entre Panamá y Estados Unidos

Un amigo me dijo, medio en broma, que la semana pasada volvimos a ser un protectorado. Quizás este sarcasmo parezca exagerado, pero no deja de ser alarmante el “memorando de entendimiento” entre nuestro Ministerio de Seguridad Pública y el Departamento de Defensa de Estados Unidos. El acuerdo permite al Ejército estadounidense y a sus contratistas ocupar diversas áreas del país para realizar actividades “humanitarias” y militares, entre otras, sin cobro alguno.

Añaden a la confusión las explicaciones del ministro de Asuntos del Canal sobre “los mecanismos de compensación a los buques de guerra de EE. UU.”. En otras palabras, la exención del peaje que el Tratado de Neutralidad obliga a todos los países a pagar por su tránsito por el Canal (excepto Colombia y Costa Rica).

Por si fuera poco, los prácticos del Canal reportaron que naves estadounidenses no están izando la bandera de Panamá durante su tránsito, pese a que es obligatorio. Nos llevó 60 años superar esa reticencia de los estadounidenses en la antigua Zona del Canal.

Muchos colegas me hablan de su zozobra y rabia frente a lo que consideran una inexcusable cesión de soberanía por el Poder Ejecutivo. ¿Cuál es el papel de la cultura frente a estos sorpresivos acontecimientos que sobrepasan el control del ciudadano común y reviven traumas del siglo pasado que parecían irrepetibles?

Dos festivales nacionales de arte nos han cautivado recientemente con propuestas artísticas, educativas y colaborativas que, de distintas maneras, aportan al análisis, crítica y acción, no solo sobre la actualidad política, sino sobre el bienestar, la ecología, la transparencia y la rendición de cuentas de nuestras instituciones gubernamentales y culturales.

Estos eventos contrastan con el concierto propagandístico de marines de las fuerzas de reserva estadounidenses, programado para el jueves pasado en el parque Andrés Bello de la vía Argentina. Organizado por la Embajada de Estados Unidos e, insólitamente, por la Junta Comunal de Bella Vista, tuvo que cancelarse ante las protestas de vecinos, artistas y activistas del área.

Sorprende que el representante del corregimiento de Bella Vista no hubiese entendido ni previsto las implicaciones del evento –especialmente porque muchos vemos la vía Argentina como el bulevar cultural de la ciudad–. Encima lo justificó ¿ingenuamente? aduciendo que “el evento fue organizado con el propósito de promover la cultura y brindar a las familias del corregimiento una experiencia artística”.

¿Ha llegado el cine panameño a su madurez?

El exitoso Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF), fundado por Pituka Ortega-Heilbron en 2012 y cuya actual productora ejecutiva es Karla Quintero, se realizó del 3 al 6 de abril en distintas salas de cine. La decimotercera edición del festival se caracterizó, de acuerdo con los asistentes, por la alta calidad de las películas panameñas. Querido Trópico, de Ana Endara, que inauguró el IFF 2025, ha obtenido varios reconocimientos internacionales, entre los que se destacan el Premio del Público al Mejor Largometraje de Ficción y Mejor Interpretación en Biarritz Amérique Latine 2024, en Francia.

El Brujo, documental de la casa productora Cine Animal, dirigido por Félix Guardia y producido y coescrito por Tomas Cortés –que aborda la vida y obra del gran artista panameño Julio Zachrisson (1930-2021)– obtuvo el Premio del Público a la Mejor Película Copa Airlines. Otro notable documental seleccionado por el IFF fue Hijo de tigre y mula, de Annie Canavaggio, que se centra en los Tratados Torrijos-Carter y en su principal artífice, Omar Torrijos.

El filme, aplaudido y criticado a la vez por su retrato de la figura de Torrijos, ha ocupado el primer lugar en la taquilla de los cines de Panamá. Se ganó la atención y la admiración de muchos por su fineza técnica y por su sentido de urgencia debido a las constantes amenazas del presidente Trump de que volverá a tomarse el Canal.

Otros dos filmes de considerable importancia y calidad ambientados en Panamá y presentados por esta edición del IFF fueron Luminoso espacio salvaje, de Mauro Colombo, y Espina, de Daniel Poler.

Se ha dicho que esta edición del festival corrobora que la producción del cine panameño –tanto en el género de ficción como en el del documental– ha logrado desarrollar con confianza sus propios lenguajes y temas, sean estos personales, artísticos, históricos o de actualidad, logrando así que voces nuevas o diversas nos interpreten y provoquen.

El Festival Internacional de Artes Escénicas: un tesoro nacional

La decimocuarta edición del FAE estuvo a cargo de su fundador, el incansable Roberto Enrique King, bautizado por una reputada historiadora de arte como “tesoro nacional”. La coherencia intelectual y la persistencia de King –quien además durante décadas ha sido el programador del Cine Universitario, cantera de cineastas– han hecho posible que este festival se convierta en una verdadera fiesta del teatro y la danza.

En más de una ocasión ha levantado las cejas del público con propuestas escénicas innovadoras y atrevidas, incluyendo uno que otro desnudo que espanta a la mojigatería local. En esta edición participaron compañías de España, Colombia, Portugal, Costa Rica y Perú.

La inauguración del FAE 2025, que contó con el apoyo del Ministerio de Cultura, entre otras instituciones, tuvo lugar el miércoles 9 de abril en el Teatro Nacional, con un lleno completo y la asistencia de importantes figuras de las tablas, como Teresita Mann, Ileana Solís y Gabriel Pérez Matteo, quienes han participado en el festival en anteriores ediciones.

Abrió el evento Búho, del grupo Titzina Teatro, de Cataluña, fundado por Diego Lorca y Paco Merino. La pieza parte de una paradoja: un antropólogo forense pierde la memoria, que intenta recobrar enfrentando un pasado imperfecto y doloroso. Búho contiene escenas sencillas, pero deslumbrantes a través del refinado trabajo corporal de los actores y de una modesta escenografía: dos paredes, una cama, un escritorio...

Con la ayuda de proyecciones nos trasladaron a espacios alucinados y a escenas que contrastan con los diálogos repetitivos y monótonos, difíciles de escuchar por la intimidad que generaron los actores frente a las grandes dimensiones del Teatro Nacional.

El Domingo de Ramos, el festival presentó el segmento El FAE al aire libre, que empezó con un espectáculo comunitario –con titiriteros, bailarines y La Tribu Performance– a las 3 de la tarde en el centro cultural La Manzana, en Santa Ana. Después hubo un desfile por las calles aledañas hasta la plaza V Centenario, en la entrada de Casco Viejo, al final del antiguo Terraplén. En esta misma plaza tuvo lugar el gran cierre del FAE 2025 con una tarde familiar, circo contemporáneo y una feria artesanal y gastronómica.

En el programa del FAE 2025, King ha logrado resumir el espíritu de valentía en el quehacer artístico de nuestro país y más allá, así como las decisiones éticas que ello implica: “No ha sido fácil. Nunca lo ha sido. Y en estos tiempos de amenazas internas y externas, así como de incertidumbre económica, mucho menos. Pero nunca lo he hecho solo. Hay personas, instituciones y empresas que creen en nuestro proyecto”.

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