Remembranzas que sobreviven al tiempo

Actualizado
  • 22/11/2015 01:00
Creado
  • 22/11/2015 01:00
La obra de Eduardo Rodríguez constituye un homenaje a las relaciones entre quienes comparten suerte de vivencias más allá del mero trato 

Adentrarse en las páginas de las Remembranzas del escritor Eduardo Rodríguez Jr. es una experiencia que rescata recuerdos gratos de un pasado siempre vivo. Lleva de la mano por los caminos transitados por niños y jóvenes que se convirtieron con el tiempo en ciudadanos, cual árboles frondosos, de mucho bien para este país.

Esta nueva obra literaria de Rodríguez es un culto a la familia. Constituye un homenaje a las relaciones entre quienes comparten toda suerte de vivencias más allá del mero trato rutinario y del diario quehacer, dando contenido y sustancia a la gloriosa realidad de crecer codo a codo con aquellos que se aman entrañablemente.

Como bien reseña el autor, se trata de una entrega en la que permean la frescura de los recuerdos, episodios reales y, sobre todo, el buen humor, condimentado con las travesuras de muchachos y más tarde adultos que compartieron el día a día a lo largo de toda su existencia.

Remembrazas es un relato de una inigualable lozanía y transparencia, como solo puede inspirar el tejido familiar, franco y sincero, que va cociéndose con la cercanía, la comprensión, la tolerancia y mucho, pero mucho amor de verdad, sin cortapisas.

REMEMBRANZAS EN 13 CUENTOS

En el inicio, en el desarrollo, al final, y en todo momento, este relato entregado en 13 cuentos, exalta la figura de los abuelos Lolito y Pastora. Él, sabio y prudente. Ella, explosiva, temperamental, pero plena de ternura para su entorno familiar. El escenario, la ribera del Río La Villa y la ciudad de Chitré.

Lo particular de estos cuentos de Rodríguez es que no son cuentos narrados al calor de una fogata o contados para entretener. Son relatos que reproducen episodios de la vida real, con pinceladas literarias.

Representan una secuencia que da inicio con la mudanza de las familias chitreanas que tradicionalmente consumían los meses de enero a marzo en modestas casas a orillas del Río La Villa. La operación significaba un verdadero trasplante de una casa a la otra y un cambio radical en cuanto a las prácticas cotidianas. El proceso se desarrollaba con entusiasmo y diligencia y era esperado por toda la familia porque traía aparejado incontables aventuras.

La ocasión permitía a la abuela Pastora hacer gala de sus inagotables recursos para reinventar historias ya conocidas y presentarlas como si nunca las hubiera contado. Uno a uno pasan por las páginas de la obra personajes auténticos que no solo hacen gala de excentricidades, también proyectan austeridad, modestia, desprendimiento y bondad hacia el prójimo.

Las pinceladas de humor no son escasas. Como el caso en que la abuela Pastora decidió matar con su propia mano un cerdo, porque el matarife le quedó mal, y después de cumplir todo el proceso se da cuenta de que el animal se hacía el moribundo para luego escaparse y tratar de frustrar la venta de la carne y los chicharrones.

El embrollo suscitado por la quema de unas sandalias que pertenecían a una tía cascarrabias, es resuelto culpando a un travesti que luego vuelva a escena como cocinero, resulta tan chistoso como el caso del ciego pasado en copas que confunde un velorio con un matrimonio o la manera cómo en medio del carnaval dos muchachos engatusan a un locutor con la fantasía de un árabe multimillonario. Le hacen creer al locutor, que mantiene una transmisión en directo, que un potentado saudí, que no hablaba Español y que le traducían en una jerigonza imaginaria, había decidido realizar millonarias inversiones en Azuero. Finalmente todo resultó en parte de un cuento, en medio del jolgorio del carnaval.

Remembranzas está enhebrado con la pintoresca personalidad de la abuela Pastora que de la misma manera como alcahuetea a sus nietos -asumiendo responsabilidades por el robo de una cabeza de bananos y pagando sus cuentas para evitar escándalos- también los increpa por haber usado como sustituto de papel higiénico una de sus enaguas favoritas.

Los episodios de hospitalidad en la casa de los abuelos, representan un homenaje a la generosidad tradicional en los hogares chitreanos. Quedaron plasmados en los relatos de las atenciones a estudiantes, pacientes convalecientes y familiares que regresaron a ese cálido refugio a exhalar sus últimos suspiros. Durante muchos años la Posada de San Pedro se convirtió en el sitio que dio acogida a decenas de lugareños y personajes de domicilios distantes.

Una abuela que no tiene fin

Célebre por sus hazañas espontáneas y plenas de hilaridad, uno de los relatos cuenta cómo la abuela Pastora hizo que el médico de la familia aceptara unos cocos nacidos de palmas gigantes, como si fueran cocos de palmas enanas.

Cuando el abuelo Lolito le reclamó, en forma cortés, por lo actuado, ella le respondió cortante: Déjate de pendejadas Lolito, cuando esas palmas alcancen el cielo yo estaré muerta hace tiempo y el doctor Villarreal no me podrá reclamar nada.

Las celebridades de la abuela Pastora no conocen fin. En uno de los cuentos se la muestra con una capacidad auditiva capaz de identificar a un kilómetro de distancia el tipo de automóvil que se aproximaba a su casa y hasta quién lo conducía.

Resultan jocosas las pretensiones de una novel peluquera que deja medio pelado a un sobrino, lo mismo que las ocurrencias de otro sobrino que quiere que su tía venda el alma al diablo a cambio de dos sacos llenos de monedas de plata, a lo que se suma un simulacro de temblor en el que dos muchachos aterrorizaron a sus tíos. Todo como parte de relatos que hacen regresar al pasado y que muestran un ayer que sigue vivo en el recuerdo de quienes protagonizaron y compartieron semejantes experiencias.

Lo cuentos de Rodríguez relatan con maestría los momentos y circunstancias vividas, todo envueltos en Remembranzas que van tejiendo la existencia y que forman parte consustancial de la razón de ser de cada ser humano.

La obra constituye un todo de relatos y episodios de la vida de una familia que con gran dedicación se ha mantenido unida buscando que por generaciones se profesen el mismo cariño de hermanos, cultivado por sus padres, y que conformen un todo sustentado por una relación fraterna, armónica, de respeto y cariño recíproco. Ese e s el gran logro del autor.

Con ésta nueva entrega literaria, Rodríguez acrecienta los sentimientos que lo unieron indisolublemente a sus abuelos, a sus padres, a sus hijos y, a través de ellos, a los abuelos, los padres y los hijos de tantas generaciones de panameños que han hecho de la familia un crisol de recuerdos que nutren con su sabia plena de ternura estas espontáneas y tan singulares Remembranzas .

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