El primer ‘boom’ del manga

Actualizado
  • 06/10/2024 00:00
Creado
  • 05/10/2024 17:10
El primer manga que logró un gran auge pertenece a Nakataro Takamizawa, mejor conocido como Suiho Tagawa. Se trata de la historia de Norakuro, un perrito negro enlistado en el ejército

Los fans estamos acostumbrados a escuchar las cifras astronómicas que alcanzan en Japón algunos audiovisuales; en cuanto a los libros, la cosa cambia, ya que se cuenta la cantidad de impresiones y reimpresiones de la obra. Los libros con mayores tirajes son los manga. Recientemente, se anunció que Kingdom —el manga histórico—, llegó con el tomo setenta a los cien millones de impresiones, mientras que la serie entera del manga One piece tiene cuatrocientos setenta millones de impresiones; pero la pregunta es, ¿cuál fue el primer manga en alcanzar el estrellato?

Un poco de historia

Para responder esta pregunta, viajaremos al pasado, a inicios del siglo XX. El manga que logró un gran auge o boom pertenece a Nakataro Takamizawa (1899-1989) quien no tuvo una vida fácil, ya que a muy temprana edad quedó huérfano, perdió a su madre cuando apenas tenía un año de nacido y unos años después a su padre, así que creció con un tío que lo adoptó.

Con escasos veinte años, Nakataro se alistó como soldado en la Armada Imperial y prestó servicios en Corea y Manchuria. Luego, comenzó a trabajar como dibujante de manga en 1927, hasta 1931, cuando la fortuna le sonrió. La editorial Kodansha inició la publicación que le llevaría a la fama, deduzco que su seudónimo les es más familiar, hablamos de Suiho Tagawa y su creación, Norakuro, la unión de Norainu —perro callejero— y Kuro —negro—.

Norakuro es un perrito que se enlista en la mokenrentai —regimiento de perros feroces— y sus aventuras son una parodia de la vida de los soldados. Comienza como raso y en los diez años de publicación llegó al rango de coronel; probablemente fueron los cuatro años que Tagawa sirvió en la Armada Imperial Japonesa los que le inspiraron. A los “mayores” el perrito nos recuerda al gato Félix (Felix the cat, 1919) de Sullivan y Messmer. En 1931 la revista Shonen kurabu, —donde se publicaban las aventuras de Norakuro— alcanzó los quinientos mil ejemplares mensuales y para 1936 había subido a setecientos cincuenta mil, cifra nunca antes vista.

Es a Tagawa a quien se le atribuye haber utilizado imágenes con perspectivas en pliegos de dos páginas para retratar mejor el campo de batalla, estética sin precedentes en la época. Algunos académicos argumentan que Norakuro fue la primera historia en ser convertida a tankobon —libro independiente— un formato que agrupaba las historias de seis u ocho páginas que aparecían en la revista Shonen kurabo y se publicaba a final de año. Norakuro tuvo un total de diez tankobon mientras la serie se imprimió y cinco más después de 1941.

Algo que probablemente no gustó en aquella época fue que en ocasiones las historias desafiaban la apariencia bravía que la Armada Imperial ostentaba: viñetas en que Norakuro lloraba o, peor aún, eran capturados y se rendían ante el Ejército de los monos —que sutilmente representaba al Ejército chino— lo cual pudo haber causado más de un disgusto entre los militares y gobernantes.

En 1938, los maestros japoneses, preocupados por la cantidad de cómics que leían los niños, lograron, con apoyo gubernamental, crear una serie de instrucciones —censura a autores— conocida como Jido Yomimono Kaizen ni Kansuru Shiji Yoko —Manual de directrices para la mejora de los materiales de lectura para niños— al que los autores también debían someterse, así que Tagawa no fue la excepción.

Para el momento de la segunda guerra sino-japonesa (1937-1945), Norakuro, al igual que otros personajes internacionales —Bugs bunny, Superman, el pato Lucas, entre otros—, sufrieron los embates de la guerra y terminaron convirtiéndose en material de propaganda de sus respectivos Estados con el fin de ganar adeptos para sus esfuerzos bélicos.

Del papel al mundo

Pero, no es todo lo que logró en papel. Norakuro fue tan famoso entre los niños que la editorial vendió los derechos a compañías que se dedicaron a crear de todo tipo de artículos, juguetes, peluches, relojes de pulsera y de mesa, tarjetas, entre otros. Es que la imagen de Norakuro hacía furor y aprovechando su fama entre 1933 y 1936 se crearon siete cortos animados por dos portentos de la animación de la época, Mitsuyo Seo y Yasuji Murata. Existen seis de estos cortos completos, pero de la última aventura, El ataque aéreo del sargento Norakuro (Nora kuro gunso kushu no maki, 1939) solo se salvaron cincuenta y dos segundos.

Terminada la Segunda Guerra Mundial sus historias regresaron; ahora nuestro héroe se adaptaba a la época y ejercía otras profesiones, como luchador de sumo o jardinero. Así, en la década de los setenta, saltó a la televisión con una primera serie animada Norakuro-kun (1970-1971, 26 episodios) y nuevamente en los ochenta Studio Pierrot creó una nueva historia Norakuro-kun (1987-1988, 50 ep.). Hay quienes opinan que el trabajo de Tagawa fue inspiración para Osamu Tezuka, quien creó Astroboy (1963-1976, 193 ep.) y además tuteló a una mangaka que brillaría con luz propia, Machiko Hasegawa. Diez años antes de la muerte de Nakataro, su cuñado Kobayashi Hideo recuerda que en una conversación con Tagawa él le confesó que había basado a Norakuro en su propia vida.

En 1999, conmemorando los cien años de su nacimiento, en Tokio se inauguró el Museo Tagawa Suiho de Norakuro, un pequeño espacio de entrada gratuita que recuerda al personaje y su autor. Norakuro sigue vivo en muchos de sus fanáticos, quienes buscan en internet mercancías de la época, tan es así que sus figuras de cerámica han llegado a venderse con precios superiores a los cuatro mil dólares; también es posible conseguir reediciones de sus manga y todo tipo de mercancía del perrito, desde alcancías hasta ropa.

Recientemente, un amigo que visitó Japón nos trajo un tankobon de Norakuro. Debo admitir que soy más fan de los pocos cortos, ya que, desafortunadamente, las obras impresas de Suiho Tagawa no han sido traducidas a nuestro idioma, pero estoy seguro de que un día no lejano lo serán.

El autor es doctor en Comunicación Audiovisual y vicedecano de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Panamá.

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