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- 05/07/2021 00:00
- 05/07/2021 00:00
Sentado en un viejo banquillo, allí en la sala donde se expone 'La Primavera' de Botticelli y a su lado la hermosa 'Venus', colgadas en las paredes de la Galeria degli Uffizi de Florencia, Italia noto el ir y venir de jóvenes estudiantes, turistas y visitantes que se colocan delante a esas obras, y en silenciosas peregrinaciones, activan sus celulares, bajo el descuido de los custodios encargados de mantener la regla de no fotografíar las obras.
El objetivo primordial -al parecer- es tomarse una selfie y retirarse furtivos hacia las demás salas. El hecho atraía mi atención, activándome una serie de reflexiones sobre nuestros comportamientos y el interés que todos decimos tener hacia las Bellas Artes.
A esa misma acción la he visto repetirse en los Museos Vaticanos de Roma y el Museo Louvre de París. Observen lo siguiente: un gran grupo de personas frente a la 'La Gioconda' tratan de hacerse el selfie, para sus redes sociales. Al parecer el interés es afirmar: “Yo también estuve aquí”, y “dame tu like”, para entrar en esa gran máquina informativa que remarca a cada individuo una importancia social y de conquista.
Existen en cada uno de nosotros, esas maneras escondidas, que buscan ocupar los espacios que esta modernidad nos da a través de los nuevos instrumentos de comunicación, llevándonos muchas veces a entrar en conflicto con esos principios morales que exigen un sano cuidado hacia nuestras intimidades, preservar nuestro ámbito privado y sobre todo ocuparnos de un justo y coherente actuar. Pero allí es donde se anidan ciertas contradicciones que dan ejemplo a nuestros hijos y construyen nuestra manera de vivir en esta sociedad que exige continuos cambios.
En mis casi cuarenta años de vivir en Florencia, he tenido la oportunidad de lidiar con alumnos de todas las edades, nacionalidades que visitan esta hermosa ciudad.
¿Cuál es el punto de mi discordia? Pues, que ese sueño añorado de estar frente -por lo menos una vez en la vida- a valiosas joyas de la cultura universal, comprende la obligación de entender lo que estamos observado, valorar el aporte que dicha pieza ha producido al progreso de las Bellas Artes y entender ese beneficio que muchos tratan de predicar: Las artes engrandecen al ser humano y lo hacen caminar por nuevas luces, en cuanto se abra a esas comprensiones. Esa sería la justa postura hacia las obras de artes.
¿Puede un gesto, muy usual como lo es un rápido selfie, alcanzar dicho propósito? Pues claro que no, las nuevas maneras de comunicación entre las personas han desarrollado algunos nuevos valores de justificación, de un hacer sentir importante a cada individuo, el eje primordial que mueve toda nuestra maquinaria de intercomunicación pone a todos en la posibilidad de expresar lo que cada uno siente, sin censura alguna, pues es hacia allá donde una frágil democracia pretende caminar.
Creo que el sociólogo Umberto Eco en su polémico escrito sobre las redes sociales nos advierte con mucha dureza una fuerte reflexión: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”.
La Stampa. Artículo muy contra verso, que nos impone activar una profunda reflexión. Eco hace otra declaración para la cadena ABC, y nos habla sobre la televisión diciendo: “La televisión ha promovido al tonto del pueblo, con respecto al cual el espectador se siente superior. El drama de Internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”.
Aquí nosotros los panameños tendríamos que hacer un esfuerzo, para imaginar si en verdad los programas televisivos actuales, ayudan a nuestros hijos al desarrollo crítico de su personalidad.
Continuamos con Eco, que reitera los mismos valores ya puestos a colación, pero, dando el mérito a los instrumentos de comunicación, cuando son utilizados en sus justas medidas y sobre Twitter nos dice en su discurso en la Universidad de Turín, Italia: “El fenómeno de Twitter es por una parte positivo, pensemos en China o en Erdogan. Hay quien llega a sostener que Auschwitz no habría sido posible con Internet, porque la noticia se habría difundido viralmente. Pero por otra parte da derecho de palabra a legiones de imbéciles”.
La globalización de la información se desarrolla bajo una supuesta libertad de opinar sin censura y muchas veces sin contradictorios. Así van creciendo un sin número de “opinionistas” que ejercen bajo un encubrimiento demagógico del “pueblo pretende” para influenciar cada día más la opinión pública sin cumplir las reglas fundamentales de un buen informante que son: di la verdad por entero, no uses injurias, no difames y sobre todo brinda la presunción de la inocencia a tu adversario. Simples reglas que si son aplicadas al momento de una justa denuncia (por ejemplo, de corrupción) son un lado fuerte para la exaltar los valores democráticos de la sociedad. Y eso en nuestra realidad no ha sido aplicado.
¿Qué pasa por la mente a aquellas personas que frente a 'La Primavera' de Botticelli y que no logran apreciar lo que tienen frente a ellos? ¿Qué pasa por la mente aquellos que de las redes hacen un sancocho de desinformación en busca de muchos likes? ¿Qué pasa por la mente a estos “nuevos informantes” que, del nuevo populismo, de la demagogia, han creado una cultura catastrófica de nuestra actualidad?
En verdad se trata de la invasión de los tontos, como dice Umberto Eco, o simplemente estamos frente a nuevos fenómenos que cambiaran nuestra manera de pensar… a este momento quisiera utilizar otra entrevista de Eco recopilada en el diario español El País, que dice: “Internet puede haber tomado el puesto del periodismo malo… Si sabes que estás leyendo un periódico como El País, La Repubblica, Il Corriere della Sera… puedes pensar que existe un cierto control de la noticia y te fías. En cambio, si lees un periódico como aquellos ingleses de la tarde, sensacionalistas, no te fías. Con Internet ocurre al contrario: te fías de todo porque no sabes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada. Piense tan solo en el éxito que tiene en Internet cualquier página web que hable de complots o que se invente historias absurdas: tienen un increíble seguimiento, de navegadores y de personas importantes que se las toman en serio”.
Una desculturización bajo una sutil manera de consumir con rapidez todo lo que se presenta frente a nosotros, una atrevidísima manera de buscar detrás de cada hecho un hilo de suposiciones sin interesar la verdad, llegando a tal descaro de usar la inducción como evidencia cierta.
Sentado en ese banquillo de la Galeria degli Uffizi, veo pasar un hormiguero de múltiples personas, es una humana procesión que levanta estandartes virtuales y se ilumina con la la luz de sus celulares.
Saco de mi bolsillo el mío (celular) y desde mi banquillo logro captar las sonrisas de esos jóvenes que marchan alegres, abrazados a sus despreocupaciones y me hago una selfie con ellos al fondo, para no quedarme atrás, rezagado a tanta modernidad… y deseando que el buen Dios nos proteja.