Cuadros donde el tiempo está y no, a la vez

Actualizado
  • 15/12/2013 01:00
Creado
  • 15/12/2013 01:00
PALABRA. Sol Halabi vuelve a pedir disculpas por salirse del tema. Estamos hablando sobre sus gatos. ‘Los gatos son soberanos, están con...

PALABRA. Sol Halabi vuelve a pedir disculpas por salirse del tema. Estamos hablando sobre sus gatos. ‘Los gatos son soberanos, están con vos porque quieren estar con vos y si no, no te van a andar careteando nada’ —dice riéndose— ‘(un gato) no te va a andar llorando por comida, no le diste de comer.. fue y cazó. Son dignos’, agrega proyectando la mirada hacia el techo de la galería Allegro. En la calle 73 de San Francisco, inicia hoy su muestra ‘.. y otra vez primavera’.

‘Durante el día son re-perceptivos, puedes estar mal o algo y te acompañan, y de ahí son bellos. Los movimientos que tienen... ¡son felinos, o sea! Son como mini tigres... —a Sol le gustan los gatos, no los perros— Veo al perro y está como fuera de sí, sumiso, en cambio el gato está más conectado con el placer; el gato es eso, no te vas a cansar de mirarlo, los movimientos que tienen... ¿ves que por ahí están quietos sintiendo el aire que le pasa por los bigotes? Te enseñan como a conectarte con lo que está pasando, ellos disfrutan’. A la artista nacida en Córdoba, un felino parece haberle enseñado lo que dos carreras de arte estudiadas al mismo tiempo no le pudieron enseñar. ‘Salí un poco decepcionada (de la universidad), porque era mucha información plástica. Que el negro no se usa, que el blanco tampoco. Activo porque lo sabes, pero no es tan importante; lo que te nutre es el convencimiento que tienes cuando te paras frente a la tela’, dice.

—¿Y cómo haces tú cuando te paras frente a un lienzo en blanco? ¿Tienes una rutina? —le pregunto.

‘Renegué muchos años con la cuestión de tener que ser rutinario para poder producir bien. Hace dos años dejé de hacerlo, me forzaba a hacer cosas que no. Si con la obra ya aprendí que tienes que dejarlo ser’. Halabi tiene como filosfía de vida que ‘en el hacer, aparecen cosas que lo superan a uno, incluyendo el error’. Por eso puede empezar un cuadro en horizontal y lo termina en vertical, ella deja que la pintura fluya.

INSPIRACIÓN

Hay meses que la argentina no pinta. Pueden pasar 2 ó 3 meses, pero está todo el tiempo sacando fotos o leyendo. Entonces, cuando se pone a pintar, las cosas que ha registrado en ese tiempo se convierten en trazos sobre una tela. De acuerdo con la artista plástica, todo encaja.

Así como Gala y Bruna, sus gatas, se paran simplemente a sentir el aire que pasa por sus bigotes, Sol deja que pasen por sus ojos, fotos, libros y películas, como la del surcoreano Kim Ki-duk —Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera— la cual vio tres veces, y más tarde inspiraría el nombre de su exposición que, en septiembre, llenó la sala 2 del Museo Emilio Caraffa, en Córdoba, Argentina; y que ahora llegó al Istmo.

‘Por ejemplo esto de la película, en realidad, no me dejó solo el título, sino que me transmitió algo, aparte que la vi tres veces’, advierte Halabi. Para ella, las buenas obras son aquellas que dicen algo, sin la necesidad que alguien te lo explique. ‘Uno de chico se crea el poder de la imagen y la fascinación que crean algunas imágenes. Qué increíble porque para leer necesitas leer o escribir primero, o sea necesitas una cosa previa, pero para lo visual solo necesitas tener ojos y poder ver. La cabeza se activa, en diferentes planos. Por eso no entiendo cuando me dicen ‘Yo no sé de arte’… uno puede ver una flor y no por ser botánico… te va a movilizar quizás de otra manera que al botánico, y el biólogo lo verá de otra manera. Por eso lo que me gusta del realismo es que a cada uno, un gesto le hará recordar algo que tiene que ver con sí mismo’.

—La primera vez que vi tu obra me dio frío y me hizo reír a la vez —le confieso y formulo la pregunta —¿Siempre pintas rostros parecidos?

‘(Se ríe) Las de esta muestra son como pinturas íntimas. Casi siempre pinto mujeres, jóvenes o niños. Las que están aquí —mira las obras de su autoría colgadas en la galería— son personas reales pero, si las ves en realidad, no son retratos. No quiero la cuestión de la anécdota del tiempo; me gusta que el cuadro sea un espacio sin tiempo’, responde. A la cordobesa le encanta el espíritu del Renacimiento, donde el tiempo está y no está, pero lo que no puede faltar en sus obras, es el profundo sentimiento que sus personajes femeninos transmiten; al menos en la muestra que hoy nos rodea mientras conversamos. ‘Las caras son raras porque no son particularmente alguien. Yo lo que hago es realmente quedarme con el gesto. Hay miradas que todos hemos visto a alguna vez. No sé a dónde quería ir...’.

Su madre la nombró Sol por una de las dos hijas que tenía el Mio Cid, Sol y Elvira. En su casa, el arte era una práctica común, no a nivel profesional pero sí como pasión, como una cosa del diario vivir. Su abuelo pintaba, su tío también, su madre esculpía. ‘Me encanta el tema de la plástica, la siento como parte mía, no fue algo que escogí’, cuenta.

El primer recuerdo que tiene con la pintura es una experiencia con su abuelo materno.

Su abuelo tenía una profesión donde el verdadero arte era el de sacar cuentas. Era director de hospitales ‘algo así como un contador’, complementa la artista. Pero su abuelo pintaba paisajes en sus tiempos libres. ‘Con mi abuelo me enteré que la pintura es un mundo privado que después se abre, pero inicialmente es privado’, dice.

Sus abuelos tenían un parque grande. Allí, su abuelo había modificado lo que vendría siendo una ‘casita de herramientas’ para convertirla en un taller y a ese lugar no entraba nadie. Nadie excepto Sol.

‘En ese lugar solo entraba yo creo, y era todo el olor a trementina, que a mí me encanta ese olor, me recuerda a un espacio cálido, lindo, hermoso, privado; donde todo podía ocurrir. Un lugar muy lindo para estar y mientras pinto lo siento así’, añade Sol.

Lo del abuelo ocurrió cuando ella tenía 6 ó 7 años. Su madre, mientras esculpía, veía el talento que su hija tenía para percibir lo visual, más que lo literario.

‘Cuando terminé la secundaria fue que decidí estudiar pintura. Mi mamá veía que tenía talento entonces quiso cuidarme. Porque me mandó una vez con un dibujante, entonces él tenía una línea y yo empecé a querer hacer una línea parecida a la de él, y ahí fue para mí como que... estaba arruinando esa línea’, recuerda Sol. Su madre, quería cuidar el talento que su hija tenía, por eso decidió sacarla de las clases con el dibujante, y empezó a hacer cerámicos con su hija mayor.

—¿Pintas solamente en Córdoba? —le planteo mi curiosidad.

‘Sí, hasta ahora sí, allá tengo mi taller’, contesta. Sol Halabi vive cerca a un río. Su taller mide alrededor de 60 metros cuadrados, tiene luceras arriba y ventanas amplias. Trabaja con luz natural por el día, hasta tarde y de ahí prende las luces. Si se cansa sale al patio. De alguna forma, ella siente que en su taller se repiten varios elementos del taller de su abuelo.

‘Cuando se retiró mi abuelo, ya todos sabíamos que pintaba. Él me regalaba la cera y yo la usaba para pintar’, acota. Si hay una característica que destaca dentro de las técnicas de esta artista plástica de Córdoba, es la utilización de distintos materiales, algunos ajenos a la pintura. ‘Las técnicas tienen que ver como con las épocas. Entonces, tuve épocas densas y los materiales son densos, pero no porque lo hagas a propósito; entonces, en esa época usaba alquitrán y cera, todo tapado. Me gustaba el olor, la empecé a derretir y la empecé a usar, también trabajaba con pistolas de aire caliente y la fundía, por ahí hay mucho de texturas y eso…’, añade.

‘Hay veces que he pintado tratando de ocultar cosas, esta muestra se trata más de dejar al descubierto cosas’, sentencia.

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