Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
- 31/01/2022 00:00
- 31/01/2022 00:00
Para este lunes, hemos aceptado la petición de un padre veragüense, de presentar otra vez el cuento Rosa Pasión escrito en el 1983 en Florencia Italia. Adaptado para todos ustedes en el 2010 y que hoy publicamos con mucho placer.
Todas las mañanitas, camino a la escuela, pasaba y recogía una rosa de ese rosal silvestre, que con gran cuidado conservaba la familia Busto, era la calle tercera, frente al parquecito. La fragancia que de esas florecitas emanaba era tan agradable, que mis compañeras de clases se prodigaban en alabanzas y piropos que me agradaban el corazón, como no faltaban los penosos comentarios que mis compañeros —“machitos”—en forma burlescas me gritaban, remarcando la ambigüedad sexual que mi gesto producía: llevar orgullosamente en el ojal de mi camisa una rosa que emanaba perfume de pasión.
Realmente no era un verdadero rosal el que se encontraba frente a mi casa, era una planta de rosas silvestres, que nacía de un solo tronco y se extendía, poco a la vez, en ramas que, a manera quebradiza y sinuosa, dibujaban la forma de una figura humana crucificada, en el intento de mimar en el espacio una danza de sufrimientos.
Además, se decía que la fragancia que despedía era debido a la combinación producida por el rocío matutino que filtraban las tejas de barro, los ladrillos de los zócalos de los portales y del añejo de maderas de cedros, con las cuales habían construido las casas de calle tercera...porque de esas partes y todas las calles que circundaban el parquecito los antiguos olores, como los perfumes intensos, nunca habían abandonado las viejas casas que fundaron nuestro Santiago de Veraguas.
Pero, entre los encuentros que tuve con los vecinos de mi calle, me vino la curiosidad de saber más sobre este rosal, el cual me comunicaron que había sido traído de otro jardín cercano, y que el pequeño huerto había sido adquirido (comprado) en un segundo momento por los actuales propietarios. Fue ahí donde oí la primera versión de la Rosa Pasión de Santiago, que aquí les narraré.
Matilde, desde niña, había demostrado inclinación por el canto, su madre lo había notado, pues, cada vez que cantaban en la iglesia, la niña, extasiada, cantaba inmersa en una actitud divina, y la cosa no pasaba desapercibida por los demás. Pero la niña desde su nacimiento había sufrido una serie de problemas de salud, que habían comprometido su crecimiento, procurándole discapacidades motoras, por lo que necesitaba de continua cura, pero Matilde, pese a todo esto, era un pequeño ángel, que lograba encantar a los peregrinos con su bellísima voz.
La niña, debido a las graves dificultades económicas y de gestión de su padre, es poco a poco abandonada en sus necesidades primordiales de su salud y de su crecimiento físico, bajo la indiferencia social de todos sus vecinos y conocidos. La familia de Matilde había tenido una inesperada pérdida, su madre, encargada de las necesidades de la pequeña criatura, quien, por fatalidad del destino, murió inesperadamente, dejando solo al padre inexperto para enfrentar las necesidades que la grave situación familiar presentaba. La enfermedad de Matilde, como cruel demonio, avanzaba rápidamente, devorando y deformando su frágil cuerpecito.
Fue un domingo que, en plena madrugada, la niña se agravó en forma tal que los médicos que vinieron a controlarla, dieron un preocupante diagnóstico de la gravedad de la situación y recomendaron que el frágil cuerpo de la criatura, por los menos, reposara en su casa. Así la niña, en su delirio, comenzó a cantar, pidiéndole a su padre que la acompañara ese domingo a la misa de los niños, la misa de las nueve de la mañana... y el padre eso prometió.
Dicen que el padre se durmió en su mecedora al canto de la niña, y no se dio cuenta de que esta bajó de su cama y arrastrándose por el piso, como un animalito herido, con las pocas energías que tenía dentro de sí, impulsó su cuerpo hasta llegar al jardín de su casa. Y allí, con el vestido sucio de lodo, roto en algunas partes, comenzó a cantar…pero le faltaba la voz. Lo que le salía de su boca era un gemido delirante, un lamento doloroso que provenía de muy adentro del maltratado cuerpecito. La niña sabía que el tiempo se le había acabado y que no cantaría ese domingo en la misa de las nueve.
Y fue ahí, al nacer el alba, que la luz del cielo brilló con intensidad. La niña trata de alzar la mano, para cubrir el brillo de tanta luz, y sintió la presencia de una señora, que lentamente se acercaba a ella; la señora, como madre experta, la toma en sus brazos y comienza a limpiar la cara con su celeste manto, comenzando a susurrar con dulce voz algunas palabras tiernas, que al ser moduladas en justos tonos tranquilizaban a la criatura... y la niña, acurrucada en los brazos de la Señora, se elevó en el aire y desapareció entre las nubes .
Ese domingo, en la misa de los niños —misa de nueve— en la Iglesia de Santiago de Veraguas, se oyó la misa cantada más bella que ser humano haya escuchado. Se dice que fueron los ángeles a cantar junto al espíritu de Matilde, que para tal ocasión estaba acompañada de su madre y de la Virgen Maria.
El padre, al despertarse y buscar a Matilde, siguiendo en el suelo el rastro dejado por el cuerpecito de la niña, llegó al jardín donde había nacido un rosal silvestre, con la forma de la Pasión de Cristo. Sin nunca poder comprender los motivos que hicieron nacer esa planta, él rezaba arrodillado llorando a su hija y desde que iniciaron esos rezos comenzaron a florecer rosas de la pasión, respirándose por doquier una fragancia de profunda fe.
Fue entonces que, para los niños y jóvenes que se atreven a colgarse, en el ojal de su camisa la Rosa Pasión de calle tercera, tienen el privilegio de oír el canto celestial de Matilde junto a su madre, acompañada de nuestra Virgen Maria protectora de todos los niños y jóvenes santiagueños que conocen el misterio de la Rosa Pasión.