‘El robot salvaje’: un corazón metálico que late con ternura y compasión

Actualizado
  • 26/09/2024 00:00
Creado
  • 25/09/2024 18:46
Adaptada de la serie de novelas homónimas de Peter Brown, Chris Sanders lleva la historia de un robot capaz de sentir emociones y asombro por la naturaleza a niveles más altos de empatía y evidencia su alma

Cintas como Ron da error (2021), Gigantes de acero (2011) o El gigante de hierro (1999) e incluso Wall-E (2008), nos han dado historias sobre entes robóticos que logran superar sus corazas metálicas para demostrar la pureza de las emociones, la inocencia y el asombro que, en caso humano, reservamos para los niños e infantes. Historias que van más allá de un robot entendiendo a un humano, sino transformándose incluso en la versión positiva y sin corromper de la naturaleza humana, aunque pueda caer en lo utópico.

A este cúmulo de cintas se agrega El robot salvaje, la nueva cinta del director Chris Sanders, quien ha codirigido películas como Lilo y Stitch (2003), Cómo entrenar a tu dragón (2010) y The Croods (2013); la cual está basada en la serie de libros homónima de Peter Brown. La cinta se estrena hoy en cines nacionales y ha sido elogiada por diversos ciclos de festivales como en el Festival Annecy para películas de animación.

¿Es ‘El robot salvaje’ una cinta para niños más?

Podríamos catalogarla en una sencilla etiqueta de “cine infantil”, pero, como ha quedado evidenciado en los últimos años por múltiples protestas y fuentes de discusión de la industria de la animación, este medio se destaca en llevar historias a un plano de mayor profundidad y exploración emocional que logra capturar a las audiencias de todas las edades.

La película se sitúa en una isla deshabitada en un futuro cercano, donde un barco de carga de Universal Dynamics se ha estrellado y ha dejado cajas de robots utilitarios ROZZUM esparcidas por la costa. Uno de los robots, que se hace llamar Roz, sigue intacto y es activado accidentalmente por una familia de nutrias. Su propósito es servir, pero Roz (Lupita Nyong'o) no puede encontrar un amo entre la vida salvaje de la isla. Los animales le temen, sin haber conocido a otro ente como ella y sin la presencia de los humanos predecesores.

En un momento, Roz adopta una postura de pseudohibernación, escuchando los movimientos y sonidos de cada criatura. Las criaturas se mueven alrededor del robot “inactivo” mientras sus chirridos, chillidos y rugidos se convierten en comentarios legibles sobre la extrañeza de esta máquina y lo que su presencia significa para el futuro de la isla.

Después de aprender sus lenguajes, Roz destruye accidentalmente un nido de ganso, dejando solo un huevo. Cuando nace, rápidamente se da cuenta de que su nuevo propósito es mantener con vida al pequeño ganso, Brightbill (Kit Connor). Encuentra ayuda en un astuto zorro llamado Fink (Pedro Pascal) y una madre zarigüeya llamada Pinktail (Catherine O'Hara), sin embargo, la comunidad del bosque enfrenta retos para mantenerse unida.

A lo largo de la cinta vemos el crecimiento de la relación entre Roz y Brightbill, quienes forjan una amistad inusual, pero basada en la empatía y la búsqueda del bienestar de cada uno. Roz es vulnerable, curiosa y con rápido aprendizaje de los cambios de Brightbill, como al descubrir que está en su naturaleza volar y nadar para que pueda alcanzar a los suyos durante la migración.

Es este momento el que nos catapulta a una aventura que se maneja entre distintas formas de comunicación, resolución de conflictos, vulnerabilidad y momentos de diversión entre lágrimas. Para quienes se inclinan a historias de familia y amistades que desafían lo convencional, El robot salvaje nos adentra a un mundo en donde, como describió Sanders en el Festival Annecy, “la amabilidad puede ser una estrategia de supervivencia”.

También existen otros mensajes dentro de la cinta de Sanders, como el de que todos debemos encontrar nuestro camino para volar, como Brightbill, o el de que el amor es una misión más grande que marcar casillas en una lista de verificación. Todo esto se ve amplificado por la animación, que es colorida e impresionista y recrea un mundo con verdaderos riesgos y emociones genuinas.

En el viaje de Brightbill conocemos al resto de los personajes, entre los que se encuentran Longneck (Bill Nighy), un ganso que se convierte en mentor de Brightbill, y Thunderbolt (Ving Rhames), un halcón que ayuda al joven ganso a encontrar su camino. Como en cualquier equipo, los miembros son fuertes, se apoyan entre sí y enfrentan momentos de descontento, pero no sin lograr salir de los mismos y recordar el propósito en común.

Aunque la historia se desarrolla en el futuro, resuena en el contexto de nuestra realidad actual, donde los avances tecnológicos y una creciente dependencia de la inteligencia artificial amenazan con desconectarnos del mundo en el que vivimos. Sanders presenta un recordatorio significativo de lo que está en juego cuando nos olvidamos de esa conexión y permitimos que la tecnología prevalezca sobre la naturaleza.

Una orquesta de 67 integrantes dirigida por Geoff Alexander interpreta la banda sonora compuesta por Kris Bowers, que nos envuelve en cada momento de la cinta –hay 80 minutos de música y la cinta dura 92 minutos–, llevándonos a sentir lo mismo que los personajes en una forma de empatía colectiva impresionante.

Seguir los pasos de Brown en cuanto a utilizar la amabilidad como una habilidad de supervivencia se hace notar en la pantalla, cuando vemos a Roz ser moldeada en lo que es porque está programada para no dañar a nadie, por lo que hay una bondad innata programada en ella. Pero, también tiene que aprender a superar no solo el daño, sino también a ayudar a cuidar a los demás de una manera que le da un alma al final.

Aun así, la cinta no es todo color de rosa; se necesita un clímax y obstáculos para lograr entender el porqué del propósito de Roz. Hay momentos difíciles en la cinta. Sorpresas que nos hacen llegar al borde del asiento y que son devastadoras. La historia no elude temas difíciles y desafiantes, lo que ayuda de forma realista a mostrar a los más pequeños que el mundo no siempre funciona como uno quiere, pero que se puede navegar a través de estos momentos.

Pese a que el enfoque inicial de Roz para criar a Brightbill implica precisión científica e inflexibilidad tecnológica, a medida que va creciendo y se une a la comunidad, la comprensión de su entorno y su “alma” se intersectan, creando un lazo más profundo entre Roz y la naturaleza que le rodea, y es entonces que podemos ver lo más parecido a un instinto nacer dentro de Roz.

Algunas de las imágenes más memorables de la película aparecen cuando el cuerpo metálico de Roz se transforma cuanto más tiempo vive en el bosque, su apariencia cambia con su entorno y los animales ayudan a reconstruir las partes de ella que se rompen. Somos inútiles sin una comunidad, y es algo que al ver esta cinta todos los espectadores haríamos bien en recordar.

Aunque la historia se desarrolla en el futuro, resuena en el contexto de nuestra realidad actual, donde los avances tecnológicos y una creciente dependencia de la inteligencia artificial amenazan con desconectarnos del mundo en el que vivimos”.
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